Alice Socorro Peña Maldonado.
La humanidad en su recorrido por la tierra ya sea como nómada o cuando
posteriormente se instaló en un territorio, fijó domicilio y comenzó su
vida sedentaria lo hizo para encontrar la seguridad que necesitaba ya
sea para alimentar a la prole o ya para asentar una vida con otros para
satisfacer sus necesidades comunes y que requerían respuestas reales a
corto, mediano y largo plazo.
Si al principio dependía lo que la naturaleza le daba sin más esfuerzo
que tomarlo, con el tiempo y cuando fueron creciendo como familias,
comunidades y llegar al status de civilizaciones tuvieron necesariamente
que aprender a cultivar la tierra para proveerse de alimentos de modo
permanente y no dependiendo de las circunstancias favorables o no de la
naturaleza.
Con esta nueva forma de vivir, el ser humano se puso a comprender y
aprender su entorno biosociocultural, las cosas no resultaron todo bien.
Si se trataba de la realidad ecológica las sequias, las heladas, los
vientos conforme a la situación geográfica, asi como el espíritu humano
de cada etnia, hacia que sus propósitos de estabilidad y confianza se
vieran afectados gravemente.
En el imaginario de la humanidad se fue desarrollando el miedo a morir,
la culpabilidad de unos con otros por no haber hecho lo que sabían había
que hacer, la vergüenza de vivir situaciones de desnutrición y abandono
de unos con otros y la enemistad que se generó cuando cada quien
buscaba su propia sobrevivencia y satisfacer sus necesidades. Desde ese
momento que se da en miles de años de ensayo y error, inscrito en la
memoria humana de todos los pueblos y culturas en la que se delineó la
lucha permanente por la sobrevivencia. Olvidando entonces, la
solidaridad, la unión, la colaboración y el sentido común como parte
natural de la vida en comunidad. E imponiéndose el egoísmo, la división,
la manipulación y la construcción de recetas por parte de quienes
dominaban.
Hoy, esa misma lucha se mantiene y se profundiza, pese a una mayor
información, conocimiento y tecnologías existentes en las sociedades
modernas. El miedo perturba nuestra paz y estabilidad, culpabilizamos a
otros de nuestras situaciones personales y sociales cuando las cosas no
funcionan a nuestro favor (a los políticos, a los empresarios, a los
ricos y a los pobres) negando así nuestra propia responsabilidad,
sentimos vergüenza y la sociedad nos excluye o nos excluimos cuando
estamos en situación de pobreza, se estimula el deseo enfermizo por ser
rico y vivimos sumidos en el stress y la ansiedad ante la posibilidad de
retornar a situaciones de dependencia e impotencia frente a la
mezquindad y corrupción de élites económicas en connivencia con los que
administran el bien común y las riquezas.
No podemos afirmar que somos diferentes a las mismas comunidades
primigenias, ellas contaban siempre con algún guía que ejercía poder y
direccionalidad para afrontar los problemas como el hambre y satisfacer
las necesidades primarias y nosotros hoy en los albores del siglo XXI
estamos sometidos a las trasnacionales y mercados mundiales que nos
obligan a bailar conforme su música: obtener sus máximas ganancias a
costa de nuestro trabajo.
Ahora bien, si en la antigüedad estas carencias de alimentos, de agua,
entre otros, eran reales, ahora no siempre es así. Se juega a los
imaginarios de pobreza y carestía para que la gente acepte pasivamente
medidas y situaciones deplorables cuando la verdad es que lo se quiere
es robar, sustraer y esconder la riqueza producida por todos o que la
madre naturaleza regala sin más esfuerzo que su extracción. Se juega a
necesidades sentidas (tener, valer y poder) promovidas por la publicidad
y todos los subsistemas lo reproducen de modo continuo y sin cansancio.
Bajo esta mirada de carencia y necesidad, la economía como disciplina ha
fundado su quehacer. Argumentando límites que no siempre son
verdaderos, justificando políticas y programas que solo hacen ocultar
los verdaderos planes de unos pocos para apropiarse de lo que es de las
mayorías. De hacer de las ganancias un derecho y mérito de una minoría y
las pérdidas la forma culpable de hacer sentir a las mayorías por no
cumplir con su deber, con las recetas de quienes si creen saber y actuar
conforme el credo y sistema patriarcal capitalista.
Y lo peor es que lo logran, la gente comienza a ajustarse a las medias
verdades y a las medias mentiras como si se tratase de dogmas de fe, que
nadie puede refutar pero si aceptar pasivamente, porque se trata del
conocimiento de los científicos que han hablado en nombre de la verdad
absoluta de las ciencias económicas y quien se atreve a decir lo
contrario, pasa a ser marginado, ridiculizado, ignorado y considerado un
enemigo del sistema establecido deshumanizador que esclaviza a unos
para que hagan las tareas más difíciles y peor pagadas y fomenta la
servidumbre de quienes aprenden el conocimiento y manejan la tecnología
conforme los modos de producción de las élites y sus intereses . La
gente comienza aceptar las formas jerárquicas y organizativas promovidas
por la acción comunicativa de quienes ostentan el poder económico y
político que crean la ilusión de la posibilidad de la riqueza material
para todos.
Hablan de la libertad, de la igualdad, de la democracia y de la verdad. Y
no son más que máscaras para esconder sus verdaderas intenciones: la
libertad del mercado y del capital en supremacía y en la negación de lo
social y lo humano, la igualdad frente a la ley y los impuestos donde el
rico es igual al pobre en el pago de los impuestos y que el tener
dinero puede hacer uso para comprar conciencias, la democracia como
utopía inalcanzable pues es la plutocracia quién gobierna y la
inexistencia de la verdad como fundamento para imponer un solo camino,
una solo mirada, un pensamiento único: el capitalismo y máximo su
hermana neoliberal. Sin embargo, la trampa radica en estimular una forma
de ser y hacer en donde el trabajo deshumanizador y degradante cumple
su papel: apropiarse de las fuerzas energéticas de las mayorías en
beneficio de unos pocos.
Vale dejar unas interrogantes:
¿Cómo las macroestructuras políticas y económicas estimulan los mapas de de carencia de recursos en la mente de los ciudadanos?
Como productores y consumidores de bienes y servicios
para la garantía y satisfacción de los derechos sociales, económicos,
políticos, educativos y culturales y ambientales que provee el sector público y privado
¿Somos conscientes de nuestras propias necesidades, intereses y
expectativas o nos dejamos llevar por el juego de intereses de grupos,
basados en la ganancia y riqueza de unos pocos y la pérdida de energía
vital de las mayorías?
Profesora de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Lic. en Comunicación Social
Magister en Comunicación Organizacional. Dra. en Ciencias para el Desarrollo Estratégico.
alicesocorro2000@yahoo.es
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