VLADIMIR PUTIN.
Los recientes acontecimientos relacionados con Siria me han llevado a dirigirme directamente al pueblo estadounidense y a sus líderes políticos. Es importante hacerlo en un momento cuando no hay suficiente comunicación entre nuestras sociedades.
Nuestras relaciones han pasado por diferentes etapas. Nos enfrentamos durante la Guerra Fría. Pero también fuimos aliados una vez y derrotamos juntos a los nazis. La organización internacional universal, las Naciones Unidas, se estableció entonces para evitar que tal devastación vuelva a suceder.
Los fundadores de Naciones Unidas se dieron cuenta de que las decisiones que afectan a la guerra y a la paz deben tomarse solamente por consenso y, con el permiso de Estados Unidos, el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad está consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. La profunda sabiduría de esto ha apuntalado la estabilidad de las relaciones internacionales desde hace décadas.
Nadie quiere que las Naciones Unidas corra la suerte de la Liga de las Naciones, que se derrumbó porque carecía de influencia real. Esto es posible si los países influyentes eluden las Naciones Unidas y toman una acción militar sin autorización del Consejo de Seguridad.
El posible ataque de Estados Unidos contra Siria, pese a la fuerte oposición de muchos países y de los principales líderes políticos y religiosos, incluido el Papa, dará lugar a más víctimas inocentes y a una escalada, extendiendo el conflicto más allá de las fronteras de Siria. Un ataque aumentaría la violencia y desencadenaría una nueva ola de terrorismo. Podría socavar los esfuerzos multilaterales para resolver el problema nuclear de Irán y el conflicto palestino-israelí y desestabilizar aún más Oriente Medio y el Norte de África. Podría romper el equilibro del sistema del derecho internacional y el orden.
Siria no está siendo testigo de una batalla por la democracia, sino de un conflicto armado entre el Gobierno y la oposición en un país multirreligioso. Hay algunos defensores de la democracia en Siria. Pero hay más que suficientes combatientes de Al Qaeda y extremistas de todas las tendencias que luchan contra el Gobierno. El Departamento de Estado de Estados Unidos ha tachado a Al Frente Nusra y al Estado Islámico de Irak y el Levante, que luchan contra la oposición, como organizaciones terroristas.
Este conflicto interno, alimentado por las armas extranjeras suministradas a la oposición es uno de los más sangrientos del mundo. Los mercenarios de los países árabes que luchan allí y cientos de milicianos de países occidentales e incluso de Rusia son para nosotros un motivo de profunda preocupación. ¿No volverán ellos a nuestros países con la experiencia adquirida en Siria? Después de todo, después de los combates en Libia, los extremistas se trasladaron a Malí. Esto nos amenaza a todos.
Desde el comienzo, Rusia ha abogado por un diálogo pacífico que permita a los sirios desarrollar un plan de compromiso para su propio futuro. No estamos protegiendo al Gobierno sirio, sino el derecho internacional. Tenemos que utilizar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y creer que la preservación de la ley y el orden en el complejo y turbulento mundo de hoy es una de las pocas maneras de impedir que las relaciones internacionales se deslicen hacia el caos. La ley sigue siendo la ley y tenemos que seguirla, nos guste o no. Bajo el actual derecho internacional, el uso de la fuerza solo se permite en defensa propia o por la decisión del Consejo de Seguridad. Cualquier otra cosa es inaceptable en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y constituiría un acto de agresión.
No cabe duda alguna de que se usó gas venenoso en Siria. Pero hay muchas razones para creer que no fue utilizado por el ejército sirio, sino por las fuerzas de la oposición para provocar la intervención de sus poderosos amos extranjeros, que estarían al lado de los fundamentalistas. Los informes de que los milicianos están preparando otro ataque —esta vez contra Israel— no pueden ser ignorados.
Es alarmante que la intervención militar en los conflictos internos en el extranjero se haya convertido en algo común para Estados Unidos. ¿Será el interés de Estados Unidos a largo plazo? Lo dudo. Millones de personas en todo el mundo ven más y más a Estados Unidos no como un modelo de democracia, sino que ven que confía únicamente en la fuerza bruta, formando coaliciones bajo el lema “o estás con nosotros o contra nosotros”.
Pero la fuerza ha demostrado ser ineficaz e inútil. Afganistán está sufriendo y nadie puede decir qué va a pasar después de que se retiren las fuerzas internacionales. Libia está dividida en tribus y clanes. En Irak la guerra civil sigue cobrándose decenas de muertos cada día. En Estados Unidos muchos trazan una analogía entre Irak y Siria y se preguntan por qué su Gobierno quiere repetir los errores recientes.
No importa cómo se llevan a cabo los ataques o lo sofisticadas que sean armas, las víctimas civiles son inevitables, incluidos los ancianos y los niños, a quienes los ataques tendrían que proteger.
El mundo reacciona preguntándose que si no se puede contar con el derecho internacional, entonces hay que encontrar otras formas para garantizar su seguridad. Así, un número creciente de países trata de adquirir armas de destrucción masiva. Esto es lógico: si tiene la bomba, nadie va a tocarle. Nos hablan de la necesidad de fortalecer la no proliferación, cuando en realidad esto se está erosionando.
Tenemos que dejar de utilizar el lenguaje de la fuerza y volver a la senda de la diplomacia civilizada y del acuerdo político.
En los últimos días ha aparecido una nueva oportunidad para evitar la acción militar. Estados Unidos, Rusia y todos los miembros de la comunidad internacional deben aprovechar la disposición del Gobierno sirio para colocar su arsenal químico bajo el control internacional para su posterior destrucción. A juzgar por las declaraciones del presidente Obama, Estados Unidos considera esto como una alternativa a la acción militar.
Yo saludo el interés del Presidente en continuar el diálogo con Rusia sobre Siria. Tenemos que trabajar juntos para mantener viva esta esperanza, como acordamos durante la reunión del G-8 en Lough Erne, en Irlanda del Norte, en junio y volver a la vía de las negociaciones.
Si podemos evitar el uso de la fuerza contra Siria, esto mejorará el clima de las relaciones internacionales y fortalecerá la confianza mutua. Para nosotros será un éxito compartido y abrirá la puerta a la cooperación en otras cuestiones fundamentales.
Mi relación laboral y personal con el presidente Obama está marcada por una creciente confianza. Lo agradezco. Estudié detalladamente su discurso a la nación del martes. Y quiero decir que estoy en desacuerdo con el énfasis que hizo en la excepcionalidad estadounidense, afirmando que la política de Estados Unidos es “lo que hace diferente a Estados Unidos. Es lo que nos hace excepcionales”.
Es extremadamente peligroso animar a la gente a verse como algo excepcional, sea cual sea la motivación. Hay países grandes y países pequeños, ricos y pobres, los que tienen una larga tradición democrática y aquellos que todavía están buscando su camino a la democracia. Sus políticas son diferentes, también. Todos somos diferentes, pero cuando pedimos las bendiciones del Señor, no debemos olvidar que Dios nos creó iguales.
(Traducción de RT)
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