Rubén Marcano
La semana pasada, gobierno y oposición hablaban de un estallido social. Por un lado, Cabello amenazando a Capriles que no se salvaría; y por el otro, factores de la MUD acusando a los bolivarianos de provocarlo para decretar un estado de emergencia.
A las constantes protestas en las principales arterias de la ciudad, bloqueándola, creando caos y rabia entre los ciudadanos, se unieron dos hechos aborrecibles: el saqueo de dos gandolas, una en Caracas, la otra en Valencia.
La de Caracas, fue saqueada con el chofer moribundo en el volante, que deja a las claras que hemos perdido humanidad, sentimiento, respecto. La muerte trágica, violenta, se ha hecho tan común, que ya no nos impresiona.
La prensa extranjera, no desaprovechó la oportunidad para meter gasolina a los acontecimientos, y por supuesto, los medios nacionales le dieron todo el espacio necesario.
No creo que lleguemos a un estallido social en el país, como se pusieron a pelear gobierno y oposición como si fuera un objetivo a lograr en el corto o mediano plazo, para ver quien causa más daño a la población o quien sale mejor parado de un evento catastrófico.
Por supuesto, hay razones para el descontento popular, nunca comparables a los eventos que marcaron la historia política y social del país, que produjo el advenimiento del comandante Chávez.
Diera la impresión que ahora sus hijos, sus ministros, trabajan de forma inconsciente para crear grados de insatisfacción entre la población.
Paso a enumerar algunos aspectos insoslayable en este debate:
Inflación: los mismo voceros del gobierno la sitúan entre 40-50%, la más alta de la era chavista.
Escasez: ubicada en un 30 al 35% de los productos básicos.
Subieron todos los productos regulados entre un 20 a un 35%.
La industria petrolera, con los 100 mil millones de dólares que produce anualmente, no es suficiente para asistir a una economía hundida, llena de huecos y con una pesada nómina burocrática que la liquida lentamente.
Bajaron la frecuencia de los Mercales a cielo abierto, así como la venta de pescado, pollo y carne que veíamos con frecuencia en años anteriores.
Los hospitales, pese a las enormes inversiones en reparaciones e insumos, siguen funcionando mal.
Los productos farmacéuticos subieron a niveles incontrolables.
Las reservas internacionales están por el piso; luego que en la época de Chávez eran una de las más fuertes en el mundo, percápitamente hablando.
Especulación: siempre existió, pero da la impresión que este año se soltaron todos los demonios. No hay mecanismo de medición para este rubro, tan presente y tan obvio en nuestra economía.
Inseguridad: disparada, pese a los esfuerzos de 15 planes implementados. El gobierno está sobrepasado en esta materia: siguen los secuestros, atracos, robos, hurtos, violaciones, muertes violentas, y la guinda: el motel en que convirtieron la cárcel de Sabaneta con niños y mujeres conviviendo, en las narices de los custodios, la guardia y ministra Varela.
Misiones: desde la muerte del Comandante, da la impresión que pasaron al segundo plano. No tienen la misma palanca que las impulsaba, monitoreaba y supervisaba con sentido crítico. No tienen al hombre de carne y hueso que se preocupaba por los pobres, que padecía sus problemas y se consumía para resolverlos.
En estallido social no sobrevendrá por el saqueo, el sacudón de los sectores populares, que están claros que la estructura política, comunal, social y económica que creó Chávez fue para beneficiarlos, y no irán contra ese proyecto, pese a estar desatendido por sus hijos.
El estallido social vendrá el 8-D cuando los bolivarianos pasen factura al los actuales dirigentes del PSUV, que definitivamente les está quedando grande solucionar los problemas urgentes que reclama el país.
Ese será el verdadero estallido político, no el social como pretender colarlo entre la población.
A las constantes protestas en las principales arterias de la ciudad, bloqueándola, creando caos y rabia entre los ciudadanos, se unieron dos hechos aborrecibles: el saqueo de dos gandolas, una en Caracas, la otra en Valencia.
La de Caracas, fue saqueada con el chofer moribundo en el volante, que deja a las claras que hemos perdido humanidad, sentimiento, respecto. La muerte trágica, violenta, se ha hecho tan común, que ya no nos impresiona.
La prensa extranjera, no desaprovechó la oportunidad para meter gasolina a los acontecimientos, y por supuesto, los medios nacionales le dieron todo el espacio necesario.
No creo que lleguemos a un estallido social en el país, como se pusieron a pelear gobierno y oposición como si fuera un objetivo a lograr en el corto o mediano plazo, para ver quien causa más daño a la población o quien sale mejor parado de un evento catastrófico.
Por supuesto, hay razones para el descontento popular, nunca comparables a los eventos que marcaron la historia política y social del país, que produjo el advenimiento del comandante Chávez.
Diera la impresión que ahora sus hijos, sus ministros, trabajan de forma inconsciente para crear grados de insatisfacción entre la población.
Paso a enumerar algunos aspectos insoslayable en este debate:
Inflación: los mismo voceros del gobierno la sitúan entre 40-50%, la más alta de la era chavista.
Escasez: ubicada en un 30 al 35% de los productos básicos.
Subieron todos los productos regulados entre un 20 a un 35%.
La industria petrolera, con los 100 mil millones de dólares que produce anualmente, no es suficiente para asistir a una economía hundida, llena de huecos y con una pesada nómina burocrática que la liquida lentamente.
Bajaron la frecuencia de los Mercales a cielo abierto, así como la venta de pescado, pollo y carne que veíamos con frecuencia en años anteriores.
Los hospitales, pese a las enormes inversiones en reparaciones e insumos, siguen funcionando mal.
Los productos farmacéuticos subieron a niveles incontrolables.
Las reservas internacionales están por el piso; luego que en la época de Chávez eran una de las más fuertes en el mundo, percápitamente hablando.
Especulación: siempre existió, pero da la impresión que este año se soltaron todos los demonios. No hay mecanismo de medición para este rubro, tan presente y tan obvio en nuestra economía.
Inseguridad: disparada, pese a los esfuerzos de 15 planes implementados. El gobierno está sobrepasado en esta materia: siguen los secuestros, atracos, robos, hurtos, violaciones, muertes violentas, y la guinda: el motel en que convirtieron la cárcel de Sabaneta con niños y mujeres conviviendo, en las narices de los custodios, la guardia y ministra Varela.
Misiones: desde la muerte del Comandante, da la impresión que pasaron al segundo plano. No tienen la misma palanca que las impulsaba, monitoreaba y supervisaba con sentido crítico. No tienen al hombre de carne y hueso que se preocupaba por los pobres, que padecía sus problemas y se consumía para resolverlos.
En estallido social no sobrevendrá por el saqueo, el sacudón de los sectores populares, que están claros que la estructura política, comunal, social y económica que creó Chávez fue para beneficiarlos, y no irán contra ese proyecto, pese a estar desatendido por sus hijos.
El estallido social vendrá el 8-D cuando los bolivarianos pasen factura al los actuales dirigentes del PSUV, que definitivamente les está quedando grande solucionar los problemas urgentes que reclama el país.
Ese será el verdadero estallido político, no el social como pretender colarlo entre la población.
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