lunes, 30 de septiembre de 2013

El mismo cuento.

JOSÉ VICENTE RANGEL.


El formato es el mismo. O mejor, el cuento es el mismo. Porque la derecha tiene una incorregible tendencia a repetir. ¿Falta de imaginación? Es posible. Pero también es posible que sus dirigentes, que desprecian al adversario y actúan con una arrogancia fuera de serie, producto del complejo de superioridad que los motiva, consideren que los demás son unos pendejos. A los cuales se les puede engañar, una y otra vez, sin riesgo de que sean sorprendidos con las manos en la masa
El formato es el mismo. O mejor, el cuento es el mismo. Porque la derecha tiene una incorregible tendencia a repetir. ¿Falta de imaginación? Es posible. Pero también es posible que sus dirigentes, que desprecian al adversario y actúan con una arrogancia fuera de serie, producto del complejo de superioridad que los motiva, consideren que los demás son unos pendejos. A los cuales se les puede engañar, una y otra vez, sin riesgo de que sean sorprendidos con las manos en la masa.

Me refiero al juego doble que ese sector siempre practica. En el que insiste con motivo de los pronósticos desfavorables de las elecciones municipales de diciembre. Por un lado se maneja en el plano cívico, aparentando vocación democrática, invocando la vigencia de una Constitución -la Bolivariana del 99- que rechazó cuando Chávez la propuso y cuando se debatió en el Parlamento. Luego la violó, descaradamente, el 11-A de 2002, y sistemáticamente la agrede con acciones como la guarimba, el terrorismo, la vinculación a intereses foráneos y un reiterado desconocimiento de las instituciones. El otro plano es la conspiración abierta, descarada, implícita en un discurso de corte fascista, orientado a estimular el golpe. Un mensaje con el que pretende ganar adeptos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y explotar cuanto conflicto social surge.

Esa dualidad, inaceptable en una democracia, en la cual todos pueden expresar sus puntos de vista y optar a ser gobierno a través de comicios libres, se convirtió en rutina. El lenguaje que emplea la oposición lo recoge. Ejemplo, el feroz ataque contra el CNE, combinado con el reclamo de más garantías democráticas para el ejercicio pleno de los derechos por partes de la oposición. Dirigentes que denuncian limitaciones a su actividad política y al mismo tiempo niegan la existencia de un gobierno democrático y recurren a instancias internacionales como si en Venezuela imperara un atroz régimen represivo.

¿Qué se busca con semejante actitud? No se necesita ser experto en política para arribar a la conclusión que lo que se quiere es socavar la institucionalidad, descalificar el orden democrático existente y crear las condiciones para que se produzca un golpe de Estado. Es esa la experiencia derivada de lo que sucedió en Chile hace 40 años, donde los mismos sectores políticos, sociales y económicos que aquí adelantan esa campaña provocaron el cruento desenlace que hemos recordado en estos días. Es también la experiencia que vivió Venezuela en las fechas previas al 11-A de 2002, de cuyas consecuencias el país aún no se repone. El cuento es el mismo: decir que no se conspira, que no se quiere un golpe, y, en el fondo, trabajar para alcanzar ese objetivo.

Pero la situación de hoy no es la que existía en Chile cuando el golpe contra Allende. Tampoco la que imperaba el 11-A en Venezuela. Ahora el movimiento popular, el gobierno bolivariano y, en general, la sociedad, están blindados. Están conscientes de la realidad y de cómo actuar en una emergencia. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana no es la de once años atrás. La revolución aprendió la lección, no así la derecha, dada su evaluación subjetiva y prepotente de la historia. No obstante, hay que desenmascarar la tramoya. Evidenciarla. Porque el lobo con piel de oveja se mueve y cree engañar al país. Cuando a lo lejos se percibe la estratagema, que no es otra que dar la impresión de que se trabaja cívicamente, y en paralelo se elaboran planes para saltarse la Constitución y arremeter contra el Estado de derecho, está prohibido confiar. Ya que el cuento es el mismo de siempre: decir que se rechaza el golpe, pero en la oscuridad se cocina la aventura para imponer una concepción fascistoide y antidemocrática. ¿Podrán lograrlo? Lo dificulto: Venezuela es otra y se niega a volver al pasado.

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