Ninfa Monasterios Guevara.
En estos tiempos que transcurren, hay una gran cantidad de acontecimientos en desarrollo, de los cuales se puede sacar algún tipo de aprendizaje para avanzar, rectificar o ratificar rumbos.
Este año ha sido especialmente contundente para el proceso revolucionario. Recibimos en marzo un golpe que, en principio, nos dejó en aparente desorientación: la muerte física de Chávez (así a secas, sin grandilocuentes epítetos que lo alejen de nuestro lado) con todo el dolor, consternación, rabia e impotencia que un suceso como ese pueda generar. Nos tocó comenzar a caminar sin la orientación permanente del amigo presidente. Tocó tomar en nuestras manos su legado y ponerlo a trabajar junto a ese maremágnum de sentimientos. Nada fácil. El luto aún no termina.
La ausencia definitiva de Chávez, dio pie a un nuevo proceso electoral que se materializó en abril.
Abril! Mes de tanta significación para la revolución. Con sus caminos llenos de hojas secas, batidas por el viento, como muestra de lo efímero que pueden ser algunas cosas. Allí, en ese mes, el día 14 elegimos a Nicolás Maduro como nuestro presidente. Con escaso margen sobre Capriles, candidato nuevamente perdedor. Inmediato, salieron elementos disociados, maleables en sus acciones, amaestrados mediáticamente, lanzados a la calle a descargar arrecheras en reclamo por supuesto fraude jamás demostrado. Este epiléptico y rabioso episodio de la derecha dejó su saldo de muertes y destrozos que cursan por las sendas de la impunidad. Es que son nuestros los muertos y… ya sabemos lo que ocurre en este país con quienes defendemos el proceso: pasamos a ser mártires, nombres para banderas y movimientos, causa perdida y propicia para mantener cierto grado de efervescencia en las luchas campesinas o urbanas. Y, por supuesto, noticia muy silenciada en todos los medios, incluyendo aquellos que se suponen nuestros. Es que hay muertes más noticiables que otras…
A todas estas hay ausencias, por causas sobrevenidas, que generan, tal como lo establece la constitución, las respectivas acciones para solventarlas. Mientras…que hay ausencias, por causas sobreinventadas, que no repercuten en los cambios necesarios. Y el gobernador-candidato permanente-derrotado eterno, sigue sin asumir su rol legal, pero nadie lo nota, nadie lo extraña. Cosas veredes, Sancho!
Pero llegó diciembre. Y después de meses de descalificación al presidente electo, al CNE, al gobierno y al Estado, la derecha (a través de su vocero más en-notado, perdón! Connotado) manda a su maltrecha, descreída, decepcionada y rabiosa masa seguidora, a votar en las elecciones para alcaldías y concejos municipales. Llamado por demás incongruente, pero justificado sobre la base del anhelado arrase que impediría cualquier intento de fraude. Incluso, la oferta más atractiva era el carácter supuestamente plebiscitario que tendría el evento electoral de las municipales: Votando por el candidato opositor a la alcaldía, se botaba a Maduro del gobierno nacional. Esa era la apuesta.
Y pasaron las elecciones. El 8 de diciembre participó el más elevado porcentaje de la población nacional, al menos en comparación con eventos de esa clase. Los resultados hablan por sí solos: más del 70% de las alcaldías quedaron en manos de postulados del proceso revolucionario (dentro o fuera del PSUV), con lo cual se le da un espaldarazo al presidente Maduro, pues la diferencia entre los votos de la revolución y los obtenidos por la derecha venezolana, aumentó del exiguo 3% de las presidenciales a un nada despreciable 10% en las municipales. Y el plebiscito? Quién habló de eso? Silencio en la noche, que todo está en calma…
En ambos sectores hubo abstención, afectando las pretensiones de uno y otro lado. Pero entraron a jugar algunos candidatos que no se plegaron a la sacrosanta palabra del PSUV y salieron gananciosos. Mientras duró la contienda electoral, fueron calificados de las maneras más terribles: traidores, divisionistas, contrarevolucionarios, etc. Pero…una vez obtenida la victoria, se transformaron en camaradas, menos mal que se lanzaron, alternativas revolucionarias, etc. Y, por supuesto, se cuentan hoy día como saldo a favor del proceso.
Sin embargo, no todos los que se lanzaron fuera de las filas del PSUV, ganaron. Hay casos emblemáticos, en los que la unidad revolucionaria quizá hubiera significado un espacio más para el proceso (Ej: Maturín). A estas personas, se les ha tallado a fuego el remoquete de traidores, divisionistas, etc. O sea, si ganas eres más revolucionario que Chávez, pero si pierdes…ay si pierdes! Entonces, eres un sátrapa. Misterios del discurso político (¿?) de algunos. Lo cual, además de acomodaticio, resulta poco menos que simplista. Eso de suponer que quienes votaron por la alternativa revolucionaria, lo hubieran hecho por el del PSUV de no existir aquella, es desmerecer la inteligencia y capacidad de análisis del electorado. Es no querer darse cuenta de que los procesos sociales no son lineales y que, a lo interno del partido, hay que garantizar la verdadera participación de las bases para que de ellas surjan las voces que liderarán su devenir.
Una vez proclamados alcaldes y alcaldesas, se realizan nombramientos paralelos de protectores en los espacios perdidos por la revolución. Del lado opositor, no faltaba más, también han aplicado la misma dosis y proclaman a sus candidatos perdedores como protectores del electorado correspondiente y supervisor de las ejecutorias de la cámara municipal (Así acaba de hacer el nuevo alcalde de MBI, en Aragua). Por lo que, los años por venir se nos presentan llenos de muchas anécdotas. En Venezuela, no tenemos razones para el aburrimiento.
En el ínterin, las comunas, el poder popular, los movimientos sociales sirven de apoyo discursivo para unos y otros. Más de los unos que de los otros, cabe destacar. Pero, aún no se concreta su accionar de manera contundente. Todo porque las propias leyes que les rigen, regulan o controlan, solo sirven para eso. Para controlarlos desde la institucionalidad. Queda entonces el poder popular convertido en una consigna bonita, sin mayor concreción en la realidad, víctima de patrones de ejercicio viciado del poder.
Y así lo van entendiendo las propias gentes que integran comunas en construcción, consejos comunales y movivmientos sociales. De tal suerte que, ahora en algunos sectores se realizan trabajos que son decididos en la comuna, o sea desde “arriba”. Cuando lo que debería suceder es que en los sectores decidan lo que necesitan o desean hacer y se lo transmitan o comuniquen a la comuna para que esta, en la sinergia necesaria, apuntale esos haceres y los haga propios.
Las comunas existentes, entonces, salvo honrosas excepciones, se van conformando en espacios de ejercicio de poder de un grupo que, generalmente, adolece de falta de conexión con sus respectivas comunidades, las cuales ni siquiera están enteradas de que forman parte de tal comuna, ni comprenden o sienten lo importante que es dicha estructura organizativa y por tanto, no se asumen comuneros-as. Pero se va haciendo el intento. Se erra y se corrige. Todo esto debe ser práctica soberana, sin la mediación de funcionariado alguno. Que la gente construya sus espacios, según su naturaleza.
Empoderarse no es fácil, menos aún después de siglos de sometimiento. Más, hay que insistir hasta que el agua rompa el cántaro. Seamos orijinales, decía Simón Rodríguez. Esa es la orden, aunque cueste en este mundo globalizado y normalizado. Así haremos realidad para la “pava” del poder popular, lo que tan bueno ha sido para el “pavo” del poder constituido…o sea, ejercer el poder.
Este año ha sido especialmente contundente para el proceso revolucionario. Recibimos en marzo un golpe que, en principio, nos dejó en aparente desorientación: la muerte física de Chávez (así a secas, sin grandilocuentes epítetos que lo alejen de nuestro lado) con todo el dolor, consternación, rabia e impotencia que un suceso como ese pueda generar. Nos tocó comenzar a caminar sin la orientación permanente del amigo presidente. Tocó tomar en nuestras manos su legado y ponerlo a trabajar junto a ese maremágnum de sentimientos. Nada fácil. El luto aún no termina.
La ausencia definitiva de Chávez, dio pie a un nuevo proceso electoral que se materializó en abril.
Abril! Mes de tanta significación para la revolución. Con sus caminos llenos de hojas secas, batidas por el viento, como muestra de lo efímero que pueden ser algunas cosas. Allí, en ese mes, el día 14 elegimos a Nicolás Maduro como nuestro presidente. Con escaso margen sobre Capriles, candidato nuevamente perdedor. Inmediato, salieron elementos disociados, maleables en sus acciones, amaestrados mediáticamente, lanzados a la calle a descargar arrecheras en reclamo por supuesto fraude jamás demostrado. Este epiléptico y rabioso episodio de la derecha dejó su saldo de muertes y destrozos que cursan por las sendas de la impunidad. Es que son nuestros los muertos y… ya sabemos lo que ocurre en este país con quienes defendemos el proceso: pasamos a ser mártires, nombres para banderas y movimientos, causa perdida y propicia para mantener cierto grado de efervescencia en las luchas campesinas o urbanas. Y, por supuesto, noticia muy silenciada en todos los medios, incluyendo aquellos que se suponen nuestros. Es que hay muertes más noticiables que otras…
A todas estas hay ausencias, por causas sobrevenidas, que generan, tal como lo establece la constitución, las respectivas acciones para solventarlas. Mientras…que hay ausencias, por causas sobreinventadas, que no repercuten en los cambios necesarios. Y el gobernador-candidato permanente-derrotado eterno, sigue sin asumir su rol legal, pero nadie lo nota, nadie lo extraña. Cosas veredes, Sancho!
Pero llegó diciembre. Y después de meses de descalificación al presidente electo, al CNE, al gobierno y al Estado, la derecha (a través de su vocero más en-notado, perdón! Connotado) manda a su maltrecha, descreída, decepcionada y rabiosa masa seguidora, a votar en las elecciones para alcaldías y concejos municipales. Llamado por demás incongruente, pero justificado sobre la base del anhelado arrase que impediría cualquier intento de fraude. Incluso, la oferta más atractiva era el carácter supuestamente plebiscitario que tendría el evento electoral de las municipales: Votando por el candidato opositor a la alcaldía, se botaba a Maduro del gobierno nacional. Esa era la apuesta.
Y pasaron las elecciones. El 8 de diciembre participó el más elevado porcentaje de la población nacional, al menos en comparación con eventos de esa clase. Los resultados hablan por sí solos: más del 70% de las alcaldías quedaron en manos de postulados del proceso revolucionario (dentro o fuera del PSUV), con lo cual se le da un espaldarazo al presidente Maduro, pues la diferencia entre los votos de la revolución y los obtenidos por la derecha venezolana, aumentó del exiguo 3% de las presidenciales a un nada despreciable 10% en las municipales. Y el plebiscito? Quién habló de eso? Silencio en la noche, que todo está en calma…
En ambos sectores hubo abstención, afectando las pretensiones de uno y otro lado. Pero entraron a jugar algunos candidatos que no se plegaron a la sacrosanta palabra del PSUV y salieron gananciosos. Mientras duró la contienda electoral, fueron calificados de las maneras más terribles: traidores, divisionistas, contrarevolucionarios, etc. Pero…una vez obtenida la victoria, se transformaron en camaradas, menos mal que se lanzaron, alternativas revolucionarias, etc. Y, por supuesto, se cuentan hoy día como saldo a favor del proceso.
Sin embargo, no todos los que se lanzaron fuera de las filas del PSUV, ganaron. Hay casos emblemáticos, en los que la unidad revolucionaria quizá hubiera significado un espacio más para el proceso (Ej: Maturín). A estas personas, se les ha tallado a fuego el remoquete de traidores, divisionistas, etc. O sea, si ganas eres más revolucionario que Chávez, pero si pierdes…ay si pierdes! Entonces, eres un sátrapa. Misterios del discurso político (¿?) de algunos. Lo cual, además de acomodaticio, resulta poco menos que simplista. Eso de suponer que quienes votaron por la alternativa revolucionaria, lo hubieran hecho por el del PSUV de no existir aquella, es desmerecer la inteligencia y capacidad de análisis del electorado. Es no querer darse cuenta de que los procesos sociales no son lineales y que, a lo interno del partido, hay que garantizar la verdadera participación de las bases para que de ellas surjan las voces que liderarán su devenir.
Una vez proclamados alcaldes y alcaldesas, se realizan nombramientos paralelos de protectores en los espacios perdidos por la revolución. Del lado opositor, no faltaba más, también han aplicado la misma dosis y proclaman a sus candidatos perdedores como protectores del electorado correspondiente y supervisor de las ejecutorias de la cámara municipal (Así acaba de hacer el nuevo alcalde de MBI, en Aragua). Por lo que, los años por venir se nos presentan llenos de muchas anécdotas. En Venezuela, no tenemos razones para el aburrimiento.
En el ínterin, las comunas, el poder popular, los movimientos sociales sirven de apoyo discursivo para unos y otros. Más de los unos que de los otros, cabe destacar. Pero, aún no se concreta su accionar de manera contundente. Todo porque las propias leyes que les rigen, regulan o controlan, solo sirven para eso. Para controlarlos desde la institucionalidad. Queda entonces el poder popular convertido en una consigna bonita, sin mayor concreción en la realidad, víctima de patrones de ejercicio viciado del poder.
Y así lo van entendiendo las propias gentes que integran comunas en construcción, consejos comunales y movivmientos sociales. De tal suerte que, ahora en algunos sectores se realizan trabajos que son decididos en la comuna, o sea desde “arriba”. Cuando lo que debería suceder es que en los sectores decidan lo que necesitan o desean hacer y se lo transmitan o comuniquen a la comuna para que esta, en la sinergia necesaria, apuntale esos haceres y los haga propios.
Las comunas existentes, entonces, salvo honrosas excepciones, se van conformando en espacios de ejercicio de poder de un grupo que, generalmente, adolece de falta de conexión con sus respectivas comunidades, las cuales ni siquiera están enteradas de que forman parte de tal comuna, ni comprenden o sienten lo importante que es dicha estructura organizativa y por tanto, no se asumen comuneros-as. Pero se va haciendo el intento. Se erra y se corrige. Todo esto debe ser práctica soberana, sin la mediación de funcionariado alguno. Que la gente construya sus espacios, según su naturaleza.
Empoderarse no es fácil, menos aún después de siglos de sometimiento. Más, hay que insistir hasta que el agua rompa el cántaro. Seamos orijinales, decía Simón Rodríguez. Esa es la orden, aunque cueste en este mundo globalizado y normalizado. Así haremos realidad para la “pava” del poder popular, lo que tan bueno ha sido para el “pavo” del poder constituido…o sea, ejercer el poder.
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