Mariadela Linares
Aunque una minoría dentro de la oposición asume posturas más o menos decentes, lo cierto es que sus cabezas más visibles no pueden disimular su regocijo frente a la difícil situación que vive el Jefe del Estado venezolano. La voracidad con que preguntan, repreguntan e intentan averiguar, más allá de responder a un sano deseo de información, lo único que busca es satisfacer el ansia necrofílica que los devora. Actúan como verdaderas aves de rapiña, muy distantes por cierto de las prédicas religiosas con que acompañan su verborrea.
La negatividad que emana de su frustración les impide construir, aportar, emitir opiniones de las cuales pueda sacarse algún provecho, sin importar los disentimientos y sobre esa base, tender puentes de mínimo entendimiento. Los que intentan asomar alguna frescura a sus opiniones y se expresan, por tanto, con un poco más de sindéresis, son inmediatamente sepultados bajo el peso de una avalancha de insultos y descalificaciones. Pregúntense en secreto, a sí mismos, qué les ha hecho Chávez, en lo particular, para que lo odien tanto, y tal vez entiendan que son pocos los que tienen una respuesta al respecto.
Más allá de la oligarquía que ha perdido espacios de poder o los grandes empresarios que ya no hacen gala del monopolio, o terratenientes expropiados de los inmensos latifundios que tenían acaparados, pocos pueden decir que han sido perjudicados por la gestión del gobierno, mientras millones han resultado beneficiados con mejor calidad de vida, educación, salud, vivienda, y un largo etcétera que no cabe enumerar aquí.
No terminan de decir que lo que más ansían es ver el cadáver del Presidente. Pero no entienden que alguien que ha entregado sus fuerzas, su humanidad entera y la vida misma, en función de un sueño de patria grande, que hoy es realidad latinoamericana, ya está por encima de esas mezquindades y miserias. Chávez hace tiempo entró en la historia y lo hizo por la puerta grande de los grandes hombres. Pobres los que han sido incapaces de ubicarse a la altura de los tiempos y se desvelan por un desenlace que nunca les será favorable, porque Chávez hoy recorre el continente convertido en pueblo indestructible. ¡No volverán!
Mariadela Linares
Mlinar2004@yahoo.es
La negatividad que emana de su frustración les impide construir, aportar, emitir opiniones de las cuales pueda sacarse algún provecho, sin importar los disentimientos y sobre esa base, tender puentes de mínimo entendimiento. Los que intentan asomar alguna frescura a sus opiniones y se expresan, por tanto, con un poco más de sindéresis, son inmediatamente sepultados bajo el peso de una avalancha de insultos y descalificaciones. Pregúntense en secreto, a sí mismos, qué les ha hecho Chávez, en lo particular, para que lo odien tanto, y tal vez entiendan que son pocos los que tienen una respuesta al respecto.
Más allá de la oligarquía que ha perdido espacios de poder o los grandes empresarios que ya no hacen gala del monopolio, o terratenientes expropiados de los inmensos latifundios que tenían acaparados, pocos pueden decir que han sido perjudicados por la gestión del gobierno, mientras millones han resultado beneficiados con mejor calidad de vida, educación, salud, vivienda, y un largo etcétera que no cabe enumerar aquí.
No terminan de decir que lo que más ansían es ver el cadáver del Presidente. Pero no entienden que alguien que ha entregado sus fuerzas, su humanidad entera y la vida misma, en función de un sueño de patria grande, que hoy es realidad latinoamericana, ya está por encima de esas mezquindades y miserias. Chávez hace tiempo entró en la historia y lo hizo por la puerta grande de los grandes hombres. Pobres los que han sido incapaces de ubicarse a la altura de los tiempos y se desvelan por un desenlace que nunca les será favorable, porque Chávez hoy recorre el continente convertido en pueblo indestructible. ¡No volverán!
Mariadela Linares
Mlinar2004@yahoo.es
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