Rosa Natalia.
María se sentó en la sala de espera. Allí había gente que tosía con cara de quebranto, una señora jubilada con la cara de molestia porque "ya nada era igual que antes", otros muy jóvenes con rostros esperanzados, podían ser pasantes, tesistas o nuevos empleados, que al contrario de los mayores expelen esa aura inocente y soberbia del que cree que todo está por hacerse.
María se sentó en la sala de espera. Allí había gente que tosía con cara de quebranto, una señora jubilada con la cara de molestia porque "ya nada era igual que antes", otros muy jóvenes con rostros esperanzados, podían ser pasantes, tesistas o nuevos empleados, que al contrario de los mayores expelen esa aura inocente y soberbia del que cree que todo está por hacerse.
María
esperaba pacientemente su turno. Y mientras lo hacía sintió la
humedad en uno de sus pezones erectos. Aquel hecho involuntario
ocurría con frecuencia. Eran las 8 de la mañana y seguro su bebe
acababa de despertarse en casa, mientras ella ya había recorrido
hora y media hasta su trabajo y media hora que llevaba en el
servicio médico.
No
estaba enferma, no. Estaba allí bajo amenaza: o te presentas en el
servicio médico o estas despedida.
La
primera vez que su jefe le dijo que debía hacerse esos exámenes
pensó que era un chiste, no podía ser cierto, así que no asistió.
La segunda vez, su jefe estaba más serio, supo que no era un chiste,
pero le parecía tan humillante que tampoco asistió. La tercera vez
le pasaron una notificación oficial a ella y a todas las que estaban
en su misma situación pero de forma pública. Así que sintió el
peso del escarnio, supo por primera vez lo que era ser hostigada,
nunca pensó que aquello podía sucederle y mucho menos por aquellos
motivos.
Así
que estaba allí, esperando su turno para hacerse exámenes de
laboratorio para comprobar a las autoridades laborales que estaba
amamantando.
No
podía evitar pensar en su hijo de poco más de un año.
Todo
aquello en lo que había creído hasta hace unos meses se había
desmoronado. Siempre pensó que las mujeres podían congeniar
perfectamente trabajo y maternidad, que solo era un asunto de dejar
todo ordenado en las noches, de llegar a casa a darle “tiempo de
calidad” al nene y listo.
Desde
el día que vio las dos rayitas en la prueba de embarazo la vida le
cambio. Sabía que al salir de su vientre aquel niño debía
enseñarlo a vivir, a irse separando poco a poco de ella hasta que
fuese un hombre. Ella instintivamente sabía que ese proceso era muy
lento, duraría años, debía ser paulatino y amoroso.
En
esos primeros meses de permiso post natal, supo que para que esa
separación se diese sin violencia primero debían acoplarse, darle
la impronta primitiva de “mereces ser amado, porque yo estoy aquí
para ti, te amo bebe”.
Sus
senos y el bebe parecían comunicarse de forma perfecta casi sin
tomar en cuenta la voluntad de ella. Aprendió a reconocer su llanto,
a saber cuándo lloraba por sueño, cuándo por dolor, cuándo por
calor o simplemente porque quería que lo abrazaran y le dieran un
chupito de tetica por cariño. Cada gemido, tenía un significado que
solo ella podía descifrar.
Pero
María, debía reintegrarse a trabajar por aquellas normas y leyes
que le exigían volver.
Estaba
allí esperando su turno en el servicio médico de PDVSA el Palito,
porque la interpretación que daba el patrono de esas leyes era que
cada tres meses debía someterse a exámenes médicos para demostrar
que estaba amamantando. De no hacerlo le serian suprimidas las 2
horas que tenia para amamantar diariamente y de no acatar la norma
seria despedida.
Pensó
que todo sacrificio valía la pena por estar esas horas con su bebe,
así que esperaba para sacarse la sangre y luego apretar sus pezones
frente al médico y mostrar con vergüenza el liquido blanco
preciado.
Llego
su turno y hizo lo que le correspondía. Se sintió ultrajada. Sabia
de compañeras que atravesaban por procesos depresivos al enfrentar
la dicotomía de ser madres y trabajadoras, la misma dicotomía que
sufre el humano del capitalismo que debe escoger entre amar o
producir. Así que hizo de tripas corazón, se dejo sacar la sangre,
se apretó sus senos frente al médico y salió del consultorio.
Luego fue al baño, se exprimió sus senos duros y llenos con un tira
leche y lloro a escondidas.
Al
llegar a su puesto de trabajo, su supervisor inmediato le reclamo su
retraso, eran las 8 y media. Al sentarse en su escritorio, llamo a
casa y al fondo escucho el llanto del bebe que en efecto se había
despertado y añoraba el pecho cálido de su madre, escucho la voz
de la nana que decir “no se preocupe señora que ya se le pasa”.
Eso no la conforto.
Al
medio día nuevamente sus senos estaban a reventar, así que fue al
baño a “ordeñarse”. Pensó que si el horario de trabajo era
hasta las 4 pm podría irse a las 2, por las horas que le
correspondían para amamantar, así que se acerco una vez más a la
oficina del jefe a explicarle lo que para ella no era un favor, sino
un derecho. El jefe miro su blusa que conservaba a la altura de sus
pechos la mancha amarillenta seca de la mañana, y en esa mirada
indiscreta retraso su respuesta por unos segundos.
Mira
María acaba de salir una nota de interés (una especie de nota
oficial institucional) que dice que es 1 hora en la mañana y 1 hora
la tarde. Pero es que vivo muy lejos jefe y no me da tiempo de ir y
venir. Lo siento María las normas son las normas. Si jefe pero en la
ley no dice nada de eso, de que 1 hora en la mañana y otra en la
tarde, tampoco habla de esos exámenes médicos. María aquí tengo
la “nota de interés” si quieres vas y reclamas en otro lado,
aquí tengo la ley orgánica del trabajo que dice que es hasta los 6
meses lo de la lactancia y después ya le puedes dar tetero o comida.
Si jefe pero fíjese, que es un asunto amoroso, no alimenticio, ese
niño será un mejor ser humano si yo estoy allí para él. Ay María,
a nosotros nos dieron tetero y estamos aquí, enteritos sin ningún
problema psicológico, y además trabajamos para la principal
industria del país. Pero, pero jefe... Ay María te voy a poner a la
orden de recursos humanos (oficina de control laboral) si sigues con
ese tema, si le quieres dar pecho a tu hijo, dale de noche y listo.
La empresa te necesita a tiempo completo, por eso es que no nos gusta
emplear mujeres porque empiezan con esa lloradera.
Ya
María tenía los ojos aguados, sabía que no había negociación
posible, así que antes de soltar la lágrima que el jefe
despectivamente denominaba “la lloradera”, salió rápido de
allí.
Les
pregunto a sus compañeras que ya habían pasado por lo mismo y ellas
le contaron que en las inspectorías de trabajo les dijeron el
derecho de las 2 horas para amamantar era de libre interpretación
del patrono. Que la Ley Orgánica del Trabajo no mencionaba a otras
“leyes menores” como la de protección al niño y mucho menos una
nueva que promueve la lactancia materna. Así que lo único que
podían hacer era presionar para que la Ley Orgánica del Trabajo se
reformulara en ese capítulo especial.
Después
las mujeres hablaron de como habían cambiado las cosas del país de
como las trasnacionales estaban tomando control de las empresas
mixtas, de cómo las trasnacionales de servicios habían vuelto con
sus contratos de control de las operaciones en la petrolera, de como
la Ley del Trabajo prácticamente quedaba abolida en las llamadas
Zonas Económicas Especiales, y suspiraron despechadas a cerca de qué
sentido tendría modificar la Ley del Trabajo si las trasnacionales
ya la habían abolido en vastos territorios del país.
Pero
la esperanza, el amor y sus blusas mojadas de leche, estaban por
encima de todo aquello. Un chupito boca-pezón, era una batalla que
valía la pena dar, costara lo que costara. El amor debía imponerse.
El amor es su revolución, y amamantar el trabajo más importante.
Así
que se organizaron, hablaron con otras mamas de otras industrias, y
también con las amas de casa, con todas hablaron. Dijeron vayamos a
pedir la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, para que se
respeten las 2 horas con la flexibilidad que sea necesaria, y que
esos 2 años sean sagrados, tan sagrados como el vinculo amoroso
madre-bebe. Pidamos que se eliminen esos exámenes médicos
humillantes en los servicios médicos.
Y
le pusieron fecha. El 6 de Agosto de 2015 se reunirán en La Plaza
Caracas de la capital venezolana, irán con sus críos. Ese día no
habrá blusas manchadas porque las boquitas infantiles estarán
pendientes de sus amigas las tetas.
Acompañemos
a María. Y a las compañeras de María. Vayamos todas. Las que dan
teta y las que dieron. Las que darán. También acompáñennos los
hombres que alguna vez mamaron de sus madres y que siguen
creyendo que un mundo más amoroso es posible.
Vayamos
pues, el jueves 6 de agosto a la Plaza Caracas a las 9 am a las
puertas del Ministerio del Poder Popular para el Trabajo junto a
ellas.
Rosa
Natalia 29/07/2015
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/ @TrincheraDRosa
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