sábado, 29 de mayo de 2010

Uribe deja a Colombia una herencia de violencia, destrucción y muerte.

Hernán Mena Cifuentes

El fin de toda tiranía, ya sea por la muerte del déspota o por llegar a su término el mandato, se celebra siempre con júbilo, pero ese no es el caso de Colombia. Porque Uribe no ha muerto y los candidatos con mayor opción de triunfo en los comicios de este domingo son cara de la misma moneda que durante mas de medio siglo ha sumido al pueblo en abismos de violencia, destrucción y muerte.

Y es que, de todos los pueblos de América Latina y el Caribe que han sufrido años de salvaje represión por parte de crueles dictadores impuestos por el Imperio, ninguno ha padecido por tanto tiempo como ha ocurrido con el colombiano, la brutalidad de un régimen como el de Uribe, quien vendió su alma y la soberanía de Colombia al demonio del Imperio.

Su primera elección como presidente en agosto de 2002, fue continuidad y reafirmación del vía crucis que desde hace mas de media centuria transita el pueblo colombiano, drama trágico en el que la muerte, su protagonista principal cedió la guadaña al mandatario, para desatar un baño de sangre que ha segado las vidas de decenas de miles hombres, niños y mujeres, tomando como pretexto el Plan de “seguridad democrática.”

La “Seguridad Democrática” creada por Uribe ha generado un Estado de Sitio Permanente, cuya realidad él se niega a aceptar para evitar que se conozca la muerte y sistemática la violación de los DDHH de la población urbana y campesina pobre, arrastrada como informantes del régimen en el conflicto, uno de los mayores genocidios de todos los últimos tiempos, sean juzgadas por el Tribunal Penal Internacional.

Hacer un recuento detallado de esos crímenes de lesa humanidad es tarea difícil, dada su gran cantidad y la oculta magnitud de la crueldad empleada, que ha sido una constante en ese trágico escenario donde se perdió toda visión de humanitarismo, norma moral y principio ético, miseria humana expresada en odio a la vida y una adicción demencial a la violencia y la muerte, por lo que basta sólo citar algunos de los más terribles.

Porque Uribe, como agente del imperio yanqui, no tuvo el menor empacho en convertirse en carnicero del pueblo neogranadino, cuyas víctimas se cuentan por decenas de miles tanto en Colombia como en el extranjero, donde llegaron los tentáculos de su despótico régimen para segar vidas y secuestrar a heroicos combatientes sin detenerse a pensar que traicionaba a pueblos y gobiernos vecinos y hermanos.

Allí están como prueba de esos actos violatorios de la integridad y soberanía de sus vecinos, los secuestros de Rodrigo Granda en Venezuela, de Simón Trinidad en Ecuador y el ataque aéreo lanzado por la Fuerza Aérea Colombiana en territorio ecuatoriano, acción en la que fueron asesinados el mítico comandante de las FARC-EP, Raúl Reyes, y otros 20 combatientes junto con 3 estudiantes mexicanos y un ciudadano ecuatoriano.

De ese acto criminal, surgió como engendro de las mentes más perversas, la fantasiosa historia de la supuesta computadora de Raúl Reyes, plagio incoherente y burdo del Realismo Mágico del genial García Márquez, de recomendada lectura para ingenuos que aún creen en cuentos de hadas, que constituye por las falacias increíbles y cínicas que cuenta, un insulto a la inteligencia.

De esa “Laptop mágica”, que habría resistido el impacto de las bombas y misiles, es que salieron las acusaciones contra los presidentes Chávez, de Venezuela y Correa de Ecuador, señalados por Uribe como encubridores y financistas de las FARC-EP, además de acusar al mandatario venezolano de vender uranio a Irán para fabricar bombas nucleares y otras obscenas mentiras aprendidas del maestro de la mentira, Joseph Goebbels por su mejor discípulo, Álvaro Uribe Vélez.

Otro de los crímenes de Uribe es haber creado en complicidad con la corrupta oligarquía y militares colombianos a las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC o paramilitares, horda de desalmados que perpetraron y aún cometen horrendos asesinatos, matando campesinos, indígenas, políticos y dirigentes sindicales, y que además tuvieron la osadía de incursionar en Venezuela con el fin de asesinar al presidente Hugo Chávez Frías, intento de magnicidio que afortunadamente fue frustrado.

Fueron ellos, quienes embriagados por el poder que Uribe les dio, se rebelaron para socavar con el dinero teñido de sangre proveniente de la droga, la legitimidad de las instituciones, del Estado, prostituyendo jueces, gobernadores, senadores y alcaldes y otros funcionarios, convirtiendo virtualmente a Colombia en un fallido Estado inmerso en los delitos más abyectos como el narcotráfico, el sicariato, los secuestros y la corrupción que enriquece una minoría mientras empobrece al pueblo.

El sólo mencionar el nombre de esos criminales provoca horror e indignación a cualquier ser humano, porque trae a la memoria las muertes mas espantosas que alguien pueda imaginar, como esa forma de matar niños, ancianos y mujeres desmembrando sus cuerpos con una moto-sierra, inyectándoles veneno de un reptil o jugando un partido de futbol con la cabeza de una víctimas recién decapitada, para luego arrojarlos al río más cercano.

En cuanto a la participación de los militares colombianos en el genocidio, existe una larga lista que da cuenta de algunos de los perpetrados por ese ejército, negación y vergüenza del honor militar, que ha sido y sigue siendo como los paramilitares, autor de asesinatos, masacres y otros crímenes de guerra, aún mayores que los perpetrados por otros ejércitos fascistas, como el de Guernica, por los nazis, May Lai, por EEU y el de Gaza por el sionismo entre otras masacres.

Los llamados “Falsos positivos”, así llamados por que se asesinó a miles de inocentes, jóvenes desempleados, indigentes y enfermos mentales haciéndolos aparecer como “guerrilleros muertos en combate”, con el fin de ganar recompensas en dinero, ascensos y licencias o permisos, son sólo algunos de los crímenes cometidos por esos desalmados.

El Plan Colombia, impuesto por Washington y supuestamente dirigido a la lucha contra el narcotráfico, cuando en realidad fue diseñado para destruir a las FARC-EP, permitió a Uribe utilizar al ejército como un monstruo predador del pueblo campesino e indígena acusado de colaborar con la guerrilla, que lo llevó a cometer junto con los paramilitares, decenas de masacres en aldeas y villorrios selváticos, que no cumplieron su objetivo, pues la guerrilla sigue en pie de lucha como hace 50 años.

Ese baño de sangre, y el terror desatado por Uribe contra la población rural ha dado origen a una de las mayores tragedias sociales de la historia colombiana, traducido en el éxodo masivo o desplazamiento forzado de más de 5 millones de campesinos que huyendo de la muerte buscan refugio en países vecinos como Venezuela y Ecuador, cuyos pueblos y gobiernos los acoge como hermanos, y mientras buscan trabajo los alimenta y les facilita vivienda.

Pero la obediencia de Uribe al Imperio no es gratuita. Es el precio que paga a cambio de su libertad, amenazada por el chantaje estadounidense de llevarlo a prisión por sus antecedentes de narcotraficante, ya que, según documentos desclasificados por Washington, figura en archivos de organismos antidrogas yanquis, como miembro de un cartel de drogas, cuyo expediente permanecerá “engavetado”, hasta tanto se someta a la voluntad de Washington.

Así lo destacan algunos analistas como Walter Goobar, quien en un reportajes titulado, El Narcopresidente, comienza señalando que: “La cerrada defensa de la instalación de bases norteamericanas que realiza el presidente colombiano, Álvaro Uribe, sólo se explica por la comprometedora información que sobre él tienen las diversas agencias de inteligencia de Washington.”

“Ese abultado prontuario, en donde funcionarios estadounidenses califican a Uribe de narcotraficante y de cómplice de los crímenes de los paramilitares, -destaca el trabajo periodístico- se ha ido engrosando en tres décadas, la reelección indefinida, (que no prosperó) y la instalación de bases norteamericanas, son el salvoconducto que le permitirán librarse de la cárcel.”

“En los archivos de la DIA, LA Agencia de Inteligencia de la Defensa de los EEUU, -señala más adelante Goobar- tiene el legajo número 82 que está rotulado como “Confidencial” y está a sólo 3 puestos del de Pablo Escobar Gaviria, el extinto capo del Cartel de Medellín, que lleva el número 79.”

Como para no dejar duda alguna sobre la veracidad de lo que escribe, el periodista, incluyó en su trabajo, un facsímil de la ficha 82, fechada el 23 de septiembre de 1991, cuando el actual presidente era senador de la república y que dice textualmente:

“Álvaro Uribe Vélez. Político colombiano y senador dedicado a colaborar con el Cartel de Medellín a altos niveles gubernamentales. Uribe ha sido vinculado a negocios vinculados con drogas en EEUU. Su padre fue asesinado en Colombia debido a sus conexiones con los traficantes de droga.”

“Uribe ha trabajado para el Cartel de Medellín y es amigo personal cercano de Pablo Escobar Gaviria. Él, (Uribe) ha participado en la campaña política de Escobar para ganar el puesto de parlamentario suplente de Jorge Ortega. Uribe ha sido uno de los políticos que desde el Senado ha atacado todas las formas del Tratado de Extradición (de Colombia con los EEUU.) (…) dice la ficha de la DIA.”

Podrían citarse muchas otras de las perversiones que conforman el legado trágico dejado Uribe, pero, acaso la más cruel y sórdida de todas, es ese inmenso cementerio que es Colombia regado por centenares de fosas comunes donde yacen los cuerpos de miles de víctimas anónimas, sepultadas tras ser asesinadas por el ejército colombiano, como la descubierta recientemente en las afueras del poblado de La Macarena, donde yacen enterrados mas de 2.000 cadáveres.

Y hoy, a menos de 72 horas la elección de un nuevo presidente, el pueblo colombiano no ve en el horizonte, una señal de esperanza de cambio en el escenario de violencia y muerte que es su patria desde hace más de medio siglo, baño de sangre que se ha intensificado en los últimos 8 años con la presencia de Uribe, ya que los principales aspirantes llamados a sustituir a ese genocida vasallo del Imperio lucen la cara de la misma moneda.

Lo único que podrá cambiar es el nombre del nuevo Jefe del Estado, ya que ninguno de los candidatos estaría dispuesto a realizar el cambio radical que el país requiere, una era de paz para su pueblo, meta que sólo podrá alcanzarse mediante un diálogo sincero y constructivo como proponen las FARC-EP, y no con el servilismo de un lacayo que para evitar la cárcel alimenta la sed insaciable de ese imperio que nació para hacer la guerra.

No hay comentarios: