SANTIAGO DÍAZ
Hace unos meses, Carola Chávez escribió un artículo extraordinario llamado “La porquería que no somos”. Si bien el mismo fue tan leído y difundido como merecidamente suelen ser leídos y difundidos sus artículos, pude notar —y ella también, según me confesó después— que muy poca gente entendió lo que quería decir. El hecho de que un artículo tan genial no terminara de llegar adonde debía llegar, me ha atormentado todos estos meses, así que la semana pasada me animé a pedirle permiso para ver si yo puedo tocar el mismo tema y, haciéndole honor a aquello de que esta letra es “directa”, puedo servirlo más crudo porque, con esto de las palabras, mientras más crudas estén, más fácil es digerirlas.
Según parece, fue el término “viveza criolla” lo que nubló un poco el artículo para algunos, así que diré, sin dar una sola vuelta, que semejante cosa no existe, y eso fue precisamente lo que ella quería comunicar. Los venezolanos no somos más o menos que cualquier otro gentilicio en ningún aspecto. Un bebé austríaco, suizo o danés no nace pagando sus impuestos, botando la basura en el cesto dispuesto en la calle para ese fin y respetando los semáforos a medianoche. El constructo pseudosociológico de “la viveza criolla” busca, entre otras cosas, convencernos de que nuestro gentilicio per se nos hace corruptos, tracaleros y egoístas. Es casi genético el asunto, pues. Eso, compañeros y compañeras, se llama racismo, por no decir nazismo.
El cuento de “la viveza criolla” comparte la habitación con otra frasecita estúpida que nos han taladrado desde siempre: aquella de “llevar el rancho en la cabeza”. Nadie sabe muy bien qué significa, pero vaya que es efectiva para que algunos se crean mejores que otros por no haber nacido en el barrio, a pesar de tenerlo a unos pocos metros. ¿Qué será lo contrario de tener un rancho en la cabeza? ¿Será tener un apartamento en la cabeza? Podemos hablar entonces de la gente de clase media y cómo raspan cupo, esperan la muerte de un familiar —y a veces la desean— para repartirse la herencia y espetan frases como: “Yo entendería que fueras chavista si estuvieras robando”.
La realidad es que no existe la viveza criolla y tampoco se lleva el rancho ni el apartamento en la cabeza. Esas son narrativas que quienes históricamente han tenido la plata y el poder, nos han inoculado desde siempre. Todo para que, en vez de culparlos a ellos y al sistema que nos impusieron, nos echemos cuchillo entre nosotros, culpemos a nuestros pares por las cosas malas que pasan y jamás cuestionemos el modelo que nos obliga a tener más, a pasarle por encima al otro y a convencernos de que somos una porquería que, definitivamente, jamás hemos sido. ¡Sacudámonos esos mitos ya!
@letradirectasd
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