Toby Valderrama y Antonio Aponte.
Los hombres extraordinarios, los gigantes, los santos, pueden tener hijos carnales, pero se hacen grandes por sus hijos espirituales, por sus ideas, sus sueños que un día se materializan.
Chávez tuvo hijos carnales, sangre de su sangre, y también pergeño hijos políticos, combatientes. Pero dónde nos dejó parte de su ser, donde se hizo presente, está presente, es en su hijo fundamental: ¡el Socialismo! Es ese hijo, rescatado del desprecio y del olvido, que le da a su vida, a su obra, la dimensión de milagro, sin él todo se sume en la mediocridad de lo común, todo es más de lo mismo. Si lo abandonamos todos estaríamos de espaldas al padre, traicionaríamos su esencia.
Es así, el legado de Chávez es un conjunto, hijos y también ideas, conductas, y en el centro de ese conjunto está brillando la estrella del Socialismo. Sin ella todo será oscuridad, desesperanza.
No se puede hablar de Chávez desde el pacto con la burguesía, no se puede hablar de Chávez desde el capitalismo, sin avanzar decididamente al Socialismo. Y no se puede reducir el Socialismo a una retórica estridente pero vacía, a unas medidas que regulan, pero no superan… ¡No se puede hablar de Chávez con los que lo asesinaron!
El asesinato de Chávez sumió a la Revolución en el desconcierto del niño huérfano, se comprenden las dificultades iniciales, el dolor las justifica. Pero ya es hora de que ese niño huérfano crezca y tome decidido las riendas de la casa que le dejó el padre, que siga sus enseñanzas, sus pasos. Entienda que debe caminar en solitario, que la Revolución es tarea de revolucionarios, que con los poseedores no existen alianzas que aminoren peligros, al contrario, de los apropiadores de la riqueza social, la Revolución sólo puede esperar oprobios, magnicidios.
En estos últimos meses el Socialismo que el Comandante rescató del olvido sufre duros golpes, la Revolución tiene dificultades para seguir avanzando. Las seducciones del poder, los intereses creados y, sobre todo, los errores cometidos guiados por doctrinas ajenas al Socialismo, nos han llevado a un atolladero. Vamos viento en popa… pero por el camino equivocado.
La inercia nos conduce aceleradamente a la derecha, el hijo fundamental de Chávez, el Socialismo, vuelve a la catacumbas, se refugia allá donde está el cristianismo primitivo, los sueños de la Comuna de Paris, la Revolución de Octubre. Va el Socialismo con tristeza y con rabia, camina bajo un cielo gris y un viento frío, la luz está en retirada, el sol se desmaya en tanta estupidez. Parece que lo peor del humano volvió a triunfar. ¿Ya no hay esperanzas?
Aún hay tiempo para corregir el rumbo, allí está Chávez, expectante como el 4 de febrero, como Abril, esperando junto a Bolívar que San Pedro Alejandrino no se repita, que su legado, que sus hijos fundamentales, la Independencia y el Socialismo, no tengan que seguir errantes, aplastados por la oligarquía que vuelve a triunfar.
Chávez tuvo hijos carnales, sangre de su sangre, y también pergeño hijos políticos, combatientes. Pero dónde nos dejó parte de su ser, donde se hizo presente, está presente, es en su hijo fundamental: ¡el Socialismo! Es ese hijo, rescatado del desprecio y del olvido, que le da a su vida, a su obra, la dimensión de milagro, sin él todo se sume en la mediocridad de lo común, todo es más de lo mismo. Si lo abandonamos todos estaríamos de espaldas al padre, traicionaríamos su esencia.
Es así, el legado de Chávez es un conjunto, hijos y también ideas, conductas, y en el centro de ese conjunto está brillando la estrella del Socialismo. Sin ella todo será oscuridad, desesperanza.
No se puede hablar de Chávez desde el pacto con la burguesía, no se puede hablar de Chávez desde el capitalismo, sin avanzar decididamente al Socialismo. Y no se puede reducir el Socialismo a una retórica estridente pero vacía, a unas medidas que regulan, pero no superan… ¡No se puede hablar de Chávez con los que lo asesinaron!
El asesinato de Chávez sumió a la Revolución en el desconcierto del niño huérfano, se comprenden las dificultades iniciales, el dolor las justifica. Pero ya es hora de que ese niño huérfano crezca y tome decidido las riendas de la casa que le dejó el padre, que siga sus enseñanzas, sus pasos. Entienda que debe caminar en solitario, que la Revolución es tarea de revolucionarios, que con los poseedores no existen alianzas que aminoren peligros, al contrario, de los apropiadores de la riqueza social, la Revolución sólo puede esperar oprobios, magnicidios.
En estos últimos meses el Socialismo que el Comandante rescató del olvido sufre duros golpes, la Revolución tiene dificultades para seguir avanzando. Las seducciones del poder, los intereses creados y, sobre todo, los errores cometidos guiados por doctrinas ajenas al Socialismo, nos han llevado a un atolladero. Vamos viento en popa… pero por el camino equivocado.
La inercia nos conduce aceleradamente a la derecha, el hijo fundamental de Chávez, el Socialismo, vuelve a la catacumbas, se refugia allá donde está el cristianismo primitivo, los sueños de la Comuna de Paris, la Revolución de Octubre. Va el Socialismo con tristeza y con rabia, camina bajo un cielo gris y un viento frío, la luz está en retirada, el sol se desmaya en tanta estupidez. Parece que lo peor del humano volvió a triunfar. ¿Ya no hay esperanzas?
Aún hay tiempo para corregir el rumbo, allí está Chávez, expectante como el 4 de febrero, como Abril, esperando junto a Bolívar que San Pedro Alejandrino no se repita, que su legado, que sus hijos fundamentales, la Independencia y el Socialismo, no tengan que seguir errantes, aplastados por la oligarquía que vuelve a triunfar.
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