Carola Chávez.
No me resigno a pensar que hay gente que se niega a pensar, aunque se nieguen. Siempre tengo la esperanza, no de convertir a amigos opositores en chavistas, sino acercarlos a lo que hasta hoy ha sido un imposible debate de ideas, siempre truncado por un ejercicio de autobloqueo globotizante, que salta como un resorte ante cualquier posibilidad de duda, y los hace huir por la derecha dejando un reguero de palabras que no queda más remedio que recoger con la palita de basura.
Ayer, por ejemplo, una mujer me reclamaba mi amor por mi Presi, quejándose del estado deplorable de un país que hace apenas 15 años, según ella, era la isla de la fantasía. La remití a las cifras del CEPAL que abarcan los tiempos en los que ella “era feliz y no lo sabía” y estos en los que podría ser feliz pero se niega a serlo. La remití a revisar en hemerotecas, ediciones de los años 90, dorados según ella, de periódicos que ella lee hoy y les cree. Decente y pensantemente, frente a la posibilidad de encontrar algo que guarda bajo la llave del olvido en el fondo de su cabecita globotizada, me espetó con desprecio: “No voy a revisar nada. Mi hemeroteca soy yo. Yo rumbeaba, entonces, hasta las tres de la mañana y aquí estoy” Es ahí cuando tiro la toalla. ¿Cómo dialogar con alguien que cree que la historia gira en torno a ella?
En otra ocasión me tocó un intercambio con un cocinero opositor que se queja, y con toda razón, de que cada vez que emite una opinión política la gente lo manda “a sus sartenes”. Estaba él horrorizado por las intenciones militares de Uribe contra Venezuela, entonces le dije que Leopoldo López, compinche de Capriles, era un uribista confeso, así como el resto de la MUD. Acorralado, me respondió: “Hablemos de cocina porque la política me tiene hastiado”. El mismito se fue y me mandó a sus sartenes. Huyó a la derecha, estacionando su inteligencia con tal de no tener que enfrentar y razonar los hechos.
Una insistente huída que no solo les hace daño a ellos, nos hace daño a todos. El país necesita una oposición seria, que esté del lado de los intereses nacionales, que no pase quince y último por la embajada gringa diciendo, Ramos-Allupmente, “give me my money”. Que no incurra en la Mariacorinezca torpeza -por no llamarlo traición- de ir a CNN a acusarnos de ser un narcoestado y otras linduras, abonando el suelo infértil de una intervención extrajera, avalada con mentiras made in el Pentágono, y que nunca concuerdan con por los reportes de las instituciones internacionales competentes, que afirman todo lo contrario. Una oposición que borre para siempre la palabra bitumen de sus planes de gobierno. Podría pasar horas escribiendo lo que esa oposición no puede ser y es. Lo triste es que seguirá desastrosamente siendo mientras mis amigos opositores insistan en huir a la derecha.
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