La práctica de trasladar niños, niñas y
adolescentes en moto, se ha transformado en un fenómeno cotidiano que
demanda la atención inmediata de padres, madres, representantes y
organismos del Estado para la articulación de medidas preventivas que
incidan en la disminución de este factor de riesgo para esta población
altamente vulnerable.
La Defensoría del Pueblo, realizó una
investigación a nivel nacional a objeto de determinar la situación de
morbilidad y mortalidad, producida por el uso de la motocicleta como
transporte de niños, niñas y adolescentes. Se obtuvo información en 45
hospitales que representan el 14% del total de la red hospitalaria
nacional, sin incluir los ambulatorios, Centros de Diagnóstico Integral
(CDI) y servicios privados de salud. Los resultados arrojaron el
alarmante número de 4640 niños, niñas y adolescentes entre lesionados y
fallecidos, cifra esta que, aunque tiene carácter preliminar, nos devela
la magnitud de un problema caracterizado por su frecuencia y
siniestralidad.
Sólo en el Área Metropolitana de
Caracas, por ejemplo, constatamos que al menos 1005 niños, niñas y
adolescentes, fueron víctimas de lesiones o muerte por el uso de motos,
de los cuales 743 ocurrieron en el año 2013 y 262 en el primer
trimestre del año 2014, siendo la mayoría de víctimas adolescentes (157
niñas y 353 niños) y un porcentaje menor resultaron ser niñas y niños
entre 5 y 11 años de edad. Asimismo, casi la totalidad de los
siniestros, reportan como víctimas a personas pertenecientes a los
sectores populares de la población.
Entre las recomendaciones preliminares
que surgen de este trabajo de investigación destaca la necesidad de
promover una campaña comunicacional a nivel nacional, que informe sobre
las consecuencias de trasladar niños y niñas en motos; impulsar
programas de concienciación en las escuelas y demás centros educativos
sobre el uso de las motos y sus riesgos; desarrollar un sistema nacional
de registro y atención que permita disponer de estadísticas sobre los
casos atendidos y en fin, promover una cultura de protección y respeto a
la integridad física y psíquica de nuestra niñez y adolescencia.
Gabriela del Mar Ramírez
Defensora del Pueblo
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