Eglims Peñuela
Insumisas Los medios de comunicación son, para el sistema capitalista patriarcal, una herramienta para lograr la aceptación de un orden que conserve los intereses de la clase dominante. La base para la construcción de la aceptación del orden capitalista patriarcal es la difusión de valores morales que rijan la sociedad. Cada persona, sin darse cuenta, se convierte en vigilante y controlador del cumplimiento de cada uno de los valores morales necesarios para el mantenimiento del sistema. Una de las estrategias utilizadas para que no cuestionemos el funcionamiento de la sociedad es hacernos creer que siempre ha existido de la misma manera, y que si algo en él está fallando la solución es volver a tiempos pasados. Pero no es así, durante la historia de la humanidad los valores morales que rigen el orden social han respondido siempre a los sistemas económicos establecidos. Por lo tanto, no es ésta una condición irreversible.
La dominación de la mujer no ha existido siempre, como pretenden hacernos ver, por ello no es natural[i]. Para su mantenimiento, los medios de comunicación y las religiones son las principales herramientas utilizadas por el sistema capitalista patriarcal. Responde esto también a un interés económico, el de la reproducción gratuita de la mano de obra por parte de las mujeres. Los medios de comunicación, en todas sus presentaciones, asignan siempre la realización del trabajo doméstico a las mujeres. En consecuencia, no es el machismo, ni las relaciones patriarcales, un problema cultural. Por el contrario, la cultura patriarcal es el resultado de los sistemas económicos que históricamente se han beneficiado de la dominación de la mujer. No es posible, entonces, la transformación cultural sin la transformación económica, como el feminismo burgués pretende hacernos creer. El problema de la dominación de la mujer no es superable con campañas mediáticas, para que éstas puedan ayudar se hace imprescindible la socialización del trabajo doméstico.
La industria mediática reproduce la dominación de la mujer, difundiendo valores morales que la encierran en el ámbito privado, y que dictaminan la personalidad femenina como sumisa y consagrada a la satisfacción de las necesidades masculinas. También así en las últimas décadas, en las que la publicidad perfecciona la opresión que sufrimos las mujeres, colocando en nuestra subjetividad la idea de que nuestro cuerpo debe ser siempre un objeto de satisfacción – sexual– masculina. Pretendiendo encima dejar ver este hecho como una supuesta «liberación femenina». Convierten al cuerpo femenino en nuestro primer espacio de castigo. No era la competitividad un valor en las mujeres, pero el capitalismo estableció entre nosotras una pugna a ver cuál es más complaciente a la mirada del hombre. Nos convirtió en controladoras y reproductoras de la dominación que sufrimos, como lo hizo de igual manera entre los proletarios.
Los medios de comunicación insisten en hacernos creer que la incorporación de la mujer al trabajo industrializado es otra prueba fehaciente de que hemos alcanzado una supuesta «liberación». Procuran con ello –y lo logran bastante– , hacer olvidar que la base de la opresión que sufrimos las mujeres está en la realización servil del trabajo doméstico, que sigue estando en el ámbito privado. Para el feminismo burgués la incorporación de la mujer al ámbito público se convierte en una solución en la medida que las mujeres de las clases privilegiadas pasan a obtener los mismos beneficios que los hombres de esas clases. Las feministas socialistas sabemos que nuestra verdadera liberación, y la de las clases trabajadoras en general, sólo es alcanzable mediante la socialización de todas las formas de trabajo, incluyendo obviamente al trabajo doméstico.
Cabe insistir en que no es irreversible el hecho de que los medios de comunicación reproduzcan las relaciones de dominación capitalistas patriarcales. Pero ésta transformación es sólo posible en la construcción del socialismo. No cabe duda de que los medios de comunicación pueden ser de gran contribución en la formación del hombre y la mujer nueva, en la construcción de los valores socialistas como lo son la solidaridad y el compañerismo. Sin embargo, sería como tirarles piedras a los aviones pretender lograr sólo con campañas mediáticas la supresión de las relaciones de dominación que sufre la humanidad.
¡Sin la socialización del trabajo doméstico, no hay superación de la cultura patriarcal!
[i] «Natural» es la denominación favorita del sistema para hacernos creer que las relaciones de dominación siempre han existido y que son inmutables.
Insumisas Los medios de comunicación son, para el sistema capitalista patriarcal, una herramienta para lograr la aceptación de un orden que conserve los intereses de la clase dominante. La base para la construcción de la aceptación del orden capitalista patriarcal es la difusión de valores morales que rijan la sociedad. Cada persona, sin darse cuenta, se convierte en vigilante y controlador del cumplimiento de cada uno de los valores morales necesarios para el mantenimiento del sistema. Una de las estrategias utilizadas para que no cuestionemos el funcionamiento de la sociedad es hacernos creer que siempre ha existido de la misma manera, y que si algo en él está fallando la solución es volver a tiempos pasados. Pero no es así, durante la historia de la humanidad los valores morales que rigen el orden social han respondido siempre a los sistemas económicos establecidos. Por lo tanto, no es ésta una condición irreversible.
La dominación de la mujer no ha existido siempre, como pretenden hacernos ver, por ello no es natural[i]. Para su mantenimiento, los medios de comunicación y las religiones son las principales herramientas utilizadas por el sistema capitalista patriarcal. Responde esto también a un interés económico, el de la reproducción gratuita de la mano de obra por parte de las mujeres. Los medios de comunicación, en todas sus presentaciones, asignan siempre la realización del trabajo doméstico a las mujeres. En consecuencia, no es el machismo, ni las relaciones patriarcales, un problema cultural. Por el contrario, la cultura patriarcal es el resultado de los sistemas económicos que históricamente se han beneficiado de la dominación de la mujer. No es posible, entonces, la transformación cultural sin la transformación económica, como el feminismo burgués pretende hacernos creer. El problema de la dominación de la mujer no es superable con campañas mediáticas, para que éstas puedan ayudar se hace imprescindible la socialización del trabajo doméstico.
La industria mediática reproduce la dominación de la mujer, difundiendo valores morales que la encierran en el ámbito privado, y que dictaminan la personalidad femenina como sumisa y consagrada a la satisfacción de las necesidades masculinas. También así en las últimas décadas, en las que la publicidad perfecciona la opresión que sufrimos las mujeres, colocando en nuestra subjetividad la idea de que nuestro cuerpo debe ser siempre un objeto de satisfacción – sexual– masculina. Pretendiendo encima dejar ver este hecho como una supuesta «liberación femenina». Convierten al cuerpo femenino en nuestro primer espacio de castigo. No era la competitividad un valor en las mujeres, pero el capitalismo estableció entre nosotras una pugna a ver cuál es más complaciente a la mirada del hombre. Nos convirtió en controladoras y reproductoras de la dominación que sufrimos, como lo hizo de igual manera entre los proletarios.
Los medios de comunicación insisten en hacernos creer que la incorporación de la mujer al trabajo industrializado es otra prueba fehaciente de que hemos alcanzado una supuesta «liberación». Procuran con ello –y lo logran bastante– , hacer olvidar que la base de la opresión que sufrimos las mujeres está en la realización servil del trabajo doméstico, que sigue estando en el ámbito privado. Para el feminismo burgués la incorporación de la mujer al ámbito público se convierte en una solución en la medida que las mujeres de las clases privilegiadas pasan a obtener los mismos beneficios que los hombres de esas clases. Las feministas socialistas sabemos que nuestra verdadera liberación, y la de las clases trabajadoras en general, sólo es alcanzable mediante la socialización de todas las formas de trabajo, incluyendo obviamente al trabajo doméstico.
Cabe insistir en que no es irreversible el hecho de que los medios de comunicación reproduzcan las relaciones de dominación capitalistas patriarcales. Pero ésta transformación es sólo posible en la construcción del socialismo. No cabe duda de que los medios de comunicación pueden ser de gran contribución en la formación del hombre y la mujer nueva, en la construcción de los valores socialistas como lo son la solidaridad y el compañerismo. Sin embargo, sería como tirarles piedras a los aviones pretender lograr sólo con campañas mediáticas la supresión de las relaciones de dominación que sufre la humanidad.
¡Sin la socialización del trabajo doméstico, no hay superación de la cultura patriarcal!
[i] «Natural» es la denominación favorita del sistema para hacernos creer que las relaciones de dominación siempre han existido y que son inmutables.
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