sábado, 30 de julio de 2011

Muchas decisiones y una mala.

Ana Villalobos.
 
Las decisiones que se toman en el transcurso de la vida nos definen como persona y también nos marcan el camino que vamos a seguir. Por esto, es importante que cada una de las decisiones que tomemos sea calculada y meditada antes de ejecutarse. Esto podría verse muy difícil, pero ¿qué pasa si esa decisión involucra la vida de otro ser humano? La vida, vivir, estar vivo y no muerto. Aquel día cuando un señor quizás tranquilo, quizás no, tomó la decisión de salir de su casa, no se imaginó que había tomado una de las peores decisiones de su vida.
Mi tío, el periodista Manuel Boscán, también tomó la decisión de salir ese día en compañía de su esposa Lucrecia, junto con la hija de ella, y sus tres hijos se fueron a un club cuyo nombre no quiero recordar ahora. Seguro se divirtieron, mi tío era muy bromista y le gustaba mucho reír y hacer reír a los demás.
Hubo alguien más que tomó la decisión de salir ese día y lamentablemente se quedó varado en la carretera. Mi tío y su familia habían decidido ir a comer al Orinokia, como cualquier otro día y tomaron un taxi, sin saber que en Angosturita los esperaba el carro varado de alguien que tuvo que salir ese día quien sabe por qué. El taxista, señor que se rebuscaba ante la difícil situación económica que vivimos, quiso esquivar al carro varado, él había tomado esa vía para evitar el conocido tráfico de la ciudad…
“Cuando las cosas van a pasar, pasan” me dice mi papá, el señor que mencioné primero, quizás calmado, quizás no, decidió que era el día de ir ¡a máxima velocidad! ¡Quizás creía que estaba en Rápido y furioso!, y encontrándose en el mismo lugar que mi tío, su familia, el taxista y el carro varado, trató de esquivar a este pero su velocidad no ayudó…
Hace unas semanas enterraron a mi tío y a su esposa allá en Maracaibo, ciudad hermosa de donde somos toda mi familia.  El señor, que quizás creía estaba en una carrera, o bajo los efectos del alcohol, impactó contra el automóvil donde estaban mi tío y su familia, el cual a su vez golpeó contra una valla publicitaria. Mi tío que iba en el puesto del copiloto, y su esposa, que iba detrás de él (nunca lo desamparaba) murieron al instante. La hijastra de mi tío y sus tres niños quedaron a salvo. El conductor, según me contaron, tenía el hígado destrozado.
No soy buena para contar historias, el talento para la escritura en la familia se fue con mi tío igual que el apellido, pero dejando esto a un lado me pregunto ¿por qué? ¿por qué Señor, usted a quién mencione al principio, tenía que maniobrar su gran camioneta a tal velocidad? Hoy le pregunto ¿era eso estrictamente necesario? ¿Tenía usted tanto apuro? Supongo que nunca tendré respuesta a estas preguntas, porque no le conozco ni deseo conocerle, pero quiero mencionar que las decisiones tomadas ese día, mayormente por usted, dejaron tres familias “chucutas” como dice mi adolorida abuela.
No pretendo insultarle, ni culparle, aunque así suene. Las decisiones las tomamos y a veces, no pensamos en las consecuencias, usted es humano, al igual que yo, al igual que mi pobre tío, al igual que mi mamá que se quedó sin su hermano mayor, al igual que mi hermano y que yo que nos hemos quedado sin tío (y yo particularmente sin padrino), a mi papá sin cuñado y sobre todo, sobre todas las cosas: a una madre sin su hijo.
Señor, yo deseo que le vaya muy bien en la vida, si es que aún sigue vivo, me comentan que escapó del lugar, puedo comprender el miedo. Yo no sé qué habrá perdido usted, yo perdí un  tío, padrino, casi mentor, pues me enseñó un poco del periodismo de la “vieja escuela” que tanto defendía, pero me quedé con ganas de aprender más, me quedé con ganas de que me enseñara a revelar fotos, de que me contara más chistes, de que me peleara más por su adorada revolución… me quedé con las ganas de aprender más del gran Manuel Boscán, todo porque usted tomó una mala decisión ese día.
Yo espero que usted nunca, ¡NUNCA!, tenga que ver en los ojos de su madre (si aún vive), o en los ojos de algún familiar lo que yo veo en los ojos de mi abuela, que llena de dolor llora todas las noches por su Manuelito… Lo que veo en los ojos de mi mamá que perdió a su hermano. Eran muy unidos ¿sabe? ¿Usted tendrá hermanos? yo espero que nunca tenga que pasar por el dolor que supone semejante pérdida…
Para no extenderme más, continúo comentándole que su mala decisión de aquel fatídico día no sólo afectó a mi familia, sino a dos más; la de la querida esposa de mi tío: Lucrecia, cuya hija y nietos hoy la lloran intensamente, y la del conductor del taxi: Adalberto Agustín Salazar, de quien no poseo información de si está vivo o no, espero con sinceridad que se encuentre bien.
Espero que ahora en adelante no sólo usted, si no el resto de los conductores en Ciudad Guayana tomen conciencia y se den cuenta que no pueden seguir manejando como animales en selva, que se pierden vidas, que se dejan familias “chucutas”, que se cortan sueños y esperanzas de personas que aún no querían morir ¿necesitan ver sus nombres manchados de sangre en la página de sucesos de algún periódico para darse cuenta de lo que hacen?
Yo lamento muchísimo lo sucedido, quizás no más que usted, por eso lo invito a que sane su alma en donde le parezca para que continúe su vida en paz y el recuerdo de dos familias cortas no le persiga el resto de sus días…
 

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