Carmen Cecilia Lara.
Los cohetones a media noche me hicieron acompañar a mis colegas que
cubrieron las festividades en todo el país por los 60 años de nuestro
maestro, comandante, presidente eterno. Y pude poner su foto con la
bandera palestina en mi twitter y en mi facebook como para dejar sentado
de qué lado se cuecen las habas. Todavía estremecida, de haber estado
en la víspera, sintiendo el calor de pueblo en la 5ta Feria del Libro de
Caracas y leyendo la impecable edición de la revista dominical
encartada en el diario Ciudadccs, Epale, por su contenido y
espectaculares ilustraciones. Entonces me decido a acompañar a los
compatriotas que cuentan su historia, en vigilia.
Aquel año 92 fui de l@s venezolanos que no estábamos preparados para ver
a un militar declarar un por ahora sin desconfianza. Estaba estudiando
una especialización en Relaciones Internacionales en la UCV. Pero en
sólo seis meses fue tanta la ebullición de nuestro pueblo al reconocer
un nuevo rostro, joven, desenfadado, valiente, declarar la verdad a los
cuatro vientos desde la cárcel, que me bastó leer un extenso reportaje
de Laura Sánchez, hoy fallecida, sobre los comandantes presos, para que
la gota derramara el vaso. De repente lo entendí todo y la suspicacia
fue derretida por la contundencia de los argumentos y de los mismos
hechos. Por el amor del pueblo hacia su nuevo líder.
No pasó un año para que rauda y veloz visitara la isla de Martí y Fidel
donde me había graduado unos años atrás de periodista. Allí me invitaron
al Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) Raul Roa
García a exponer mis vivencias, mis opiniones sobre la rebelión militar.
En Cuba todavía no se conocía a plenitud la trascendencia de esos
hechos históricos pues tanto ellos como nosotros estábamos digiriendo el
rompimiento de esquemas, la nueva bocanada de esperanza que se abría.
Evoco como si fuera hoy que dije: “Chávez es el líder de la revolución
venezolana”. Aun no le decía bolivariana.
Al regresar, el grupo político al cual pertenecía se incorporaba al
chiripero para hacer campaña política por Rafael Caldera en las
elecciones que se avecinaban. Él había prometido liberar a Chávez si
alcanzaba la presidencia de la República. Recuerdo que tuve en ese
tiempo un sueño impresionante que para mis códigos personales me
revelaba que uno de los autores del Pacto de Punto Fijo era quien debía
ganar en ese momento. Y así fue. Tribilín ya había dejado de serlo. Los
años del paso por el desierto empezaban a finalizar. El 26 de marzo de
1994 salía de la cárcel y es declarado por el movimiento que lo apoyaba
Día de la dignidad nacional.
Lo demás es historia patria. Para ese entonces nuestro Chávez se
declaraba abstencionista pero no pasó mucho tiempo cuando se dio cuenta
sobre la necesidad de utilizar las formas burguesas de democracia para
transformarla desde adentro. Abrió entonces un huracán cívico-militar
que le permitió triunfar con un 60% del apoyo electoral convirtiéndose
un antes y un después para todo el continente nuestroamericano. Luego
los 14 años posteriores hasta su ida física todos los conocemos. Cómo
corrió velozmente en sus centenares de proyectos, cómo el mundo entero
conoció su verbo, su osadía, su generosidad. Cómo a su deceso más de 40
países enviaron altos dignatarios y durante 10 días su pueblo desfilo
frente a su féretro jurándose entre las lágrimas que su legado se
quedaba.
Ya los cohetones se dejaron de escuchar y toda Venezuela se prepara de
diferentes formas para celebrar que hace 60 años nació un hombre que
simplemente se convirtió en aquella síntesis que nos enseñó la
dialéctica y que nos supo hablar a todos, interpretarnos. Mis ojos
somnolientos se humedecen menos que mi corazón al recordar que fue
cierto. Que ese hombre existió. Que yo lo conocí, que un día él me tomo
las dos manos y me preguntó en el Teresa Carreño: ¿Yo te conozco?
rodeado de decenas de personas que lo esperaban en un acto
multitudinario para bautizar una nueva edición del libro de JVR El
Expediente Negro un 13 de agosto, a dos días del Referendum
Reafirmatorio, donde Chávez sería ratificado de nuevo como Presidente de
la República Bolivariana de Venezuela. Volvía otra vez a mostrarnos que
las derrotas podían revertirse. Por eso, los venezolanos, hoy decimos.
Que sepan los nacidos y los que están por nacer, nacimos para vencer y
no para ser vencidos.
Profesora de comunicación social de la UBVsathya954@yahoo.com
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