miércoles, 16 de enero de 2013

Cuando la razón se impone.


ANTONIO BLANCO SEQUERA
ablancosequera@gmail.com
“Un verdadero revolucionario está movido por los más altos sentimientos de amor”. Che
Ciertamente la coyuntura política en nuestro país es delicada, pero lo que hay que destacar de ella es el hecho real de la respuesta de un pueblo que ha sabido, por su madurez política y su conciencia revolucionaria cada día más fortalecida, entender el momento histórico y estar a la altura del mismo.
Me refiero en este momento a este aspecto por situaciones que se han observado por parte de los sectores que nos adversan, muchos de ellos por un odio inoculado desde los laboratorios de guerra psicológica de los medios de comunicación social nacionales e internacionales. Estas manipulaciones han llegado al extremo de que hay ciudadanos que han olvidado su cualidad de ser humano y han aflorado las más bajas miserias, algo que en nosotros los venezolanos es muy extraño por nuestro carácter humanista, la manipulación es tal que han hecho que todo lo que parezca o se relacione con Chávez o el chavismo sea satanizado y estéticamente aborrecido.
Pero así como se despiertan sentimientos malos también emergen los más bellos y admirables sentimientos de amor. Hoy la nación entera es un coro de bendiciones, a pesar del esfuerzo que la mass media hace a diario para condicionarnos hacia una conducta de odio.
La demostración que hiciera el animador Winston Vallenilla en la manifestación popular de apoyo al comandante Chávez, es un claro reflejo de cómo en estos momentos lo que se está imponiendo en Venezuela es la razón y la dignidad ante el chantaje y la manipulación. Manipulación que se debe a las condiciones “estéticas” que los medios le imprimieron al proceso bolivariano, en el que ser chavista era ser “feo” y “tierruo”.
Veo muy positivo, a pesar de la clara tristeza que embarga a los revolucionarios en Venezuela, el hecho de que esta difícil situación –que sabremos superar– nos servirá para que afloren de una vez por todas, la verdadera identidad y sentimientos de nuestro gentilicio, por el cual somos admirados en el mundo.

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