Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Dentro
de algunos años, cuando sesione el Tribunal de la Historia para
analizar esta fase de la Revolución chavista, sus problemas, sus
carencias, sus consecuencias, el culpable será el capitalismo, el
Socialismo saldrá absuelto.
El
asesinato del Comandante, sin dudas, significó para el país un duro
golpe. La desaparición del líder reclamaba un reacomodo en todos los
campos de la vida social, la tarea correspondía a los herederos de
Chávez. En el mismo sepelio del Comandante se comenzó a perfilar la
calidad del reacomodo. Veamos.
El asesinato de Chávez no se encaró como hecho político, como un acto de Guerra.
Al contrario, ni siquiera se mostró una duda, que sería razonable,
sobre su enfermedad. Su muerte se planteó como un hecho natural, que
sólo debía considerarse en el luto, en el sentimiento. Comenzaba así el camino de entibiar la confrontación con la burguesía, que había tomado características ya de guerra abierta. Fue así que se optó por el camino de la legalidad y la lógica burguesas.
La
tesis del asesinato de Chávez, recordamos, no es una afirmación
temeraria, extremista, gamelote, es compartida por las altas esferas;
unos lo reconocen con reservas, otros son categóricos en afirmar que fue
un magnicidio biológico.
Después,
la Revolución gana las elecciones y se cumple parte de la orden de
Chávez, elegir a Nicolás Maduro Presidente. A partir de allí la
Revolución se enfrenta al reto de continuar el camino al Socialismo, de
dar cumplimiento a la otra parte de la orden del 8 de diciembre: seguir,
concretar, el Plan de la Patria.
Uno
de los primeros pasos que dan los herederos de Chávez, sus hijos, es
convocar a los más conspicuos burgueses nacionales al Palacio de
Miraflores, es así que mendoza y cisneros pisan, después de mucho
tiempo, el palacio de gobierno. Las críticas a ese ágape fueron
respondidas con el argumento de que era necesario elevar las fuerzas
productivas, condición necesaria para construir el Socialismo, y que la
burguesía era indispensable para ayudar a elevarlas, a crear riquezas;
la tesis se coronaba con el slogan “sin riqueza no hay nada que
repartir”. Se olvidaban de la sabia sentencia de Fidel: “no se puede
crear conciencia con la riqueza, se debe crear riqueza con la
conciencia". Comenzaba el absurdo camino de intentar construir el
Socialismo con “la lógica del capital”, ésta última frase –recordemos-
fue castrada del Plan de la Patria.
Después
se habló de una crisis económica, que rápidamente se transformó en una
guerra económica. Entramos así en el asombro de una guerra en la cual el
gobierno agredido alimenta a sus atacantes. Recordemos que la
burguesía, nueva y vieja, se robó miles de millones de dólares en
poquísimos meses. Ya eso debía de servir de alarma para cambiar el
rumbo, pero no. El efecto fue contrario, se hicieron nuevos planes para
estimular más a la burguesía, que ahora se ampara tras el eufemismo de
“aparato productivo”.
El
resultado fue que la crisis se hizo real, dejó de ser una excusa: el
desabastecimiento, la carestía, el desaliento, la confusión la
configuran y se profundiza cada día, cada hora. Se cumplió la sentencia
de que las clases sociales dominantes no se suicidan.
En
el campo político los resultados no son diferentes, el esquema
económico de maridaje con la burguesía reclamaba el diálogo, sin
embargo, la convivencia con el enemigo del Socialismo no pudo
concretarse, era difícil de explicar a la masa impregnada del espíritu
chavista de ¡Horror a las oligarquías!
Ahora
vivimos la profundización de la crisis, está claro que el maridaje con
el capitalismo entrampó a la Revolución, sus problemas principales
surgen del capitalismo, sus dificultades se agravan al separarse del
Socialismo.
El
futuro dirá si el gobierno supo, pudo, rectificar a tiempo ese rumbo
capitalista que conduce al desfiladero, o si la terquedad de seguir
amalgamada a la burguesía lo llevó al patíbulo. El veredicto de la
historia está esperando: si la Revolución perece, el culpable será el
capitalismo y la mano que le abrió la puerta.
¡Decimos con Chávez: Horror a la oligarquía!
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