martes, 17 de enero de 2012

Yo reté a Chávez.




 Hace algunos años escribí una crónica titulada: “Hágase famoso, acuse a Chávez”. Eran los tiempos en que cualquier criatura, agobiada por el anonimato, acudía a un tribunal, incluyendo el de los medios, a introducir una acusación, demanda o denuncia contra “el zambo que nos gobierna”. Sus 15 minutos de gloria estaban totalmente garantizados. “Querellarse” con el comandante bolivariano era un pase seguro a la fama y, para los más engreídos, a la inmortalidad.  
 En aquellos tiempos post-golpe de abril, los tribunales y medios recibían verdaderas legiones de picapleitos y abogados que iban de frente contra el líder bolivariano. Además de los hombres y mujeres del foro, también se empataron en la “acusadera” sicólogos y siquiatras escuálidos, quienes le inventaron a Chávez una discapacidad para gobernar que denominaron “insania mental”. Globovisión no los pelaba, como tampoco periódicos y emisoras de radio que no tardaban en convertir a los acusadores en especie de Licurgos o Cicerones de la postmodernidad tropical.
 El objetivo, en el fondo, no era que los tribunales actuaran, sino que los medios proyectaran a los denunciantes. Luego de aquellos minutos de gloria, todo era echado al olvido y el silencio, hasta la próxima “querella” y la subsiguiente acusación. El asunto cayó en el mutismo hasta que la MUD se inventó unas primarias a las que los partidos antichavistas acuden sin haber hecho primarias internas. O sea, que sus precandidatos fueron “elegidos” en cada partido por el método dedal o digital que tanto les da  grima, no ve.
 La historia, como dice el bolero, vuelve a repetirse. Los injustamente llamados pre-majunches –ellos se consideran majunches plenos, con todas las de la ley- les ha dado por retar a Hugo Chávez. Se trata de un consejo invaluable de los asesores importados. El solo hecho de retar al jefe del Estado, garantiza espacio mediático y la conquista del voto guarimbero, radical y altamirano; el de aquellos militantes que Ramos Allup ubica en “la más rancia derecha ultramontana”.
 En la medida que se acerque el día de la votación, los precandidatos arreciarán y radicalizarán sus retos. Olvídense de promesas y programas. El que no rete a Hugo Chávez, será relegado por los electores. Hacerlo, garantiza un despliegue mediático que supera en efecto los millardos gastados en propaganda.
 “Yo reto al Presidente a contar una a una las llaves de paso de las viviendas que dice haber construido”, grita un retador. Por allá responde otro: “Reto a Chávez a que me acompañe a la morgue a contar los muertos que nadie cuenta”. “Yo lo reto a contrastar su estado comunal con mi capitalismo plebeyo”, y así.
 Retar a Hugo Chávez por estos días es la mejor inversión. Convierte a los desafiantes –o al menos ellos así lo creen y disfrutan- en interlocutores de quien tiene 70 por ciento de aceptación popular. Si el dinero atrae al dinero, como diría el feliz millonario Oswaldo Guillén, desafiar al que tiene los votos te generará votos. Nadie se transformará en un auténtico majunche si no reta al Presidente.
 Algunos precandidatos empiezan a lanzar su desafío con vigor y reciedumbre, pero se les termina quebrando la voz. Eso  deben evitarlo a todo trance. O perderán los votos a todo evento. Ensayar a solas antes del reto no es mala idea. Por el contrario, con un candidato como Chávez, lo mejor es ir entrenadito.
earlejh@hotmail.com


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