Mariadela Villanueva.
Los resultados elecciones municipales en el área metropolitana evidencian que la media clase y sus anexos no votan por el proyecto bolivariano. Ni siquiera Jorge Rodríguez, alcalde de lujo en cualquier parte del mundo, logró captar la simpatía de los residentes de urbanizaciones como San Bernardino o El Paraíso. Ni que decir de Chacao, Baruta, el Hatillo y Leoncio Martínez.
Lo curioso es que la gran mayoría de las urbanizaciones no son exclusivas como lo podrían ser el Country Club o Valle Arriba y que la mayoría de las personas que allí residen no son propietarios de medios de producción ni pertenecen a la pretenciosa burguesía parasitaria, sino que son trabajadores de distintos niveles de ingresos que se niegan a aceptar que son explotados y están dominados por los primeros.
¿Por qué ocurre así? Por razones estructurales propias de un país petrolero y dependiente inserto en el sistema capitalista, lo cual no quiere decir que no se pueda revertir y transformar.
Para ello hay que combatir a través de la educación, la comunicación y el divertimento la elevadísima penetración de la “cultura” capitalista en la población venezolana, por cierto muy superior a la observable en la gran mayoría de los países de América del Sur. Penetración trabajada sistemáticamente a partir del siglo XX por los amos del capital trasnacional para apropiarse directa e indirectamente y con comodidad de nuestra riqueza petrolera y minera, mediante contrataciones leoninas, el endeudamiento fácil y la inducción del consumo absurdo de todo tipo de bienes.
Así mismo hay estudiar al detalle y entender un fenómeno urbanístico común a las grandes ciudades: la convivencia de áreas residenciales y áreas de barrio en una misma zona, producto de la migración campo ciudad y del abandono de la población de menores recursos a su suerte. Convivencia que genera relaciones de “te odio y te quiero” entre ambos grupos que, combinadas con la enajenación cultural y necesidades de subsistencia, produce una identificación y una particularísima complicidad legal y delincuencial entre pobres y ricos.
Hay que entender y estimar el impacto político en los barrios de un importante número de migrantes de países cercanos, en su mayoría bastante cautelosos y llenos de prejuicios contra los venezolanos. Y así mismo, determinar el origen y alcance de la creciente penetración de corrientes religiosas y pseudo religiosas conservadoras, en esas zonas.
Chávez, como comunicador docente logró muchísimo, pero ningún cambio cultural se logra de un plumazo. Así que para superar el techo electoral en Caracas y otras ciudades, toca afanarse para facilitar la des culturización y re culturización de los protagonistas naturales del proceso: los trabajadores formales e informales, incluyendo los disociados pero rescatables.
Lo curioso es que la gran mayoría de las urbanizaciones no son exclusivas como lo podrían ser el Country Club o Valle Arriba y que la mayoría de las personas que allí residen no son propietarios de medios de producción ni pertenecen a la pretenciosa burguesía parasitaria, sino que son trabajadores de distintos niveles de ingresos que se niegan a aceptar que son explotados y están dominados por los primeros.
¿Por qué ocurre así? Por razones estructurales propias de un país petrolero y dependiente inserto en el sistema capitalista, lo cual no quiere decir que no se pueda revertir y transformar.
Para ello hay que combatir a través de la educación, la comunicación y el divertimento la elevadísima penetración de la “cultura” capitalista en la población venezolana, por cierto muy superior a la observable en la gran mayoría de los países de América del Sur. Penetración trabajada sistemáticamente a partir del siglo XX por los amos del capital trasnacional para apropiarse directa e indirectamente y con comodidad de nuestra riqueza petrolera y minera, mediante contrataciones leoninas, el endeudamiento fácil y la inducción del consumo absurdo de todo tipo de bienes.
Así mismo hay estudiar al detalle y entender un fenómeno urbanístico común a las grandes ciudades: la convivencia de áreas residenciales y áreas de barrio en una misma zona, producto de la migración campo ciudad y del abandono de la población de menores recursos a su suerte. Convivencia que genera relaciones de “te odio y te quiero” entre ambos grupos que, combinadas con la enajenación cultural y necesidades de subsistencia, produce una identificación y una particularísima complicidad legal y delincuencial entre pobres y ricos.
Hay que entender y estimar el impacto político en los barrios de un importante número de migrantes de países cercanos, en su mayoría bastante cautelosos y llenos de prejuicios contra los venezolanos. Y así mismo, determinar el origen y alcance de la creciente penetración de corrientes religiosas y pseudo religiosas conservadoras, en esas zonas.
Chávez, como comunicador docente logró muchísimo, pero ningún cambio cultural se logra de un plumazo. Así que para superar el techo electoral en Caracas y otras ciudades, toca afanarse para facilitar la des culturización y re culturización de los protagonistas naturales del proceso: los trabajadores formales e informales, incluyendo los disociados pero rescatables.
Analista y comunicadora. Socialista y chavista. Firme creyente del poder popular
mariadelav@gmail.com @mariadvillanuev
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