La clase media ha sido una de las grandes beneficiarias de las políticas del gobierno bolivariano, es verdad y me consta, pero a pesar de esto representa millones de votos duros a favor de cualquiera que no sea Chávez. Entonces ¿qué pasa?
Pasa lo que pasa: El terror al comunismo que mamamos desde la infancia en las comiquitas, en las pelis, en el colegio católico o laico... La colonización mental, esos ojos siempre mirando al norte, esa certeza inculcada de que el progreso viene de allá, que con cada Mc Donald que desplaza a una arepera nos estamos acercando a la civilización. Siglos de sumisión disfrazada de cultura en la que el desprecio a lo propio es prueba irrefutable de elegante distinción. Un terreno duro donde arar y que dejamos que otros araran.
Para los medios de comunicación aquel era terreno fértil, ya la semilla estaba sembrada, bastaba regarla con miedo a sabiendas de que el miedo embrutece. Poderosa arma la comunicación: por un lado te adula y te vende un mundo exclusivo que tu compras sin pensar que exclusivo quiere decir que excluye a la mayoría… distancia y categoría… Alimentando antivalores perversos en los que la esclavitud voluntaria es una virtud y se llama “deseo de superación”. Premiando el esfuerzo con grilletes de deudas de viajes y gusticos que se pueden pagar en incómodas y eternas cuotas. Y una vez enganchados en el narcotizante estado de necesidad de lo inútil: de la última moda, del último modelo, de la última generación... ¡Zuas! Aló Ciudadano, sí, es con usted, escuche con atención y tiemble: Esta dictadura comunista bla, bla, bla y cunde el pánico y repican la cacerolas…
Lo peor es que la clase media puede ser un estado mental: Por eso es posible ver a una cajera del supermercado arrugar la nariz ante un envase de leche “hecho en socialismo” que una señora “que no parece chavista” -pero lo es- se lleva encantada a su casa en Cumbres de Curumo.
Clase media antichavista: aunque estoy convencida de que hay un algunos desahuciados a quienes ni ignoro, sé que hay montones de ellos que necesitan y se benefician del CDI, de PDVAL, del crédito hipotecario, del carro familiar, los paquetes de Venetur; o cuyos negocios prosperan con contratos con el gobierno y que a la hora de votar votan en contra de si mismos. Terreno duro donde tenemos que arar utilizando su lenguaje, su estética, sus códigos, para comunicar nuestras ideas, en el intento necesario de borrar el miedo y los prejuicios que hacen que buenas personas se opongan a buenas políticas que, para colmo, les benefician porque, aunque no lo sepan, ellos también son pueblo.
Es que, como dijo Fidel, aquí no hay 4 millones de oligarcas, lo que nos deja dos opciones: Seguir ignorando esta realidad, o hacer algo al respecto.
tongorocho@gmail.com
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