domingo, 6 de mayo de 2012

A propósito de Caracas, ciudad de despedidas.






El hecho de que Caracas, ciudad de despedidas, haya devenido en fenómeno "viral", da para volver sobre las razones que hicieron de la emergencia del chavismo un verdadero acontecimiento. En un caso, los realizadores del documental mostraron "una opinión que muchos piensan y pocos dicen", tal y como lo han expresado ellos mismos a través de un comunicado. En cuanto al chavismo, cabe la pregunta: ¿acaso éste no consistió en la irrupción de voces silenciadas, reclamos históricos postergados, demandas ignoradas, cuerpos violentados, vidas reducidas a la nada que al fin "aparecieron" en la escena y asumieron un protagonismo hasta entonces impensable? 

A diferencia del grupo de veinteañeros que "también cuenta, también son caraqueños, también existen y también sienten", eso que dio origen al chavismo nunca contó, nunca existió y nunca sintió. Pero eso es algo que "no se dice", a riesgo de ser calificado de "resentido", y no importa si usted simplemente está dando cuenta de lo evidente. 

Para decirlo de otra forma, si los jóvenes en cuestión, por inmadurez (alguien los exculpó en los siguientes términos: "Esa es la edad perfecta para ser frívolo, para ser idealista, para creer en un mundo mejor y no para ser pisoteado una y otra vez por un Estado que te odia"), por irresponsabilidad o por brutal honestidad, dijeron lo que "pocos dicen" y no debieron decir, el chavismo amalgamó a millones de seres que tenían mucho que decir, pero su voz jamás fue escuchada. 

Más allá del sonido redescubierto de los millones de invisibilizados (y que el antichavismo experimentó siempre como un bullicio traumático, un escándalo, un griterío),el chavismo significó la aparición de lo "horrible", de lo estéticamente insoportable, como si algún desalmado hubiera decidido remover los sedimentos bajo la superficie de un orden político imperfecto, es cierto, pero siempre "perfectible". 

Por esta razón, atizada por el chavismo "igualado", y decepcionada de una clase política que siempre le fue servil, la alta burguesía entró también en la escena, y entonces vimos el desfile de los Meir, Velutini, Curiel, Carballo, De Sola, Campei, Phelps, Tovar, Rosso, Scannone, Lavega, Afelba, Cohen, Blasini, Galuci, Ferro, por la Plaza Francia de Altamira, por allá en 2002

El profundo antagonismo de clase quedaba así al descubierto, y el antichavismo no hacía el más mínimo esfuerzo por disimular su odio, que no es lo mismo, aunque se confunda deliberadamente, que su disposición a luchar. Si el chavismo es también una clase que lucha, la burguesía es una clase que lucha porque odia. 

De allí venimos. Eso éramos y eso seguimos siendo. Ya sean diez, trece o cinco años después. Y no hay mejor demostración de que tal cosa es así, que la supuesta "unanimidad" en el rechazo al documental. Más allá del vendaval de críticas mordaces y el caudal de chistes que ha suscitado en el chavismo, basta ver el tenor de algunos de los comentarios hechos por antichavistas: "hasta ganas de meterme a chavista me dio haber visto ese video" o "peores que los hijos de perra chavistas". 

Para una parte del antichavismo, develar, descubrir, exponer de tal forma un discurso tan cipayo, tan elocuentemente anti-nacional, tan transparentemente facho, tan nítidamente clasista, sólo podía ser obra del chavismo siniestro. Esto no sólo es falso, por supuesto, sino que además está lejos de ser lo principal. 

Ésta es la cuestión: una parte del antichavismo fue capaz de identificar una fuerza más abominable que su enemigo histórico, y tal cosa, para un antichavista, sin duda tiene que representar toda una novedad. ¿Quién lo hubiera imaginado? Hay algo "peor" que el chavismo. 

Pero ¿es así realmente? ¿Hay algo "peor" que el chavismo? La evidencia más clara de que el chavismo sigue siendo el alfa y el omega, el principio y el final de todos los males que pesan sobre Venezuela, la constituye el hecho de que sea tomado como referencia para opinar sobre lo dicho por un puñado de imberbes que, podría afirmarse, encarnan exactamente lo contrario de lo que sería el chavismo. 

De esta forma, y como es costumbre, tendríamos que Chávez, el chavismo, nosotros los chavistas, terminamos siendo los responsables de lo dicho por unos "chicos" que sueñan con una Caracas sin Chávez, sin el chavismo y sin nosotros los chavistas. Sin alarmas. Origami. Agitar. Polly Pocket. Demasiado. Felicidad. 

El antichavismo que denigró del documental podrá avergonzarse de los veinteañeros y celebrar que sus realizadores lo bloquearan (demasiado tarde) y abundar sobre la "inmadurez", la vacuidad o la "ignorancia" de los protagonistas, pero ¿acaso no es un signo patético de infinita inmadurez asumir que la responsabilidad de lo que sucede en el país la tiene siempre otro y siempre los mismos? 

Podrá ser todo lo dudoso que usted quiera, pero estos jóvenes al menos tienen el "mérito" de haber dicho la palabra descarnada del antichavismo, de mostrar tal cual es, sin complejos de ningún tipo (o casi), el pensamiento de los hijos de la burguesía, y tal vez en un par de casos el de la pequeña burguesía. De tal forma que el tema no es la "inseguridad" ni el sifrineo y ni siquiera la aspiración de emigrar. La clave está en aquello que les hace renegar tan resueltamente del entorno que padecen. Ellos son los hijos de la Plaza Francia.

Finalmente, y respecto de aquellos que afirman que estos muchachos son "peores" que nosotros, "los hijos de perra chavistas", sólo resta decirles una cosa: ellos al menos se han atrevido a decir lo que piensan. Ustedes lo piensan, pero no lo dicen. Por cobardes, por conveniencia (son tiempos de campaña) o por la razón que sea. Por eso ustedes, "demócratas", corrieron a exigir censura. Porque ver a esos muchachos fue como verse en el espejo. Y lo que miraron, eso sí, fue pavoroso. Pero claro, siempre será más fácil insultarnos a nosotros.

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