Mariadela Linares.
No queda duda de que las elecciones del domingo dan material para hacer variadas lecturas. La más importante de ellas es que Nicolás Maduro se anotó una incuestionable victoria, frente al carácter plebiscitario que pretendió darle la derecha al proceso. Y ahí lo tienen pues: por encima de un millón de votos de diferencia que se tradujeron en más de las tres cuartas partes de las alcaldías. Los números hablan muy claro.
Pero también dicen otras cosas: para el chavismo que tiene que revisar hacia dentro por qué no logra recuperar Petare, pena que viene arrastrando desde hace unos cuantos años, y también cómo es posible que las apetencias individuales hayan pesado más que el compromiso revolucionario, en lugares donde la división le dio el triunfo al adversario. Temas para debatir internamente. Pero lo importante está logrado: Maduro se relegitimó. Las dudas que sembró la oposición en la prensa internacional relacionadas con la elección de abril, quedaron despejadas.
¿El gran perdedor? Henrique Capriles Radonski, sin duda alguna, y su partido Primero Justicia que quedó como novia de pueblo, vestida y sin que nadie la llevara al baile. El gobernador de Miranda, arrogante y engolosinado, se echó encima la campaña, abandonó su estado y se dedicó a recorrer el país como quien cree que su recién adquirido liderazgo era agua bendita para ensalmar candidatos. Anótese su derrota, señor, y tenga la hidalguía de reconocer que su discurso no cala más y que la inconstancia de su imagen, que pasa de lo belicoso a lo bobo, no encuentra comprador. Y si es por Primero Justicia, que se autodenomina el segundo partido del país, ¿qué ganó? Por lo menos, ninguna de las alcaldías de las ciudades numéricamente más pobladas.
Dentro de la oposición hay ganadores que deben estar esperando a Capriles en la bajadita. Antonio Ledezma, ya lo escribimos una vez, es el más eficiente de ellos: con un minúsculo partido gana elecciones, y ahora está latiéndole en la cueva al gobernador de Miranda en la pugna por la jefatura de la oposición. Acción Democrática y UNT también esperando pasar factura ante la indiferencia recibida. Ahí está la cuarta república en pleno, todavía viva. Esperemos.
Pero también dicen otras cosas: para el chavismo que tiene que revisar hacia dentro por qué no logra recuperar Petare, pena que viene arrastrando desde hace unos cuantos años, y también cómo es posible que las apetencias individuales hayan pesado más que el compromiso revolucionario, en lugares donde la división le dio el triunfo al adversario. Temas para debatir internamente. Pero lo importante está logrado: Maduro se relegitimó. Las dudas que sembró la oposición en la prensa internacional relacionadas con la elección de abril, quedaron despejadas.
¿El gran perdedor? Henrique Capriles Radonski, sin duda alguna, y su partido Primero Justicia que quedó como novia de pueblo, vestida y sin que nadie la llevara al baile. El gobernador de Miranda, arrogante y engolosinado, se echó encima la campaña, abandonó su estado y se dedicó a recorrer el país como quien cree que su recién adquirido liderazgo era agua bendita para ensalmar candidatos. Anótese su derrota, señor, y tenga la hidalguía de reconocer que su discurso no cala más y que la inconstancia de su imagen, que pasa de lo belicoso a lo bobo, no encuentra comprador. Y si es por Primero Justicia, que se autodenomina el segundo partido del país, ¿qué ganó? Por lo menos, ninguna de las alcaldías de las ciudades numéricamente más pobladas.
Dentro de la oposición hay ganadores que deben estar esperando a Capriles en la bajadita. Antonio Ledezma, ya lo escribimos una vez, es el más eficiente de ellos: con un minúsculo partido gana elecciones, y ahora está latiéndole en la cueva al gobernador de Miranda en la pugna por la jefatura de la oposición. Acción Democrática y UNT también esperando pasar factura ante la indiferencia recibida. Ahí está la cuarta república en pleno, todavía viva. Esperemos.
Periodista
Mlinar2004@yahoo.es
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