Maryclen Stelling
En la escena política venezolana, desde diversos espacios y dimensiones, dos fuerzas se confrontan “a muerte”. De especial importancia, la lucha en torno a la credibilidad y legitimidad del presidente Maduro, su equipo y gestión de gobierno.
La legitimidad tiene que ver con la capacidad de un poder para obtener obediencia sin necesidad de apelar a la amenaza de la fuerza. En la credibilidad intervienen la confianza y el grado de conocimiento, que aunados conceden la condición de creíble.
En el torneo nacional de credibilidad y legitimidad, desde las dos aceras políticas, laboran arduamente líderes y voceros, comunicadores sociales y medios de información; redes sociales y actores individuales quienes, a través de esa vía, inciden en la construcción de narrativas sobre las autoridades y la gestión. No hay que desmeritar el papel primordial que, en tal contienda, están desarrollando los poderes públicos enfocados en desautorizarse, erosionarse, anularse y deslegitimarse.
El sector oficial se afana en la construcción, fortalecimiento y constante renovación de la legitimidad del presidente y su gestión, con miras a su preservación y conservación. Requisitos indispensables para asegurar la capacidad de Maduro para ejecutar con éxito el proyecto de gobierno.
Desde la oposición, los esfuerzos se dirigen conscientemente al deterioro y merma del grado de confianza, reconocimiento, aceptación y obediencia del mandato. Con el RR como meta, se aspira a rematar la estrategia deslegitimadora presidencial y el desencantamiento democrático en las urnas. Mientras tanto, para algunos analistas los sucesos de Villa Rosa constituyen un hito en el proceso de desencantamiento, que se habría manifestado en la pérdida del miedo y legitimidad.
Constantemente, desde ambos sectores, se realizan puestas en escena, se ejecutan rituales, se construyen narrativas con el manejo de símbolos y representaciones a fin de conformar discursos que legitimen y/o deslegitimen el poder ante los gobernados. Desde la praxis, la competencia por la credibilidad y legitimidad del mandato acude a tomas, marchas y contramarchas; movilizaciones, acciones de calle y otras vías de protesta, en tanto expresiones de descontento o apoyo ciudadano.
Una crisis de legitimidad y credibilidad que amplia y complejiza la confrontación actual y la capacidad institucional para la regulación de los conflictos.
@maryclens
En la escena política venezolana, desde diversos espacios y dimensiones, dos fuerzas se confrontan “a muerte”. De especial importancia, la lucha en torno a la credibilidad y legitimidad del presidente Maduro, su equipo y gestión de gobierno.
La legitimidad tiene que ver con la capacidad de un poder para obtener obediencia sin necesidad de apelar a la amenaza de la fuerza. En la credibilidad intervienen la confianza y el grado de conocimiento, que aunados conceden la condición de creíble.
En el torneo nacional de credibilidad y legitimidad, desde las dos aceras políticas, laboran arduamente líderes y voceros, comunicadores sociales y medios de información; redes sociales y actores individuales quienes, a través de esa vía, inciden en la construcción de narrativas sobre las autoridades y la gestión. No hay que desmeritar el papel primordial que, en tal contienda, están desarrollando los poderes públicos enfocados en desautorizarse, erosionarse, anularse y deslegitimarse.
El sector oficial se afana en la construcción, fortalecimiento y constante renovación de la legitimidad del presidente y su gestión, con miras a su preservación y conservación. Requisitos indispensables para asegurar la capacidad de Maduro para ejecutar con éxito el proyecto de gobierno.
Desde la oposición, los esfuerzos se dirigen conscientemente al deterioro y merma del grado de confianza, reconocimiento, aceptación y obediencia del mandato. Con el RR como meta, se aspira a rematar la estrategia deslegitimadora presidencial y el desencantamiento democrático en las urnas. Mientras tanto, para algunos analistas los sucesos de Villa Rosa constituyen un hito en el proceso de desencantamiento, que se habría manifestado en la pérdida del miedo y legitimidad.
Constantemente, desde ambos sectores, se realizan puestas en escena, se ejecutan rituales, se construyen narrativas con el manejo de símbolos y representaciones a fin de conformar discursos que legitimen y/o deslegitimen el poder ante los gobernados. Desde la praxis, la competencia por la credibilidad y legitimidad del mandato acude a tomas, marchas y contramarchas; movilizaciones, acciones de calle y otras vías de protesta, en tanto expresiones de descontento o apoyo ciudadano.
Una crisis de legitimidad y credibilidad que amplia y complejiza la confrontación actual y la capacidad institucional para la regulación de los conflictos.
@maryclens
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