lunes, 11 de agosto de 2014

De cómo pudieron haber asesinado a Hugo Chávez (XIV).

*JUAN MARTORANO.

Verdaderamente que grato que con estas investigaciones realizadas, empiezan a salir elementos de lo que hoy en dìa se conoce como guerra bacteriológica y el bioterrorismo, en un excelente trabajo de la periodista venezolana Karen Mendez, corresponsal de la cadena Rusia Today en Caracas, y el cual puede leer a través del siguiente enlace http://www.aporrea.org/internacionales/n255712.html, esto lo coloco como complemento de mis investigaciones, y para los que no entendieron cuando mencionaba la base de Fort Detrick, pues la compañera Karen Mèndez lo hace pedagógicamente.
Ya de nuestra parte, y de momento, estamos entrando a la parte final de estos trabajos y de estas primeras investigaciones documentales, en base a documentos desclasificados de la CIA, no soy mèdico ni pretendo sustituir el trabajo de médicos, òncologos y científicos que serìan los indicados para que científicamente realizaran la autopsia del cuerpo del Comandante Supremo e iniciar una investigación desde el punto de vista de la necropsia para determinar muchos elementos de su muerte. Pero de lo que si no se puede negar, y eso no lo entienden algunos, que el imperialismo existe, que ha puesto sus ingentes avances científicos y tecnológicos para hacer daño, lamentablemente a la humanidad, y sobre todo, son muy buenos para hacer desaparecer las evidencias. Sabemos que una investigación y la designación de una Comisiòn que realice una tarea como la determinación de las verdaderas causas de la muerte de Hugo Chàvez no es nada sencilla, y que pasaràn muchísimos años, para que ello ocurra, ya que depende de un conjunto de variables que no son nada fáciles de determinar en estos instantes.
Pero, nuevamente, y entrando como lo hemos estado señalando, en esta fase final, de momento, en esta fase de cómo pudo haber sido asesinado Hugo Chàvez, con elementos de inoculación y manipulación científica de cáncer y otras enfermedades, lo han hecho, basado en el trabajo de Thomas Gordon, “Las Armas Secretas de la CIA”, los trabajos de Percy Alvarado Godoy, Eva Golinger, Karen Mendez y otros tantos que también han formulado sus hipótesis en tan controvertido tema.

El 2 de julio de 1973, tras cinco meses en el cargo, el presidente Nixon nombrò a James Schlesinger como Secretario de Defensa de los Estados Unidos, puesto donde bastante tendría con que pelearse con el Secretario de Estado Henry Kissinger. No le quedaría tiempo para hacer preguntas emberazosas sobre el pasado de la CIA. Sin embargo, en su nuevo puesto tuvo que enfrentar las reclamaciones de poderosos grupos de presión del Pentàgono que afirmaban en ese entonces que la Uniòn Soviètica “volvìa a estar enfrascada en la fabricación de armas químicas y biológicas, y que los aeródromos de la OTAN en Europa podrían ser blancos primarios para misiles rusos de gas nervioso”. Ese miedo se había visto reforzado por el estallido de la Guerra de los Seis Dìas en el Sinaì, el 6 de octubre de 1973.

Un mensaje de alerta roja para la CIA procedente del Mossad, el servicio de seguridad e inteligencia de Israel, revelaba que todos los tanques y vehículos de apoyo egipcios capturados estaban equiparados con trajes de protección contra el gas nervioso y màscaras antigás, amèn de un surtido equipo de detección fabricado, según ellos, en la Uniòn Soviètica. El Pentágono ordenó la inmediata inversión de casi dos mil millones de dólares en mejorar las defensas para una guerra quìmico-biològica de sus tropas en la OTAN y en el resto del mundo. Porton Down había contribuido trabajando en el desarrollo de nuevas prendas protectoras contra ataques químicos y biológicos; otra medida fueron los comprimidos basados en yodo que debían ingerirse en caso de ataque con gas nervioso.

A ambos lados del Atlàntico los científicos estaban creando cuarteles generales portátiles a prueba de armas químicas y biológicas, con alarmas, detectores y dispositivos de descontaminación. El comandante supremo de la OTAN en aquel entonces, el general Alexander Haig (màs tarde secretario de Estado del presidente Ronald Reagan) comunicò al Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos que “nuestra capacidad para hacer la guerra con productos químicos es muy débil. Necesitamos reconducir la situación con urgencia”. Obtuvo apoyo de inmediato. La guerra biológica y química volvìa a la agenda. El descubrimiento de que los “hijos de Gottlieb y Cameron andaban sueltos por el mundo puso bastante enfermo a William Buckley.

También habría que destacar lo acontecido en el minúsculo estado marxista de Yibuti, en donde se obtuvieron pruebas sobre médicos que inyectaban fármacos inductores de coma, administraban electrochoques a los prisioneros, efectuaban amputaciones y sumergían a sus víctimas en cubas de agua con sal durante semanas, hasta que la piel se les pudría y la carne se les desprendía de los huesos.
Los médicos soviéticos supuestamente recetaban de manera rutinaria tratamientos psicotrópicos desorientadores o inductores de dolor a personas perfectamente sanas cuya única “enfermedad” era la oposición al régimen. Mucho de los fármacos se administraban en cantidades desproporcionadas y sin tener en cuenta las contraindicaciones. Quienes los recibían a menudo quedaban incapacitados físicamente o perdían el juicio.
El director de la CIA, William Casey, se encontró con que tenía que lidiar con el miedo de que la Uniòn Soviètica y China estuvieran haciendo acopio una vez màs de armas químicas y biológicas. Buckley realizò un viaje a Laos, donde miembros de tribus respaldadas por la CIA afirmaban haber sufrido ataques con gases que habían provocado a los afectados horrendas ampollas en la piel y una muerte agónica. Buckley había rescatado un bidón de la sustancia y se lo había llevado a Fort Detrick. Los testigos habían descrito que caía como  “lluvia amarilla”, pero el análisis del bidón reveló que no contenía ninguna sustancia conocida en Fort Detrick. Las víctimas se quejaban de quemaduras, que podría haber provocado un derivado del gas mostaza, y asfixia, un síntoma del contacto con el fosgeno. Sin embargo, ninguna de las armas biológicas del inventario de Fort Detrick sumaba a esos síntomas la hemorragia interna letal que habían padecido los hombres de las tribus.
Mandaron a Buckley de vuelta a la frontera tailandesa- camboyana con un equipo de investigadores de Fort Detrick. Tribus proamericanas los condujeron jungla adentro hasta un punto en que la vegetación estaba cubierta por un moho blanco viscoso. Se tomaron muestras de él y se guardaron en un recipiente hermético con el que Buckley voló de regreso a Washington. Allí, los científicos de Fort Detrick descubrieron que el moho contenía unas micotoxinas conocidas como trocotecenos o toxinas T-2. Sabían que los soviéticos se habían centrado en indagar si esas toxinas eran la causa de las malas cosechas que afectaban de manera regular a extensas regiones de su país. Para convertir las toxinas T-2 en un arma letal, los científicos rusos habrían aumentado su concentración.
Richard Nixon habría interrumpido la participación estadounidense en la investigación para la guerra química-biológica. Sin embargo, en 1981, Estados Unidos, con el máximo secreto, se había reincorporado a la búsqueda de armas nuevas y mucho más terroríficas. Los “regímenes patrióticos” de los que hablara en una ocasión Sidney Gottlieb volvían a estar vivitos y coleando bajo la bandera de barras y estrellas.

Pero esta entrega culmina aquí, y pendientes de las entregas finales, como ya lo hemos señalado, de este trabajo de investigación.
¡Bolívar y Chávez Viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!

  *Abogado,Activista por los Derechos Humanos,Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas (RENTSOC).http://juanmartorano.blogspot.com/http://juanmartorano.wordpress.com/ ,jmartoranoster@gmail .com ,j_martorano@hotmail.com ,juan _martoranocastillo@yahoo. com. ar . @juanmartorano (Cuenta en Tuiter).

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