NELSON GUZMÁN
La dictadura que instauró Marcos Pérez Jiménez en Venezuela hasta 1958 señala el vacío que significa todo régimen dictatorial. El país se llenó de sangre, se acabó la tolerancia política y afloraron las pasiones más perversas del espíritu humano. Los militantes del Partido Comunista, de URD y de Acción Democrática no conocieron paz en aquellos años de horror. El derecho a la libre expresión se transformó en miedo. La policía política de Pérez Jiménez era capaz de todo. El asesinato político dejó una honda huella de sufrimiento en las familias venezolanas.
Leonardo Ruiz Pineda fue acribillado en San Agustín. La dictadura no se inhibía con respecto a los crímenes. Los venezolanos fueron sometidos a los presidios más infames. La Academia de Chorrillos había preparado bien al dictador, todo intento de disentir se pagaba con la muerte, o con la cárcel. El despiadado Pedro Estrada, Miguel Silvio Sanz de la policía política fueron las responsables del asesinato de Genaro Salinas, los venezolanos estuvieron acosados pero nunca callados, la resistencia civil nunca dejó de existir.
Caracas se convirtió en una ciudad de cemento. La modernidad quería borrar el pasado, dando paso a las grandes autopistas y a obras monumentales como el sistema de electrificación del río Caroní. En esta época se construyeron las modernas instalaciones de la UCV y muchas obras de importancia. La dictadura sumió al pueblo en el espanto, se seguían repitiendo con técnicas modernas los caminos represivos de Juan Vicente Gómez.
Los venezolanos no tenían derecho a la libre expresión, la policía política estaba allí para encarcelar, torturar y satanizar a todo aquel que disintiera del gobierno. La persecución incluía el exilio y la desaparición física y el campo de concentración. Los intelectuales yacían encerrados en las cárceles o exiliados. El Estado de derecho se había acabado en Venezuela. El régimen tuvo como sustento la divisa del miedo. La característica fundamental fue el irrespeto a la pluralidad ideológica. Las Fuerzas Armadas estuvieron en ese momento al servicio del peculado, del enriquecimiento y del servilismo político con respecto a las apetencias del capital internacional.
Sin embargo, los goznes del poder se debilitaron, el ala institucionalista de las Fuerzas Armadas unida con la Junta Patriótica depusieron el 23 de enero de 1958 a una dictadura de 8 años. Las aguas del país habían tomado un camino preocupante. Carlos Delgado Chalbaud había sido asesinado por Rafael Simón Urbina. El magnicidio como figura primitiva se había manifestado. A este respecto muchas opiniones acusan a Pérez Jiménez de haber fraguado la muerte de Carlos Delgado Chalbaud. De todas formas un hilo constante se seguía presentando en el país: la violencia. Ese mismo esquema del magnicidio ha seguido en el ambiente político, la oposición venezolana ha jugado todas sus cartas, hasta la del asesinato de Chávez.
La Venezuela de Chávez conoció el Llagunazo y la efímera dictadura de Pedro Carmona Estanga. Los militares golpistas subieron al poder desconociendo la decisión electoral del pueblo venezolano, que eligió a Chávez como Presidente Constitucional. En tan sólo dos días en el mando disolvieron la Asamblea Nacional y secuestraron a Chávez en La Orchila. Este golpe contó con la anuencia del presidente Aznar en España y con la venia del gobierno norteamericano. Al estilo del golpe de 1973 liderado por Augusto Pinochet, se depuso al gobierno elegido. No se respetó la inmunidad parlamentaria de los diputados de la V República.
La vuelta al poder sería cosa de dos días. El pueblo venezolano izando la bandera de la libertad se lanzó a la calle reclamando la aparición del presidente Chávez. Era imposible no escuchar el llamado, de persistir Pedro Carmona Estanga tozudamente en el gobierno, corría el riesgo de desatar una guerra civil. La jugada del capital internacional de derrocar a Chávez no podía tener éxito, excluía al pueblo venezolano. Los líderes sindicales Carlos Ortega y Manuel Cova le recordaban al pueblo los días de la IV República.
Inmediatamente después del golpe y habiendo quedado Acción Democrática por fuera llaman a desconocer el gobierno de Carmona. Los militares golpistas no llegan a tener el control de la ciudad de Caracas. El pueblo se lanza a las calles. Los medios de comunicación empiezan a manejar la hipótesis de la renuncia de Chávez. A diferencia de Marcos Pérez Jiménez que fue un dictador caído y sepultado por la voluntad del pueblo, comienza la movilización popular reclamando la figura de Chávez. El pueblo comprende que el entramado de la oposición es golpista, se juega al caos, al boicot.
Con la Venezuela de Chávez las Fuerzas Armadas venezolanas comienzan a cambiar. Las milicias populares son creadas para solventar cualquier incertidumbre que se pueda desatar. Las Fuerzas Armadas se incorporan al proceso de educación del pueblo. La idea de la Misión Ribas de crear una escuela en cada esquina fragua el pensamiento de que algo está cambiando. Las misiones se imponen como el apoyo esperado por décadas y se materializa con la ayuda cubana. La campaña de descrédito no se hace esperar. La izquierda conversa resalta y se da la mano con líderes en entredicho pertenecientes a la IV República.
Los une una sola idea, sacar a Chávez del poder, satanizarlo. En sus almas la democracia cuartorrepublicana sigue conservando el guión del golpe y del magnicidio, no se han dado cuenta de que aquellos días de primitivismo parecieran estar muy lejos. La oposición venezolana no critica las invasiones internacionales que realiza Estados Unidos de Norteamérica. El occidente capitalista se quita la máscara y justifica las guerras provocadas de Siria, de Egipto, pero calla las atrocidades que el imperio norteamericano realiza en la base de Guantánamo en Cuba.
Los Estados Unidos incitan a cada rato al odio mundial, auspician las políticas de exterminio llevadas a cabo por el Estado de Israel contra el pueblo palestino. El sionismo constituye un malestar flagrante en la cultura, se crea un estado artificial que se considera con derecho a portar sobre sus hombros las medidas del bien y del mal.
Hoy día está en peligro la vida en el planeta, las lluvias ácidas, el recalentamiento global constituyen una espada de Damocles sobre el cuello de la humanidad. La única garantía del acuerdo internacional es la paz. Las banderas que han portado desde siempre los grupos democráticos no han claudicado. El derecho de la mujer a llevar una vida libre de violencia es un principio innegociable. El derecho a la alimentación y a disponer de escuelas que tienen los pueblos del mundo es innegociable. La democracia socialista se fortalecerá en la medida que sea capaz de educar a las multitudes en la sapiencia y en la idea de que tienen derecho a la vida y a la medicina social.
La limitación del 23 de enero de 1958 fue que desde su arranque se le dio el control a la burguesía. Domingo Alberto Rangel resalta que hubo poca vocación de ejercer el poder y llevar a las masas por el camino de la democracia radical. La democracia venezolana de esa etapa se sujetó al esquema desarrollista. Las cúpulas controlaron el poder omnímodo.
El discurso de la derecha tecla la emocionalidad del pueblo resaltando lo negativo, lo que no se ha corregido en los 14 años de gobierno de Chávez, olvidando señalar con claridad sus filiaciones políticas y económicas con el discurso neoliberal. El intento de disfrazarse es sostenido. Se vuelve poco creíble para un pueblo que gente que no hizo nada durante los 40 años de la Cuarta República tenga algún compromiso hacia una ciudadanía que marcha con paso firme sosteniendo las banderas del cambio.
El 23 de enero fue una lucha ejemplar contra el autoritarismo y la corrupción imperante. Se intentaron modernizar las instituciones del Estado, se comprendió que un país sin democracia es presa fácil de sus depredadores. El 23 de enero al igual que el 4 de febrero echaron mano a las fuerzas históricas y libertarias del pueblo venezolano. La clave del 23 de enero fue la búsqueda de la justicia social.
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