Eligio Damas
Los revolucionarios tienen como principio y deber despojarse de vicios individualistas, inherentes a sociedades de clases y sustentados en la acumulación de riquezas. Ellos imposibilitan aprehender e internalizar el movimiento y las esencias de la lucha de clases. Colocar lo individual por encima de lo colectivo y lo que le es sustantivo, está en absoluta contradicción con la conducta de un revolucionario.
También, lo emocional, cuando es sincero, habría que estar seguro de ello, suele ser temporal, inestable y susceptible a cambios bruscos. Aquello “del amor al odio sólo hay un paso”, nadie lo desmiente.
El ser humano no es inmutable, tampoco la sociedad. Ambos están en permanente movimiento en función de los factores, incluyéndolos a ellos mismos, que los motorizan, influyen y modelan, tanto cuantitativa como cualitativamente. Hoy somos algo y mañana seremos diferentes. Como dice el propio presidente, en clara percepción, el hombre individual es apenas una pequeña brizna. Hay que cuidar que dentro del cambio se mantengan los equilibrios y las correspondencias.
Quienes sobrevaloran el papel del individuo empiezan por desconocer esas realidades; parten del falso supuesto que el revolucionario de hoy, siempre estaría en sintonía con las justas demandas colectivas. Si eso fuese cierto, no habría necesidad apremiante de empoderar al pueblo, consigna por la que hemos venido combatiendo en los últimos años y que el presidente enarbola. En este caso, teniendo el líder revolucionario, como Chávez, podríamos retirarnos a los cuarteles de invierno y esperar que todo transcurra de conformidad con los altos designios. No entenderíamos cómo revolucionarios de ayer hoy estén opuestos o viceversa.
Al presidente Chávez, Evo Morales y a todo aquel que uno crea digno y justo mencionar, al ansia de cambio que emana de nuestros pueblos y proyectos revolucionarios que se incuban en América Latina, en nada se les favorece remitiendo todo a concepciones mesiánicas y deterministas. Cuando uno bien sabe que ellas son del gusto y cultura de la derecha universal.
Esas concepciones niegan que el pueblo deba ser el factor fundamental en la conducción del proceso revolucionario y le relegan a planos insignificantes. Chàvez insiste en darle la majestad que le corresponde, lo que es contrario a la consigna que usamos para titular este trabajo.
Como frase emocionada, que se dijo en un momento, para destacar la importancia del líder, expresarle afecto, es aceptable y plausible, pero convertirla como en un programa, definición táctica o estratégica es, lamentablemente poco rigurosa y adecuada. Hasta demanda, por lo menos, advertencia sobre su fuerte carga emotiva. Porque contraviene la necesidad de vigilar, consulta popular y hasta obligatoriedad de hacer contraloría.
Un buen número de compatriotas que se auto postularon en las primarias del PSUV, electos y derrotados, basaron su campaña, casi exclusivamente en esa consigna. Uno les oyó, como en demasía, en radio y televisión, porque forman parte de los pocos que a esos medios tuvieron acceso, guarecerse en la consigna a falta de mejores ideas. Fue y es como una fácil manera de ganar indulgencias, pero también una subestimación del soberano. Finalizado el proceso interno y ya en disposición de encarar las elecciones del 26-9, han continuado con la misma cantaleta y declaración de fe, como quien se viste de rojo rojito.
La construcción del socialismo, dentro de lo que llamamos del “Siglo XXI”, demanda mucha firmeza y un caminar que se avenga con las dificultades. Eso requiere de cada militante, sobre todo de aquellos que estarán en la Asamblea Nacional, un importante ingrediente emocional, pero esencialmente mucha claridad de ideas para aportar y apoyar la creatividad que vaya emanando de las luchas y discusiones populares, en las cuales el presidente liderará, y soportar, con extremada rectitud y coherencia, los embates que vengan en contrario.
No espera el presidente que el poder popular se le incline, todo lo contrario, le señale los caminos. Por eso dijo, “con el pueblo me resteo”.
lunes, 24 de mayo de 2010
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