Por Sonia Hernández
Robin Williams hizo reir a millones de personas con su genialidad, aunque la oscuridad de la depresión, la ansiedad y las adicciones (alcohol y cocaína) lo persiguieron siempre.
“Los alcohólicos somos los payasos del rodeo de Dios. Somos los que hacemos todas las estupideces que nadie más hará”, dijo el ganador de un Oscar por Good Will Hunting durante un tour de comedia al que denominó Weapons of Self Destruction (Armas de autodestrucción), al hacer una referencia clara a uno de sus problemas, como reseñó CNN.
“Hay una voz que les dice a los alcohólicos que deben beber. Es la misma vocecita que escuchas cuando estás en el último piso de un edificio muy alto, y que te dice: ‘¡salta!’”, narraba en la mismo show, dejando ver su lado más sombrío.
Williams conmocionó con su muerte por suicidio, el pasado lunes, a un mundo que aún no encuentra explicación para su decisión. El hombre de las mil muecas, el genio de la comedia, el actor que podía hacerlo todo, no pudo liberarse de los demonios que atacan con frecuencia en el mundo de las artes escénicas.
Las leyendas de actores, comediantes especialmente, como seres depresivos que exorcizan sus tormentos a través del humor abundan en Hollywood. Es la llamada “maldición del payaso”, o “síndrome del payaso triste”.
Según un reportaje de BBC, a principios de este año, “un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Oxford señalaba, entre otras cosas, que los humoristas presentan rasgos psicológicos ‘inusuales’ que los hacen tendentes a padecer psicosis”.
Freddie Prinze, Ray Combs, Micke Dubois, Tony Hancock, Richard Jeni y Charles Rocket, son algunos de los comediantes perseguidos por la depresión, las drogas y cuyas vidas terminaron por su propia mano. De igual forma, los actores Stephen Fry, Hugh Laurie, John Cleese, Jim Carrey, Owen Wilson y Ben Stiller, también han reconocido sus luchas contra problemas de depresión, bipolaridad y drogas.
“Para muchos comediantes, el humor es una vía de escape. Toman algo que les preocupa o molesta y hacen broma con ello para intentar superarlo. La recompensa es la risa del público”, señaló a BBC la psicoterapeuta Amy Alphine.
“El tener que ser divertido todo el rato puede ser muy cansado. La gente te ve y espera que les hagas reír y eso no es posible todo el tiempo”, añade la experta a la cadena británica.
En el caso del actor de La sociedad de los poetas muertos, al trastorno bipolar(patología que afecta los estados de ánimo), también se suma el diagnóstico de laenfermedad de Parkinson, que confirmó su esposa. Según han señalado los expertos, este tipo de patología suele profundizar los estados depresivos.
Más allá de todas las teorías o explicaciones que se quiera dar a la decisión tomada por Robin Williams, los especialistas han señalado que la muerte del actor ya ha logrado llamar la atención hacia una enfermedad grave como la depresión, algo que seguramente ayudará a muchas de las personas que la padecen.
Una larga y tortuosa batalla
Williams vivió los demonios de la depresión y las adicciones no solo como protagonista, sino también como testigo. De hecho, la muerte por sobredosis de su amigo y colega John Belushi (1982), con quien compartió momentos de excesos y oscuridad bastante intensos, según confesó, fue el detonante para que se decidiera a superar sus problemas.
El actor, un genio de la improvisación y la comedia gestual, inició su lucha contra las drogas en 1975, batalla que estuvo marcada por largos períodos de sobriedad y varias recaídas, la más notable en 2006. Ese año hizo público su adicción e ingresó a un centro de rehabilitación.
La muerte de su amigo Christopher Reeve en 2004, es citada por muchos como la gran causa para ese fracaso, que también lo sumió en una depresión. Cabe recordar que Williams era tan cercano a su colega (quien estaba tetrapléjico tras un accidente a caballo), que se encargó de pagar las cuentas de sus costosos tratamientos.
shernandez@grupo-un.com /
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