domingo, 2 de agosto de 2015

SIN TETAS NO HAY REVOLUCION.

Rosa Natalia.

María se sentó en la sala de espera. Allí había gente que tosía con cara de quebranto, una señora jubilada con la cara de molestia porque "ya nada era igual que antes", otros muy jóvenes con rostros esperanzados, podían ser pasantes, tesistas o nuevos empleados, que al contrario de los mayores expelen esa aura inocente y soberbia del que cree que todo está por hacerse.



María esperaba pacientemente su turno. Y mientras lo hacía sintió la humedad en uno de sus pezones erectos. Aquel hecho involuntario ocurría con frecuencia. Eran las 8 de la mañana y seguro su bebe acababa de despertarse en casa, mientras ella ya había recorrido hora y media hasta su trabajo y media hora que llevaba en el servicio médico.


No estaba enferma, no. Estaba allí bajo amenaza: o te presentas en el servicio médico o estas despedida.


La primera vez que su jefe le dijo que debía hacerse esos exámenes pensó que era un chiste, no podía ser cierto, así que no asistió. La segunda vez, su jefe estaba más serio, supo que no era un chiste, pero le parecía tan humillante que tampoco asistió. La tercera vez le pasaron una notificación oficial a ella y a todas las que estaban en su misma situación pero de forma pública. Así que sintió el peso del escarnio, supo por primera vez lo que era ser hostigada, nunca pensó que aquello podía sucederle y mucho menos por aquellos motivos.


Así que estaba allí, esperando su turno para hacerse exámenes de laboratorio para comprobar a las autoridades laborales que estaba amamantando.


No podía evitar pensar en su hijo de poco más de un año.


Todo aquello en lo que había creído hasta hace unos meses se había desmoronado. Siempre pensó que las mujeres podían congeniar perfectamente trabajo y maternidad, que solo era un asunto de dejar todo ordenado en las noches, de llegar a casa a darle “tiempo de calidad” al nene y listo.


Desde el día que vio las dos rayitas en la prueba de embarazo la vida le cambio. Sabía que al salir de su vientre aquel niño debía enseñarlo a vivir, a irse separando poco a poco de ella hasta que fuese un hombre. Ella instintivamente sabía que ese proceso era muy lento, duraría años, debía ser paulatino y amoroso.


En esos primeros meses de permiso post natal, supo que para que esa separación se diese sin violencia primero debían acoplarse, darle la impronta primitiva de “mereces ser amado, porque yo estoy aquí para ti, te amo bebe”.


Sus senos y el bebe parecían comunicarse de forma perfecta casi sin tomar en cuenta la voluntad de ella. Aprendió a reconocer su llanto, a saber cuándo lloraba por sueño, cuándo por dolor, cuándo por calor o simplemente porque quería que lo abrazaran y le dieran un chupito de tetica por cariño. Cada gemido, tenía un significado que solo ella podía descifrar.


Pero María, debía reintegrarse a trabajar por aquellas normas y leyes que le exigían volver.


Estaba allí esperando su turno en el servicio médico de PDVSA el Palito, porque la interpretación que daba el patrono de esas leyes era que cada tres meses debía someterse a exámenes médicos para demostrar que estaba amamantando. De no hacerlo le serian suprimidas las 2 horas que tenia para amamantar diariamente y de no acatar la norma seria despedida.


Pensó que todo sacrificio valía la pena por estar esas horas con su bebe, así que esperaba para sacarse la sangre y luego apretar sus pezones frente al médico y mostrar con vergüenza el liquido blanco preciado.


Llego su turno y hizo lo que le correspondía. Se sintió ultrajada. Sabia de compañeras que atravesaban por procesos depresivos al enfrentar la dicotomía de ser madres y trabajadoras, la misma dicotomía que sufre el humano del capitalismo que debe escoger entre amar o producir. Así que hizo de tripas corazón, se dejo sacar la sangre, se apretó sus senos frente al médico y salió del consultorio. Luego fue al baño, se exprimió sus senos duros y llenos con un tira leche y lloro a escondidas.


Al llegar a su puesto de trabajo, su supervisor inmediato le reclamo su retraso, eran las 8 y media. Al sentarse en su escritorio, llamo a casa y al fondo escucho el llanto del bebe que en efecto se había despertado y añoraba el pecho cálido de su madre, escucho la voz de la nana que decir “no se preocupe señora que ya se le pasa”. Eso no la conforto.


Al medio día nuevamente sus senos estaban a reventar, así que fue al baño a “ordeñarse”. Pensó que si el horario de trabajo era hasta las 4 pm podría irse a las 2, por las horas que le correspondían para amamantar, así que se acerco una vez más a la oficina del jefe a explicarle lo que para ella no era un favor, sino un derecho. El jefe miro su blusa que conservaba a la altura de sus pechos la mancha amarillenta seca de la mañana, y en esa mirada indiscreta retraso su respuesta por unos segundos.


Mira María acaba de salir una nota de interés (una especie de nota oficial institucional) que dice que es 1 hora en la mañana y 1 hora la tarde. Pero es que vivo muy lejos jefe y no me da tiempo de ir y venir. Lo siento María las normas son las normas. Si jefe pero en la ley no dice nada de eso, de que 1 hora en la mañana y otra en la tarde, tampoco habla de esos exámenes médicos. María aquí tengo la “nota de interés” si quieres vas y reclamas en otro lado, aquí tengo la ley orgánica del trabajo que dice que es hasta los 6 meses lo de la lactancia y después ya le puedes dar tetero o comida. Si jefe pero fíjese, que es un asunto amoroso, no alimenticio, ese niño será un mejor ser humano si yo estoy allí para él. Ay María, a nosotros nos dieron tetero y estamos aquí, enteritos sin ningún problema psicológico, y además trabajamos para la principal industria del país. Pero, pero jefe... Ay María te voy a poner a la orden de recursos humanos (oficina de control laboral) si sigues con ese tema, si le quieres dar pecho a tu hijo, dale de noche y listo. La empresa te necesita a tiempo completo, por eso es que no nos gusta emplear mujeres porque empiezan con esa lloradera.


Ya María tenía los ojos aguados, sabía que no había negociación posible, así que antes de soltar la lágrima que el jefe despectivamente denominaba “la lloradera”, salió rápido de allí.


Les pregunto a sus compañeras que ya habían pasado por lo mismo y ellas le contaron que en las inspectorías de trabajo les dijeron el derecho de las 2 horas para amamantar era de libre interpretación del patrono. Que la Ley Orgánica del Trabajo no mencionaba a otras “leyes menores” como la de protección al niño y mucho menos una nueva que promueve la lactancia materna. Así que lo único que podían hacer era presionar para que la Ley Orgánica del Trabajo se reformulara en ese capítulo especial.


Después las mujeres hablaron de como habían cambiado las cosas del país de como las trasnacionales estaban tomando control de las empresas mixtas, de cómo las trasnacionales de servicios habían vuelto con sus contratos de control de las operaciones en la petrolera, de como la Ley del Trabajo prácticamente quedaba abolida en las llamadas Zonas Económicas Especiales, y suspiraron despechadas a cerca de qué sentido tendría modificar la Ley del Trabajo si las trasnacionales ya la habían abolido en vastos territorios del país.


Pero la esperanza, el amor y sus blusas mojadas de leche, estaban por encima de todo aquello. Un chupito boca-pezón, era una batalla que valía la pena dar, costara lo que costara. El amor debía imponerse. El amor es su revolución, y amamantar el trabajo más importante.


Así que se organizaron, hablaron con otras mamas de otras industrias, y también con las amas de casa, con todas hablaron. Dijeron vayamos a pedir la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, para que se respeten las 2 horas con la flexibilidad que sea necesaria, y que esos 2 años sean sagrados, tan sagrados como el vinculo amoroso madre-bebe. Pidamos que se eliminen esos exámenes médicos humillantes en los servicios médicos.


Y le pusieron fecha. El 6 de Agosto de 2015 se reunirán en La Plaza Caracas de la capital venezolana, irán con sus críos. Ese día no habrá blusas manchadas porque las boquitas infantiles estarán pendientes de sus amigas las tetas.


Acompañemos a María. Y a las compañeras de María. Vayamos todas. Las que dan teta y las que dieron. Las que darán. También acompáñennos los hombres que alguna vez mamaron de sus madres y que siguen creyendo que un mundo más amoroso es posible.


Vayamos pues, el jueves 6 de agosto a la Plaza Caracas a las 9 am a las puertas del Ministerio del Poder Popular para el Trabajo junto a ellas.


Rosa Natalia 29/07/2015

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