JOSÉ VICENTE RANGEL.
Lo que en apariencia es una discusión rutinaria, banal, en política, resulta que no lo es. Envuelve cuestiones de fondo. Que van más allá de lo obvio. De lo que tiene que ver con la verdad proveniente de hechos incontrovertibles
Por cierto, un columnista al que siempre hay que leer, que dice no ser político -y con todo derecho opina sobre política, escribió por estos días sobre los "culpables instantáneos", es decir, los que según él son responsabilizados, a priori, sin base, por el gobierno bolivariano. Es fácil responder este tipo de señalamiento con sólo decir que más bien habría que hablar de "inocentes instantáneos". Que son aquellos cuya responsabilidad suele ser exculpada de inmediato, sin siquiera investigar. En este caso se trata de la vieja institución de la "solidaridad automática", vivero de corruptos en tiempos del puntofijismo. Pero no quiero competir en ese terreno donde cada cual tiene argumentos. O los inventa.
2 La prueba en política es complicada. Inasible. Se sustenta en lo subjetivo. Ejemplo: lo que sucede con las agresiones de las potencias imperiales. Siempre recurren al argumento de que tienen elementos probatorios suficientes para consumar sus tropelías, y llegan al extremo de convertir la mentira en prueba plena, como pasó con la invasión de Bush a Irak. La mentira, con apoyo mediático abrumador, de que Saddam poseía ese tipo de armas, fue aceptada por la mayoría de la comunidad internacional. Nada importó destruir el país, la muerte de más de un millón de personas y la secuela oprobiosa de la ocupación. Pero la verdad verdadera, la única, la de que nunca hubo armas de destrucción masiva, de nada sirvió. Sirvió, en cambio, la mentira a los fines del agresor. Al igual que en Afganistán, Libia y ahora Siria. O la mentira que le permitió a Foster Dulles montar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala; o el de Juan Bosh en República Dominicana para evitar con los "marines" el comunismo; o la grotesca operación de la maquinaria bélica imperial contra la diminuta Grenada con igual fin; o la operación urdida por Nixon, Kissinger, ITT y el diario El Mercurio para aplastar el gobierno democrático de Allende y colocar a un genocida, Augusto Pinochet, en La Moneda.
3 Un aporte a la doctrina de la prueba lo hizo recientemente Dennos McDonough, Jefe del Gabinete estadounidense, cuando afirmó: "la prueba de sentido común es la que dictamina que el gobierno sirio es responsable del ataque con armas químicas". Es decir, que el sentido común del acusador es un privilegio suficiente para calificar, e invalida quién cometió el acto y de qué manera luego de una investigación confiable. Lo que quiere decir que el carácter irrefutable de la evidencia, más allá de toda duda razonable, no cuenta para nada. Porque en el pensamiento político-jurídico de la derecha el sistema probatorio es flexible. Pero a partir de una especie de dogma consistente en que la derecha no delinque, y sólo lo hace la izquierda. Pudiera citar muchos ejemplos: nunca, durante el largo período puntofijista, sus gobiernos admitieron que los presos políticos eran torturados, asesinados, desaparecidos. Un caso: el mar Caribe tuvo que devolver el cadáver Lovera y depositarlo en una playa solitaria donde fue hallado por pescadores, para que la denuncia de que el dirigente comunista había sido detenido por la Digepol y llevado a varios centros de tormento, fuera aceptada después de cínicos desmentidos. Otro caso: funcionarios de la época, cuando se denunció el asesinato de Jorge Rodríguez en la sede policial dependiente del ministerio del Interior, optaron por decir que había fallecido de un infarto, cuando luego la autopsia demostró que los represores se ensañaron en su cuerpo y destrozaron sus vísceras más nobles. Siempre la prueba solicitada por los gobiernos de la Cuarta República no fue otra que la muerte. Pero aún hubo casos, ya en pleno proceso bolivariano, en que la prueba plena no fue suficiente, como el 11-A, cuando muchos de sus protagonistas niegan su participación. Lo mismo que en el sabotaje de la industria petrolera. O el terrorismo y la guarimba. O como ocurrió en la tragedia de Amuay, convertida al comienzo en festín de hienas, y ahora develada con extraordinaria rigurosidad y sentido ético por Rafael Ramírez, mediante una investigación que pasará a la histórica por la responsabilidad con que fue asumida. En la misma línea está la denuncia de magnicidio, la cual suscita burlas en la derecha y en medios que metieron la mano en pasadas aventuras que ahora quieren repetir, que sólo le reconocerían veracidad con el logro del objetivo. Así como de tantos otros hechos donde la prueba es simple recurso para saltarse responsabilidades y no la admisión del propósito de acabar con el Estado de derecho.
2 La prueba en política es complicada. Inasible. Se sustenta en lo subjetivo. Ejemplo: lo que sucede con las agresiones de las potencias imperiales. Siempre recurren al argumento de que tienen elementos probatorios suficientes para consumar sus tropelías, y llegan al extremo de convertir la mentira en prueba plena, como pasó con la invasión de Bush a Irak. La mentira, con apoyo mediático abrumador, de que Saddam poseía ese tipo de armas, fue aceptada por la mayoría de la comunidad internacional. Nada importó destruir el país, la muerte de más de un millón de personas y la secuela oprobiosa de la ocupación. Pero la verdad verdadera, la única, la de que nunca hubo armas de destrucción masiva, de nada sirvió. Sirvió, en cambio, la mentira a los fines del agresor. Al igual que en Afganistán, Libia y ahora Siria. O la mentira que le permitió a Foster Dulles montar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala; o el de Juan Bosh en República Dominicana para evitar con los "marines" el comunismo; o la grotesca operación de la maquinaria bélica imperial contra la diminuta Grenada con igual fin; o la operación urdida por Nixon, Kissinger, ITT y el diario El Mercurio para aplastar el gobierno democrático de Allende y colocar a un genocida, Augusto Pinochet, en La Moneda.
3 Un aporte a la doctrina de la prueba lo hizo recientemente Dennos McDonough, Jefe del Gabinete estadounidense, cuando afirmó: "la prueba de sentido común es la que dictamina que el gobierno sirio es responsable del ataque con armas químicas". Es decir, que el sentido común del acusador es un privilegio suficiente para calificar, e invalida quién cometió el acto y de qué manera luego de una investigación confiable. Lo que quiere decir que el carácter irrefutable de la evidencia, más allá de toda duda razonable, no cuenta para nada. Porque en el pensamiento político-jurídico de la derecha el sistema probatorio es flexible. Pero a partir de una especie de dogma consistente en que la derecha no delinque, y sólo lo hace la izquierda. Pudiera citar muchos ejemplos: nunca, durante el largo período puntofijista, sus gobiernos admitieron que los presos políticos eran torturados, asesinados, desaparecidos. Un caso: el mar Caribe tuvo que devolver el cadáver Lovera y depositarlo en una playa solitaria donde fue hallado por pescadores, para que la denuncia de que el dirigente comunista había sido detenido por la Digepol y llevado a varios centros de tormento, fuera aceptada después de cínicos desmentidos. Otro caso: funcionarios de la época, cuando se denunció el asesinato de Jorge Rodríguez en la sede policial dependiente del ministerio del Interior, optaron por decir que había fallecido de un infarto, cuando luego la autopsia demostró que los represores se ensañaron en su cuerpo y destrozaron sus vísceras más nobles. Siempre la prueba solicitada por los gobiernos de la Cuarta República no fue otra que la muerte. Pero aún hubo casos, ya en pleno proceso bolivariano, en que la prueba plena no fue suficiente, como el 11-A, cuando muchos de sus protagonistas niegan su participación. Lo mismo que en el sabotaje de la industria petrolera. O el terrorismo y la guarimba. O como ocurrió en la tragedia de Amuay, convertida al comienzo en festín de hienas, y ahora develada con extraordinaria rigurosidad y sentido ético por Rafael Ramírez, mediante una investigación que pasará a la histórica por la responsabilidad con que fue asumida. En la misma línea está la denuncia de magnicidio, la cual suscita burlas en la derecha y en medios que metieron la mano en pasadas aventuras que ahora quieren repetir, que sólo le reconocerían veracidad con el logro del objetivo. Así como de tantos otros hechos donde la prueba es simple recurso para saltarse responsabilidades y no la admisión del propósito de acabar con el Estado de derecho.
LABERINTO
La secretaria privada del presidente Allende, Patricia Espejo Brain, escribió sus memorias que próximamente se publicarán. El siguiente es un episodio descrito por ella, ocurrido el 08-09-73: "El general Pinochet sale con el doctor Allende de la reunión, y el doctor me llama, me toma del brazo y me dice: Vamos a dejar al general. Caminamos de la oficina al ascensor, que era de esos antiguos con reja. Entonces, el ayudante que tenía le abre la puerta, y el general Pinochet se cuadra ante el presidente y le dice: 'Señor presidente, el Ejército de Chile estará con usted hasta las últimas consecuencias'. Se va Pinochet y el doctor, cabizbajo me dice solamente: "Este nos va a joder"…
Cabe recordar que Allende designó a Pinochet Comandante en Jefe del Ejército para sustituir al general Prat. Pensó que le era leal por las constantes muestras de servilismo que solía dar. Pero Allende tenía una sospecha generalizada sobre el Alto Mando, en parte proveniente de la ambigüedad a la hora de informar de los organismos de inteligencia y contrainteligencia de la Fuerza Armada…
La mención a la duda que abrigaba el presidente sobre Pinochet, tres días antes del golpe -que cuenta su secretaria-, contrasta con la exclamación que le escucharon algunos compañeros cuando comenzó la acción militar, a primeras horas del 11 de septiembre: "¡Dónde estará el pobre Augusto!". El pobre Augusto estaba dirigiendo las acciones, y le manifestaba a otro jefe de la asonada, en conversación que quedó grabada, que si Allende aceptaba la oferta de un avión para irse al exterior éste sería derribado. En la historia, la suya es la conducta más abyecta y cobarde de un comandante militar…
La decisión de un Magistrado de la Sala de Justicia y Paz de Medellín "solicitando que se investiguen los presuntos nexos del expresidente Álvaro Uribe con grupos paramilitares", causa impacto en Colombia. De inmediato, voceros de la derecha dijeron que se trataba de una manipulación política de la justicia, similar a la que se practica en Venezuela. Como siempre, la solidaridad entre pillos…
Viaje extraño de Capriles a EEUU. Dejó a cargo de Medina impugnar las elecciones del 14-A con el argumento de que el CNE auspició un fraude (¿por qué participar con el mismo CNE en las municipales?), y él se va, con escala en Miami, a Orlando, donde se verá con el prófugo Oscar López. ¿Va a tranquilizarlo? ¿A precisar el destino de ciertos fondos? ¿A recomendarle que cierre la boca y que ni se le ocurra volver al país? Los temas a tratar son delicados y no quiere exponerse a interceptaciones no del gobierno sino de otros que lo tienen en la mira….
Dilema O se acepta el sistema interamericano, funcionando como instrumento de EEUU, o no se acepta y se buscan opciones fundadas en el verdadero respeto a la soberanía de los pueblos.
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