*JUAN MARTORANO
Estamos señalando los experimentos realizados por
Frank Olson y el doctor Patrick. Es bueno resaltar que los riesgos
para los involucrados en estas investigaciones de estos científicos
eran considerables. Cuando dos técnicas que trabajaban en un
“laboratorio caliente” quedaron embarazadas, sus bebés nacieron
con unas taras tan espeluznantes que su muerte fue sin duda un
piadoso consuelo. Los patólogos de Detrick hicieron la autopsia a
las dos criaturas antes de que incineraran sus restos. En 1953, año
en el que múrio Frank Olson, se habían producido casi quinientas
muertes más de compañeros de trabajo suyos que se habían
contagiado con ántrax o fiebre hemorrágica boliviana. Al igual que
el paraquat, estas enfermedades disuelven todos los órganos internos
y convierten la sangre casi en un cieno transparente. De acuerdo con
el documento de descargo que habían firmado, todas las víctimas
habían aprobado la cesión de sus cuerpos para autopsias. Los
hallazgos nunca fueron comunicados a sus familias. El doctor Gottlieb
llamaba a los muertos “nuestros héroes sin monumento”.
El doctor Patrick contrajo la fiebre Q, bautizada
así en honor del estado de Queensland, Australia, donde la
descubrieron en 1953. Sus síntomas, parecidos a los de la gripe,
también producen alucinaciones. Si bien los efectos son
debilitadores y hace falta tiempo para recobrarse de ellos, la tasa
de mortalidad es baja. Recuperado, el doctor Patrick proporcionó al
doctor Gottlieb una evaluación profesional de su experiencia. El
doctor Gottlieb decidión que la fiebre Q era una enfermedad ideal
para infectar al enemigo: los soldados del campo quedarían
incapacitados y precisarían considerables cuidados. El ejército
enemigo no podría combatir.
Para ensayar los efectos, se decidió utilizar
adventistas del Séptimo Día. La religión se basa en el mandamiento
del Antiguo Testamento: “No matarás”. Los adventistas son
objetores de conciencia y se niegan a empuñar armas. Sin embargo, se
ofrecen para actuar de camilleros, enfermeros y otros cometidos que
no impliquen combatir. También les está permitido participar en
ensayos médicos, siempre que sean beneficiosos; a los adventistas
les enseñan que deben hacer todo lo posible por apoyar la ley del
país y del gobierno de la época.
El doctor Gottlieb les mandó un mensaje de esmerada
redacción en el que solicitaba voluntarios que ayudaran a probar
“una medicina militar que también podría ejercer un efecto
beneficioso en la salud pública. En total se presentaron 2.200
voluntarios. Si los ensayos de la fiebre de Queensland funcionaban,
podía emplearse a los voluntarios para poner a prueba otros
patógenos más letales. Trasladaron a los adventistas hasta la base
Andrews, situada en las afueras de Washington. Habían pasado semanas
previas preparando lotes de fiebre Q en bajas dosis.
Los adventistas fueron trasladados al edificio sin
ventanas que dominaba el campamento. Los adventistas subieron en
ascensor hasta una estación de trabajo. Les dieron a todos una bata
larga de laboratorio, los condujeron a un espacio cerrado por paredes
de cristal y les dijeron que se pusieran una mascarilla conectada a
un tubo de goma. En la cabina de control adyacente, un técnico pulsó
un botón de un panel y una cantidad medida de un lote de fiebre Q
recorrió en silencio los tubos hasta las mascarillas. Al cabo de un
minuto la prueba había terminado. Dijeron a los voluntarios que se
quitaran las máscaras. La puerta se abrió y los llevaron a un
pabellón de aislamiento, en otra zona. Al día siguiente subieron a
otro grupo de adventistas y repitieron el proceso. A lo largo de los
días siguientes terinta y cuatro voluntarios presentaron síntomas
de fiebre Q. Respondieron con rápidez a la oxitetraciclina, un
potente antibiótico, y se recuperaron todos. Los resultados de las
pruebas de esputo revelaron que los patógenos se habían alojado en
el sistema respiratorio. La fiebre Q era un arma eficaz si se
pulverizaba. Lo único que hacía falta era aumentar la virulencia de
los patógenos. El doctor Gottlieb dio la orden a tal efecto. Luego
regresó a Washington para una reunión con el doctor Ewen Cameron en
su oficina.
Hubo un segundo experimento con fiebre Q, en el que
se usaron gérmenes más virulentos, el cual tuvo lugar en el campo
de pruebas de Dugway, en Utah. Un avión de transporte lleno de
adventistas aterrizó en la pista de aterrizaje de dicha base militar
en el verano de 1954. la prueba tendría lugar a la puesta del sol,
cuando amainara el viento que hacía rodar la artemisa por la arena.
Con la caída del ocaso, se escolto a los adventistas hacia la zona
de pruebas, una hilera de plataformas de madera situadas en una línea
de unos ochocientos metros a través del desierto. Todos los hombres
se habían dado una ducha con agua del tanque de un camión y se
habían puesto ropa limpia. A una distancia segura de la zona de
pruebas montaba guardia la policía militar. Se habían realizado las
últimas comprobaciones para asegurarse de que no se había colado
nadie con una cámara para grabar lo que estaba a punto de suceder.
En cada plataforma, sobre la que había un
adventista, se encontraba una jaula con una serie de macacos rhesus
metidos en cajas metálicas, de tal modo que sólo se les veía la
cabeza. En varias plataformas habían también conejillos de indias
encajonados. Cada una contaba con equipo de laboratorio para recoger
muestras del aire antes, durante y después de la prueba. Tranquilos,
con los brazos a los costados y la vista al frente, los adventistas
parecían los participantes de algún ritual antiguo.
Un generador cobró vida para alimentar el
semicírculo de aparatos diseminadores situados de cara a las
plataformas que ocupaban ochocientos metros del desierto. Los
microbios empezaron a surgir de las bocas de los diseminadores e,
invisibles a los ojos, avanzaron llevados por el viento hacia las
plataformas. Un científico activó su cronómetro para marcar el
inicio de la prueba. Otro, usando un megáfono, hablaba a los
adventistas y los invitaba a respirar con normalidad sin hacer mayor
cosa. En dos minutos, la prueba había terminado. Dos camiones se
acercaron a las plataformas. Los conductores llevaban traje de
laboratorio de goma, gafas protectoras y mascarilla. Un camión
recogió a los adventistas y el otro a los animales enjaulados y el
equipo de medición. Llevaron a los adventistas a las duchas y les
dijeron que se desvistieran. Llevaron su ropa a una cámara
incineradora cerrada y la quemaron mientras ellos se duchaban con un
agua teñida de violeta. Les dijeron que se pusieran la ropa con la
que habían llegado.
Mezclada con el germen de la fiebre Q había una
pequeña cantidad de LSD en polvo. Al cabo de unos días varios
adventistas habían dado muestras de comportamiento irracional,
destruyendo una posesión favorita o poniendo el mismo disco sin
parar. Con este tipo de experimentos, surgieron nuevamente las
acusaciones en medios de comunicación asiáticos y europeos
acusaciones a la CIA de organizar el uso de armas biológicas en la
guerra de Corea. El gobierno estadounidense de la época negó tales
acusaciones e incluso las tildó de montajes.
Ewnen Cameron, uno de los principales aliados de
Sidney Gottlieb, leyó y se documento sobre el uso alemán del gas
cloro: el inicio de la guerra química en la Primera Guerra Mundial.
Más de 5.000 soldados canadienses habían muerto en un ataque con
ese gas. Años más tarde, todavía conservaría entre sus documentos
privados una copia del informe de la autopsia que detallaba el efecto
de un ataque como ése sobre un soldado: “El cuerpo mostraba una
evidente decoloración de la cara, el cuello y las manos. Al abrir el
pecho, los dos pulmones saltaron hacia afuera. Cuando los sacaron
exudaron una enorme cantidad de fluido amarillento y espumoso, a
todas luces albuminoso, puesto que era suficiente batirlo un poco
para solidificarlo como clara de huevo. Las venas de la superficie
del cerebro estaban muy congestionadas y todos los vasos sanguíneos
sobresalían mucho”.
Pero esta historia continuará...
¡Bolívar y Chávez
viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria
Siempre!
¡Independencia y Patria
Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
*Abogado,Activista por los Derechos
Humanos,Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s
Socialistas (RENTSOC).http://juanmartorano.blogspot.com/
http://juanmartorano.wordpress.com/
,jmartoranoster@gmail .com
,j_martorano@hotmail.com
,juan _martoranocastillo@yahoo. com. ar . @juanmartorano (Cuenta en
Tuiter).
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