Alba Carosio / Araña feminista en el Correo del Orinoco
Simone de Beauvoir afirmaba que la burguesía tiene miedo. La destrucción de los privilegios y de las diferencias ventajosas, la inclusión y el ejercicio de derechos extendido a todas y todos, lo sienten como un desastre general que puede arrasarlo todo. Nadie ha vulnerado sus derechos, pero al materializarse su extensión a toda la población, sienten que se les han arrebatado sus viejos privilegios. Hasta ahora, gracias a los mecanismos creados la burguesía conciliaba sin grandes dificultades la idea de justicia y la realidad de sus intereses.
“Situarse a la derecha es temer por lo que existe”, recuerda Beauvoir con Jules Romain. La derecha aspira a que el orden del universo, con sus jerarquías convenientes y delimitadas, permanezca tanto como sea posible. El temor es el resorte principal del pensamiento de la derecha, por eso la reiteración machacona de la idea de que el primer y único problema de “la gente” es la inseguridad, por sobre ningún otro.
De lo que se deduce que no es ni el hambre, ni la desnutrición, ni la mortalidad infantil, ni la pobreza, ni la falta de agua, de cloacas, de luz, de pavimento, de vivienda, de trabajo digno, ni el analfabetismo, ni los embarazos de miles de niñas y de adolescentes, ni los consiguientes miles de abortos clandestinos y de consiguientes muertas, no, nada de eso es un problema tan grave como el de la in-se-gu-ri-dad.
No extraña entonces que la derecha, de manera completamente consciente, tilde de violento a cualquier sector que se movilice.
Y contra la violencia se manifiesta la “gente de bien”, con sus pieles lustrosas, sus ropas pulcras, con su lenguaje edulcorado y correctamente democrático, producto del marketing y una educación bilingüe. Una nueva generación de extrema derecha ha entrado a la escena política, y con ella algunas mujeres que ponen la cara bonita para que los mensajes no resulten tan extremistas, y encarnen de manera más amable la búsqueda de la seguridad conservadora, la fobia contra todo lo diferente y la barrera contra los cambios sociales necesarios.
Mujeres jóvenes, exitosas y de buena apariencia, son parte de la nueva receta adoptada por la derecha internacional. Se buscan expresamente mujeres para refrescar la tradicional imagen conservadora de la derecha, incluso se las dota de un feminismo vaciado de contenido crítico, a la medida de los privilegios de clase; se trata de un feminismo liberal e hipócrita, que sirve de coartada para sostener que la derecha también cree en la igualdad.
Legitimadas por la novedad de su presencia política, estas mujeres pueden ser más radicalmente de ultraderecha que sus compañeros masculinos, pueden ser más rudas, por ejemplo, Sara Palin, en Estados Unidos; Marine Le Pen, en Francia, y Kristina Morai, en Hungría; y aquí, tenemos a María Corina Machado.
La derecha está jugando “la carta de las mujeres”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario