Marbelys Mavárez Laguna
Siguiendo la doctrina tradicional, la década de los ochenta ha quedado registrada como una década perdida. Para los países de América Latina y El Caribe, este período se presentó como una aplanadora, pues se implementaron con fuerza irreversible un conjunto de políticas que, en nada, tenían relación con la dinámica inherente a estos países, alterando sus modos de existencia, sus prácticas y, con especial énfasis, desconociendo la dimensión social. El resultado fue un innegable empobrecimiento de tales países con las consecuencias conocidas por nosotros.
La denominada mundialización o globalización de la economía, así como la aplicación de las recetas del Consenso de Washington (liberalización, privatización y desregularización) generaron efectos adversos en millones de seres humanos de la América Meridional, quienes, sencillamente, quedaron excluidos de la posibilidad de tener una vida en dignas condiciones.
Del empobrecimiento sistemático
No hubo organismo alguno que pudiera disfrazar las cifras o indicadores económicos y sociales (por sólo mencionar dos variables) de los países de América Latina y El Caribe. Incluso la CEPAL llegó a reportar los siguientes datos. A principios del año 2000, alrededor de 250 millones de latinoamericanos/as y caribeños/as se encontraban en situación de pobreza o, mejor aún, empobrecidos.
Cuando Carlos Andrés Pérez asumió, por segunda vez, la Presidencia de la República de Venezuela, el 02 de Febrero de 1989, nunca imaginó lo que ocurriría apenas veinticinco días después. Jamás hubiera pasado por su mente que, luego del ostentoso –por no decir caprichoso- agasajo en el Teatro Teresa Carreño, pasaría a la historia como uno de los peores gobiernos no sólo de Venezuela, sino de la América Latina. Se trató de un Gobierno que nos dejó lecciones, las cuales quedaron selladas en el imaginario de la gente…
A esa ceremonia “triunfal”, con aroma de Poison de Dior y de Polo, de Ralph Laurent, asistieron presidentes y personalidades, de la talla de Fidel Castro, Daniel Ortega, Balaguer, el Vicepresidente de los EEUU; Alan García, Julio María Sanguinetti, Virgilio Barco, Azcona, Borja, Oscar Arias, Gabriel García Márquez, Jimmy Carter, Willy Brandt, Felipe González, Miguel de Scoto… entre otros tantos. (El día que bajaron los cerros; 1989: 17-20)
Fue, justamente, lo que Carlos Andrés se reservó ese 2 de Febrero de 1989, lo que ocasionó que las masas dejaran sus ranchos para reclamar lo que históricamente los gobiernos le habían despojado. Bastó con el anuncio y materialización de las medidas que posteriormente posibilitaron el aumento de los precios, la congelación de los salarios, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional… para que Venezuela se alzara. El llamado “caracazo” trascendió Caracas.
Aunque en honor a la “verdad verdadera”, de lo que se trató fue de una explosión social producto del agotamiento de un modelo que se reprodujo sistemáticamente desde el Pacto de Punto Fijo. Un esquema que conspiraba contra el bienestar del pueblo, arrebatándole su felicidad y empobreciendo no sólo su condición de vida, sino su existencia misma. Las medidas anunciadas por CAP sólo representaron el aventón que requería el pueblo para quitarse, de una vez como ocurrió ese 27F, el velo de su existencia.
La primera manifestación de la sublevación empezó con los aumentos hechos por la ruta Caracas- Guarenas- Guatire. Este incremento expresaba un 60% ó más por encima del anunciado en Gaceta Oficial. De manera tal que desde Guarenas hasta Caracas (y viceversa) los usuarios debían cancelar 10 bolívares. Y desde Guatire hasta Caracas (y viceversa) los usuarios debían pagar 12 bolívares. No obstante, los choferes plantearon que el pago debía ser de 16 y 18 bolívares respectivamente. (El día que bajaron los cerros; Ob. cit: 25). Por cierto, este aumento era el preámbulo de una escalada del incremento de bienes y servicios. Dicho sea de paso, aumentar el precio de la gasolina y del transporte (en tales magnitudes) resultaba inexplicable en un país productor de petróleo.
La acción de masas se tornó un hecho “político”
El 27F es un día en el cual la gente se resistió ante un sistema que, además de asumirlo como sujeto pasivo, de cosificarlo y de confiscarle sus vidas, se reveló frente a la lógica de un modelo político que se había naturalizado hasta entonces. La gente comenzó a comprender que el hilo histórico puede tener otro rostro toda vez que el pueblo, lleno de conciencia, asuma sus designios. De tal manera que la acción de los gobiernos hasta el período de Gobierno de CAP, en 1993, quedará en el tiempo como de los más opresores: opresores materiales y de la conciencia de los seres humanos. Por tal razón, como lo ha señalado Roland Denis, el 27F de 1989 es, además, un día en el que los movimientos sociales se politizaron. Se trata entonces, en especial, de un hecho verdaderamente político.
Aunque el 27 de Febrero de 1989 fue, en un primer momento, una acción espontánea de masas, producto del agotamiento del modelo político, económico y social que había prevalecido en el país, y es cierto también que en primera instancia no tuvo objetivos políticos definidos, significó un cuestionamiento al “orden” establecido, por imposición, el cual era ya insoportable para las mayorías venezolanas. La revuelta social se extendió durante tres días con una ola de saqueos en la capital y otras ciudades venezolanas… El Gobierno, para mitigar o anular las acciones del pueblo, militarizó el país y se suspendieron las garantías constitucionales. La acción fue sofocada a tiros por el Ejército y la policía, lo que dejó un saldo de entre 300 y, quizás, tres mil muertos, según diversas fuentes.
El 27 de Febrero de 1989 ha quedado registrado como la mayor masacre cometida contra el pueblo venezolano, por parte del Gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien echó mano de la Fuerza Armada para arremeter contra la población. Este hecho, vale señalar, produjo intensos procesos de reflexión en la Fuerza Armada venezolana, aparato del Estado que se interpeló a sí misma: ¿cómo asesinar al pueblo, del cual provengo? De allí que la Fuerza Armada, su rol y su función, esté ahora plagada de una nueva lógica y conciencia, que da al traste con ese aparato ideológico del Estado que otrora se encargaba de la reproducción del sistema de dominación.
Las políticas públicas ejecutadas por los gobiernos inscritos en el período de la Cuarta República, no hay duda, iban a contracorriente de las bases de nuestra soberanía e independencia…Otro aspecto, no menos importante, fue el panorama de miseria ocasionada por la deuda externa contraída con los organismos financieros internacionales: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo.
Pues bien, este evento significó el quiebre del modelo político instaurado a partir del Pacto de Punto Fijo, acuerdo de gobernabilidad mediante el cual los actores políticos y sociales del momento, en conjunción con las principales instituciones de la burguesía, como Fedecámaras, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, se comprometían a defender a la democracia representativa, como forma política, y al capitalismo basado en nuestro caso en la exportación segura de petróleo barato.
En lo económico el modelo evidenció su agotamiento debido a la exacerbada fuga de capitales, originada por el viernes negro de Febrero de 1983, período en el cual se implementó una importante devaluación de la moneda para dar freno a la fuga de capitales.
En la dimensión social es claro que el Estado, cada vez con más fuerza, se desentendía del área social. “Lo social” representaba un gasto, por tanto, las acciones de Gobierno no estaban dirigidas a atender esa dimensión. Ese Estado, etéreo, lejano de las bases, de oídos sordos a las presiones que emanaban de la estructura societaria, también fortaleció sus atribuciones autoritarias y aparatos represivos (a través de la policía y del Ejército) poniéndolos a punto para neutralizar la protesta social, a través, entre otras tácticas, de la criminalización de la protesta.
Este escenario, el 27F, adquirió un gran contenido, significación, más allá del alzamiento de las bases. Se convirtió, en sí misma, en una propuesta de resistencia, de antítesis del orden reinante. Se volvió una acción que amalgamó la lucha del pueblo venezolano, el empoderamiento respecto del país y de la forma de conducirlo…. originando nuevas fórmulas de participación y organización que hoy siguen edificándose. Ese 27F fue un grito de las bases populares que se alimentó de una metodología propia y moldeó un discurso, también propio. Ambos inacabados.
(*) Periodista. Trabajadora Social. Profesora Universitaria
La denominada mundialización o globalización de la economía, así como la aplicación de las recetas del Consenso de Washington (liberalización, privatización y desregularización) generaron efectos adversos en millones de seres humanos de la América Meridional, quienes, sencillamente, quedaron excluidos de la posibilidad de tener una vida en dignas condiciones.
Del empobrecimiento sistemático
No hubo organismo alguno que pudiera disfrazar las cifras o indicadores económicos y sociales (por sólo mencionar dos variables) de los países de América Latina y El Caribe. Incluso la CEPAL llegó a reportar los siguientes datos. A principios del año 2000, alrededor de 250 millones de latinoamericanos/as y caribeños/as se encontraban en situación de pobreza o, mejor aún, empobrecidos.
Cuando Carlos Andrés Pérez asumió, por segunda vez, la Presidencia de la República de Venezuela, el 02 de Febrero de 1989, nunca imaginó lo que ocurriría apenas veinticinco días después. Jamás hubiera pasado por su mente que, luego del ostentoso –por no decir caprichoso- agasajo en el Teatro Teresa Carreño, pasaría a la historia como uno de los peores gobiernos no sólo de Venezuela, sino de la América Latina. Se trató de un Gobierno que nos dejó lecciones, las cuales quedaron selladas en el imaginario de la gente…
A esa ceremonia “triunfal”, con aroma de Poison de Dior y de Polo, de Ralph Laurent, asistieron presidentes y personalidades, de la talla de Fidel Castro, Daniel Ortega, Balaguer, el Vicepresidente de los EEUU; Alan García, Julio María Sanguinetti, Virgilio Barco, Azcona, Borja, Oscar Arias, Gabriel García Márquez, Jimmy Carter, Willy Brandt, Felipe González, Miguel de Scoto… entre otros tantos. (El día que bajaron los cerros; 1989: 17-20)
Fue, justamente, lo que Carlos Andrés se reservó ese 2 de Febrero de 1989, lo que ocasionó que las masas dejaran sus ranchos para reclamar lo que históricamente los gobiernos le habían despojado. Bastó con el anuncio y materialización de las medidas que posteriormente posibilitaron el aumento de los precios, la congelación de los salarios, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional… para que Venezuela se alzara. El llamado “caracazo” trascendió Caracas.
Aunque en honor a la “verdad verdadera”, de lo que se trató fue de una explosión social producto del agotamiento de un modelo que se reprodujo sistemáticamente desde el Pacto de Punto Fijo. Un esquema que conspiraba contra el bienestar del pueblo, arrebatándole su felicidad y empobreciendo no sólo su condición de vida, sino su existencia misma. Las medidas anunciadas por CAP sólo representaron el aventón que requería el pueblo para quitarse, de una vez como ocurrió ese 27F, el velo de su existencia.
La primera manifestación de la sublevación empezó con los aumentos hechos por la ruta Caracas- Guarenas- Guatire. Este incremento expresaba un 60% ó más por encima del anunciado en Gaceta Oficial. De manera tal que desde Guarenas hasta Caracas (y viceversa) los usuarios debían cancelar 10 bolívares. Y desde Guatire hasta Caracas (y viceversa) los usuarios debían pagar 12 bolívares. No obstante, los choferes plantearon que el pago debía ser de 16 y 18 bolívares respectivamente. (El día que bajaron los cerros; Ob. cit: 25). Por cierto, este aumento era el preámbulo de una escalada del incremento de bienes y servicios. Dicho sea de paso, aumentar el precio de la gasolina y del transporte (en tales magnitudes) resultaba inexplicable en un país productor de petróleo.
La acción de masas se tornó un hecho “político”
El 27F es un día en el cual la gente se resistió ante un sistema que, además de asumirlo como sujeto pasivo, de cosificarlo y de confiscarle sus vidas, se reveló frente a la lógica de un modelo político que se había naturalizado hasta entonces. La gente comenzó a comprender que el hilo histórico puede tener otro rostro toda vez que el pueblo, lleno de conciencia, asuma sus designios. De tal manera que la acción de los gobiernos hasta el período de Gobierno de CAP, en 1993, quedará en el tiempo como de los más opresores: opresores materiales y de la conciencia de los seres humanos. Por tal razón, como lo ha señalado Roland Denis, el 27F de 1989 es, además, un día en el que los movimientos sociales se politizaron. Se trata entonces, en especial, de un hecho verdaderamente político.
Aunque el 27 de Febrero de 1989 fue, en un primer momento, una acción espontánea de masas, producto del agotamiento del modelo político, económico y social que había prevalecido en el país, y es cierto también que en primera instancia no tuvo objetivos políticos definidos, significó un cuestionamiento al “orden” establecido, por imposición, el cual era ya insoportable para las mayorías venezolanas. La revuelta social se extendió durante tres días con una ola de saqueos en la capital y otras ciudades venezolanas… El Gobierno, para mitigar o anular las acciones del pueblo, militarizó el país y se suspendieron las garantías constitucionales. La acción fue sofocada a tiros por el Ejército y la policía, lo que dejó un saldo de entre 300 y, quizás, tres mil muertos, según diversas fuentes.
El 27 de Febrero de 1989 ha quedado registrado como la mayor masacre cometida contra el pueblo venezolano, por parte del Gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien echó mano de la Fuerza Armada para arremeter contra la población. Este hecho, vale señalar, produjo intensos procesos de reflexión en la Fuerza Armada venezolana, aparato del Estado que se interpeló a sí misma: ¿cómo asesinar al pueblo, del cual provengo? De allí que la Fuerza Armada, su rol y su función, esté ahora plagada de una nueva lógica y conciencia, que da al traste con ese aparato ideológico del Estado que otrora se encargaba de la reproducción del sistema de dominación.
Las políticas públicas ejecutadas por los gobiernos inscritos en el período de la Cuarta República, no hay duda, iban a contracorriente de las bases de nuestra soberanía e independencia…Otro aspecto, no menos importante, fue el panorama de miseria ocasionada por la deuda externa contraída con los organismos financieros internacionales: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo.
Pues bien, este evento significó el quiebre del modelo político instaurado a partir del Pacto de Punto Fijo, acuerdo de gobernabilidad mediante el cual los actores políticos y sociales del momento, en conjunción con las principales instituciones de la burguesía, como Fedecámaras, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, se comprometían a defender a la democracia representativa, como forma política, y al capitalismo basado en nuestro caso en la exportación segura de petróleo barato.
En lo económico el modelo evidenció su agotamiento debido a la exacerbada fuga de capitales, originada por el viernes negro de Febrero de 1983, período en el cual se implementó una importante devaluación de la moneda para dar freno a la fuga de capitales.
En la dimensión social es claro que el Estado, cada vez con más fuerza, se desentendía del área social. “Lo social” representaba un gasto, por tanto, las acciones de Gobierno no estaban dirigidas a atender esa dimensión. Ese Estado, etéreo, lejano de las bases, de oídos sordos a las presiones que emanaban de la estructura societaria, también fortaleció sus atribuciones autoritarias y aparatos represivos (a través de la policía y del Ejército) poniéndolos a punto para neutralizar la protesta social, a través, entre otras tácticas, de la criminalización de la protesta.
Este escenario, el 27F, adquirió un gran contenido, significación, más allá del alzamiento de las bases. Se convirtió, en sí misma, en una propuesta de resistencia, de antítesis del orden reinante. Se volvió una acción que amalgamó la lucha del pueblo venezolano, el empoderamiento respecto del país y de la forma de conducirlo…. originando nuevas fórmulas de participación y organización que hoy siguen edificándose. Ese 27F fue un grito de las bases populares que se alimentó de una metodología propia y moldeó un discurso, también propio. Ambos inacabados.
(*) Periodista. Trabajadora Social. Profesora Universitaria
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