Louisa Reynolds
Se estima que las comadronas indígenas atienden casi dos tercios de los nacimientos en Guatemala, y su trabajo ha resultado vital en el reconocimiento de la medicina de los pueblos indígenas. Pero aunque desempeñan una parte clave del proceso de coordinación entre las redes de salud tradicional y el sistema de salud oficial que se está realizando actualmente en todo el país, el sistema occidental tiene todavía que ajustarse plenamente para incluir estas tradiciones antiguas y respetadas.
Juana Ajquejay Batz, 45 años, es una comadrona que ha pasado más de 15 años ayudando a dar a luz niños en la municipalidad de Patzicía, departamento de Chimaltenango, en las montañas centrales de Guatemala. Ella dice que mientras no haya complicaciones el hogar es el lugar más adecuado para recibir un nuevo miembro de la familia.
“Las mujeres prefieren dar a luz en sus casas puesto que allí pueden preparar lo que es necesario y disponer de sus propias cosas”, dice Ajquejay Batz. “Están acompañadas por su madre y su esposo y tienen a sus otros hijos cerca, lo que les permite estar tranquilas”.
Se estima que las comadronas indígenas atienden casi dos tercios de los nacimientos en Guatemala, y su trabajo ha resultado vital en el reconocimiento de la medicina de los pueblos indígenas. Pero aunque desempeñan una parte clave del proceso de coordinación entre las redes de salud tradicional y el sistema de salud oficial que se está realizando actualmente en todo el país, el sistema occidental tiene todavía que ajustarse plenamente para incluir estas tradiciones antiguas y respetadas.
Juana Ajquejay Batz, 45 años, es una comadrona que ha pasado más de 15 años ayudando a dar a luz niños en la municipalidad de Patzicía, departamento de Chimaltenango, en las montañas centrales de Guatemala. Ella dice que mientras no haya complicaciones el hogar es el lugar más adecuado para recibir un nuevo miembro de la familia.
“Las mujeres prefieren dar a luz en sus casas puesto que allí pueden preparar lo que es necesario y disponer de sus propias cosas”, dice Ajquejay Batz. “Están acompañadas por su madre y su esposo y tienen a sus otros hijos cerca, lo que les permite estar tranquilas”.
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