Las palabras del Secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, ante la OEA cuando dijo que “La era de la Doctrina Monroe ha terminado” quedarán registradas para la historia como la mayor mentira cometida de todas las administraciones estadounidenses. El actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, merece otro premio Nobel o Guinness por la farsa. Hoy, los estrategas del Pentágono pretenden hacer creer a los gobiernos y pueblos del mundo, que el imperio estadounidense ha cambiado y se ha vuelto “benévolo” y “respetuoso” de las soberanías de los pueblos del mundo, y particularmente de la región que históricamente pretendió dominar.
¿A quienes pretenden engañar EE.UU. cuando miente públicamente sobre sus intensiones de “renovada” diplomacia para América Latina? Un animal carroñero no puede cambiar su dieta compuesta de carne putrefacta porque moriría; esa es su naturaliza. Así como es la del imperialismo de mentir, robar y destruir para dominar.
Meses atrás, el mismo Kerry en un discurso ante el Congreso de EE.UU se había referido a América Latina como “nuestro patio trasero” [1]. Hoy intenta recoger y maquillar bien sus palabras durante su más reciente discurso ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington cuando dijo “La era de la Doctrina Monroe ha terminado”, y agregó más adelante “La relación que buscamos, y para cuyo impulso que hemos trabajado duro, no se trata de una declaración de Estados Unidos acerca de cómo y cuándo va a intervenir en los asuntos de otros estados americanos. Se trata de que los países se perciban unos a otros como iguales, de compartir responsabilidades, de cooperar en cuestiones de seguridad y de adherirse no a la Doctrina, sino a las decisiones que tomamos como socios para promover los valores y los intereses que compartimos”.
Quienes conocen bien al imperialismo estadounidense están vacunados contra sus mentiras y la demagogia común de todos los inquilinos que han pasado por la Casa Blanca.
La administración Obama sólo se ha diferenciado de las anteriores, por su empeño en rescatar la falsa “diplomacia imperial” que antes había sido rota y tirada a la basura por la arrogancia de los halcones imperiales y en especial por la administración de George W. Bush.
Hoy los halcones imperiales han comprendido que EE.UU. no puede seguir actuando, por sí solo, como gendarme del sistema-mundo. La crisis financiera-económica-social-política que presenta EE.UU. ha puesto límites a la prepotencia supremacista que desde siempre ha inspirado a los ideólogos imperiales. Por otro lado, los gobiernos de la Unión Europea, Rusia y China no estaban ya dispuestos a seguir soportando la prepotencia de Bush. Así que los estrategas imperiales buscaron un nuevo rostro que simulara un cambio, y lo lograron momentáneamente con la figura de Barack Hussein Obama: un hombre negro, con capacidad de organizar un “buen” discurso diplomático y demagógico para contentar a los aliados europeos. Obama logró negociar con Europa la repartición del botón libio, fundamentalmente con Francia, y alcanzó a comprometer a Europa en los gastos militares de las nuevas campañas bélicas emprendidas en África y a mantener las fuerzas aliadas dentro del insoportable pantano que se ha vuelto la invasión Afganistán.
En el fondo, la nueva diplomacia maquillada por Kerry en la OEA manifiesta la aceptación, a disgusto, de la realidad que sumerge a EE.UU. El discurso, además de reconocer la crisis estructural del capitalismo en EE.UU., también es de resignación ante la realidad mundial que distingue los nuevos bloques políticos y económicos mundiales que imponen límites y exigen respeto. Los países que conforman al Consejo de Cooperación de Shanghái, Eurasia, los BRICS y el MERCOSUR son la real pesadilla para EE.UU.
La nefasta Doctrina Monroe, que fue elaborada por John Quincy Adams, y más tarde atribuida a James Monroe en 1823, promovía los viejos sueños coloniales de los estrategas imperiales de dominio completo del nuevo continente bajo el lema “América para los americanos (del norte)”. Era un intento de anexionarse, paulatinamente, todos los territorios que habían obtenido su independencia de los antiguos imperios europeos (fundamentalmente de España y Portugal), además, esta vieja doctrina se enarbolaba con el propósito de distanciar, aún más, a Europa de sus pretensiones sobre América Latina.
Pero esta doctrina nunca alcanzó sus objetivos planteados en aquellos primeros años. En el siglo XX, la revolución cubana marcó su declive. Si bien, la mayoría de los países de América Latina pasaron a ser neo-colonias de EE.UU. (países mono productores y muy dependientes económicamente de los capitales del norte), los Estados Nacionales creados luego de los procesos independentistas se mantuvieron intactos, con cierto grado de soberanías, lo que permitió a muchos de estos países maniobrar en la cuerda floja sobre el barranco de la entrega completa. La era del neoliberalismo apenas alcanzó a dar algunos pasos en sus propósitos, pero su proyecto del Área de Libre Comercio para Las Américas (ALCA) fue enterrado por la nueva oleada de mandatarios revolucionarios y progresistas en 2005, Mar de Plata, Argentina.
China como la gran amenaza
El discurso de Kerry puede interpretarse, también, como un discurso de desesperación. Estados Unidos ve cada día perder su “patio trasero” frente a su mayor rival económico: China.
Interesantes estudiosos hechos por la CEPAL y por numerosos expertos indican que gradualmente América Latina pierde interés en EE.UU. y se acerca a China.
Un interesante análisis realizado por el comentarista político Vladislav Gulévich y publicado por el sitio fondsk.ru revela lo que realmente preocupa a los estrategas imperiales. Dice Gulévich:
“En general, la cooperación económica con los países latinoamericanos fortalece la seguridad alimenticia y energética de China, ofrece grandes mercados para los productos chinos, y en el futuro puede reconfigurar el espacio geopolítico en el ‘patio trasero’ de EE.UU. a su favor”. Más adelante agrega: “En Washington, al parecer, bajo estas condiciones, sin correr el riesgo de contrarrestar duramente la penetración de China en América Latina, están tratando de hacer todo lo posible para limitar el impacto de China y para restringirlo solo a la esfera de la economía, sin permitir que se extienda a la esfera política. Sin embargo, es poco probable que a largo plazo China se limite estrictamente a las relaciones comerciales con América Latina”, explica el experto, citando como ejemplo un acuerdo de concesión de préstamos entre Bolivia y China de 2011 en virtud del cual, además de 300 millones de dólares, el gigante asiático suministra varios vehículos para el Ejército boliviano y cooperación técnico-militar. Según Gulévich, Pekín va a continuar con esta política” [2].
Los estrategas imperiales observan impávidos, pero furiosos, a su “patio trasero” escapar de sus manos sin poder hacer mucho para evitarlo. América Latina busca en el gigante asiático lo que EE.UU. y Europa nunca han ofrecido, ni podrán ofrecer. China invierte en capital productivo, sede tecnología y no interviene en los asuntos internos de los países donde circulan sus capitales. Esto demanda a EE.UU. en bajar un poco el tono a su desafiante discurso. Los voceros estadounidenses se han topado con los límites que hoy le impone la realidad de la región, pero no se quedarán de brazos cruzados.
Así lo hizo entender John Kerry en su discurso ante la OEA. Kerry no dejó pasar la oportunidad para mostrar el puñal de la amenaza. Pese a insistir en el “fin” de la política intervencionista en América Latina, el vocero imperial dejó claro que ello no implica dejar de seguir manifestando “inquietudes” en casos de desviaciones de las vías democráticas. Dijo: “reciente debilitamiento de las instituciones democráticas” en Venezuela o la necesidad de reformas políticas “más amplias” en la todavía “autoritaria” Cuba”. Una semana más tarde volvió, esta vez, la vocera del Departamento de Estado estadounidense, Jen Psaki, a retomar las riendas del discurso agresivo contra Venezuela cuando dijo, en referencia a la Ley Habilitante aprobada en Venezuela, que “el Gobierno estadounidense ve importante, para las instituciones democráticas servir a sus roles designados y apropiados. Y creemos que la separación de poderes es elemento esencial de la democracia” [3]. ¿No es, acaso, un doble discurso?
América Latina está escapando de las manos de EE.UU. Esta realidad comienza a ser digerida, a duras penas, por los voceros imperiales. El ex consejero de Seguridad Nacional de EE.UU. Zbigniew Brzezinski culpa al “activismo populista” que amenaza con desviar la transición hacia un nuevo orden mundial, dice: “el aumento en el activismo populista en todo el mundo está demostrando ser perjudicial para la dominación externa como la que prevalecía en la época del colonialismo y el imperialismo” [4].
Muchos creyeron que el siglo XXI también sería de la hegemonía de EE.UU. como lo fue el siglo pasado. Nada será igual que antes. El estratega Brzezinski admite que esta es ya una “ilusión”, la dominación estadounidense ya no es posible debido a un acelerado cambio social provocado por “las comunicaciones de masas como la radio, la televisión e Internet, que han estimulado “un despertar universal de la conciencia política masiva”, pero Brzezinski olvidó admitir que la crisis estructural del capitalismo ha creado en todo el mundo condiciones objetivas y subjetivas que, más temprano que tarde, terminarán por provocar una revolución a escala mundial.
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