*JUAN MARTORANO.
La guerra biológica y el papel
que había desempeñado los Estados Unidos se experimentaba sobre aquellos
prisioneros estadounidenses, y por eso, William Buckley solicitaba más archivos
al respecto.
Empezó a leer una copia de los
voluminosos informes de la CIA sobre el enorme arsenal de armas tanto químicas
como biológicas de la Unión Soviética al final de la Segunda Guerra Mundial.
Estaban almacenadas en Ucrania, en los Urales y en las repúblicas islámicas.
Los arsenales se reservaban para el caso en que la Unión Soviética entrara en
conflicto con China. En los archivos, Buckley se topó con una serie de informes
alemanes de espionaje de la Segunda Guerra Mundial que detallaban la
preparación soviética para la guerra biológica, mucho más terrible que la
guerra nuclear.
Después del conflicto se trasladó
al Instituto Biológico del Ejército Rojo, situado a orillas del Río Volga y,
más tarde, a la localidad de Octashkov, al nordeste de Moscú, donde se centraba
el uso del ántrax, el cólera y la peste.
Un informe de los archivos
describía el proyecto de contagiar la peste a ratas y después soltarlas en
jaulas con paracaídas que se romperían con el impacto del aterrizaje y
liberarían a los roedores para que propagaran la enfermedad.
China también habría almacenado
ingentes cantidades de armas biológicas. Había iniciado su programa en 1940,
año en que un avión japonés había esparcido granos de arroz y trigo saturados
en ántrax sobre la ciudad de Chunsein, en la provincia de Chekiang. Un año más
tarde, otra ciudad china, Changteh, en la provincia de Hunan, había recibido
una lluvia parecida, en esta ocasión infectada de peste bubónica. El virus
había matado a docenas de personas. Durante la Segunda Guerra Mundial millares
de soldados chinos murieron víctimas de diversos gérmenes soltados desde
aviones. Sin embargo, China jamás tomó represalias. Con el estallido de la
guerra de Corea, en Washington había cundido el pánico de que Pekín recurriera
a armas biológicas. Se escogieron cuatro enfermedades para elaborar armas para
su uso contra Corea del Norte: ántrax, brucelosis, tularemia y psitacosis.
Frank Olson había trabajado con las cuatro. Fue esa experiencia la que lo llevó
a acompañar a Gottlieb a Corea del Sur en 1952, concluyó Buckley.
Buckley también estudió el
informe de una Comisión Científica Internacional para la investigación de los
hechos relativos a la guerra bacteriológica en Corea y China. Publicado en
1952, el informe de setecientas páginas concluía que “los pueblos de Corea y
China fueron usados en efecto, como blancos para armas bacteriológicas”. El
informe citaba un abanico de armas que
se había utilizado en Corea del Norte: estilográficas llenas de tinta infectada,
plumas de ave containadas con ántrax, pulgas, piojos y mosquitos portadores de
la fiebre amarilla y peste. Buckley sabía por experiencia que todos ellos eran
métodos que el doctor Gottlieb había propiciado.
Frank Olson se contaba entre los
enviados a Inglaterra para explotar la guerra biológica con el doctor William
Sargant, que más tarde le recordaría a Olson “el paradigma norteamericano en el
extranjero”. Un investigador de Porton Down le había contado a Olson que estaba
intentando procurarse un cocodrilo para crear un veneno basado en un extracto
de la vesícula biliar del animal. Otro químico había ideado un plan para
impregnar el cemento de construcción ampliamente usado en la Unión Soviética
con una sustancia que lo hiciera desmoronarse. Durante esas visitas a Gran
Bretaña Olson también había recopilado un surtido de venenos de molusco para
llevárselo a su laboratorio de Fort Detrick.
Buckley había leído informes que
sugerían que el doctor Gottlieb había autorizado la realización de experimentos
con quisling: noruegos que habían apoyado a los nazis en la Segunda Guerra
Mundial.
Otro de los investigadores de
nómina de la Agencia, Morse Allan, había trabajado con hongos traídos de las
junglas de Centroamérica, entre ellos el piule. Había triturado semillas de la
planta y las había probado en personas que George Hunter White había atraído
con malas artes a sus pisos francos.
Con el propósito aparente de
localizar a los nazis que habían en Suramérica, White viajó allí y entabló
contactos. Más tarde se los pasaría al doctor Gottlieb cuando éste buscaba
fuentes de la legendaria “seta mágica” usada por nuestros indígenas. Tras
regresar a Europa en 1952, White se había convertido en miembro de una
operación impulsada por la CIA con sede
en un complejo a las afueras de la ciudad alemana de Francfort. El edificio era
conocido como el hotel Himmler. Los experimentos realizados con “prescindibles”
a los que atiborraban de drogas y agentes biológicos. Luego, si sobrevivían
pero ya no les eran de utilidad, los mataban.
En otros laboratorios Buckley
encontró médicos que investigaban, entre muchas otras cosas, el grado en que
los problemas emocionales producían dolor cardíaco en algunos pacientes y si
eso se debía a una reducción del riego sanguíneo del corazón fruto de la
vasoconstricción o a una repentina demanda de oxígeno debida a un ataque de
ansiedad.
Antes de salir de Washington,
había preparado un documento sobre el estado de guerra biológica-química de
Estados Unidos, en el que sostenía que hacían falta cuatro millones de dólares
más para llevarlo a un “nivel aceptable”. Había recomendado que el dinero se
invirtiera en ampliar las instalaciones existentes, entre ellas el centro de
pruebas de Utah. Ese enclave sería usado para ensayar una versión mejorada de
la tularemia. También recomendaba que parte del dinero se destinase a realizar
pruebas para determinar si era posible sembrar nubes con ántrax. Al doctor
Gottlieb le había complacido oír que Kennedy le había prometido a Dulles que el
dinero estaría disponible si era elegido Presidente de los Estados Unidos, como
en efecto ocurrió.
El doctor Sargant me confirmó más
adelante que la conversación en ocasiones iba a parar al uso de armas
bioquímicas y que le había hablado a Cameron del uso de pacientes terminales de
cáncer en su hospital de Londres.
Uno de sus informadores era un
erudito alemán, el profesor Adolf Henning Frucht, que trabajaba para el
Instituto de Fisiología Industrial de Berlín Este. Su especialidad era
desarrollar nuevos métodos para detectar veneno en la atmósfera. Frucht le
había contado a Buckley que su última invención se basaba en la idea de que la
presencia de gas en el aire afectaba a las luciérnagas; el método era similar
al de los mineros que llevaban pájaros enjaulados para que los advirtieran de
la presencia de gas en las galerías.
Frucht resultó ser enseguida de
gran utilidad. Se las apañó para sacar de Alemania del Este en detalles del
trabajo del Pacto de Varsovia en armas químicas y biológicas. Una de ellas era
un agente nervioso capaz de conservar su efectividad muy por debajo del punto
de congelación. Los analistas de la CIA concluyeron que el agente nervioso
estaba diseñado para atacar las bases de alerta temprana de Estados Unidos en
Alaska.
En las semanas posteriores,
Frucht, corriendo un enorme riesgo, depositó en una serie de puntos de entrega
que Buckley había establecido en Alemania Occidental especialmente al efecto un
caudal de datos sobre agentes químicos y biológicos que se estaban
desarrollando en la Unión Soviética en aquel entonces. El centro de ese trabajo
se encontraba en Checoslovaquia, en el Instituto de Praga para la Higiene
Militar y el Instituto de Investigación Biológica de Techonin. Frucht se las
había ingeniado para identificar la sala del Instituto de Praga donde se
guardaban los gérmenes más peligrosos y letales. Se trataba de la 625, que
albergaba gérmenes tan mortíferos como la fiebre del Nilo, la rabia o la fiebre
amarilla, además de recipientes con esporas de ántrax.
Por razones de tiempo y espacio,
dejamos esta entrega hasta aquí, pero esta historia criminal aún continua.
¡Bolívar y Chávez viven, y sus
luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la victoria siempre!
¡Independencia y Patria
Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
*Abogado, Activista por los Derechos
Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas
(RENTSOC). www.juanmarorano.blogspot.com , www.juanmartorano.wordpress.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar, jmartoranoster@gmail.com @juanmartorano
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