Lucía Lagunes Huerta
Dar la vida, a cambio de la vida de otro ser, es uno de los tributos que las mujeres han sido obligadas a pagar por la maternidad.
A lo largo de los siglos, las mujeres han muerto durante el embarazo, el parto o después de él. A cambio, dicen, se han ganado la gloria o algún palacio como el Taj Mahal, el cual fue construido en honor a Mumtaz Mahal quien procreó 14 hijos del emperador Sha Vahan, y quien murió en el último parto.
Producto de la mitificación de la maternidad, la muerte materna fue vista como natural, y en ocasiones como una gracia divina, el sacrificio mayor de las madres. Todas esas muertes, las que se han acumulado en los siglos, y las presentes, nada tienen de divino ni de naturales, todas son muertes prevenibles, muertes que son producto de la desigualdad profunda en que viven las mujeres.
Cada año, mueren en el mundo entre 350 mil y 500 mil por causas relacionadas con su maternidad, el 99 por ciento de estas muertes ocurren en países en desarrollo y se producen por razones tanto médicas como sociales. En América Latina y el Caribe, en 2009 murieron 15 mil mujeres, según datos oficiales de los ministerios de salud de las Américas.
Detrás de cada una de estas muertes hay una cadena de desigualdades e injusticias que se enlazan y que marcan la inequidad, no sólo en la que viven, sino una comunidad, un país o una región.
En las zonas más marginadas, la falta de acceso a la atención médica y la deficiente calidad en los servicios de salud han provocado que fallezcan cuatro mujeres al día por causas relacionad al embarazo y parto, revela el tercer informe de labores del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
Una de cada diez indígenas mexicanas que se embaraza fallece por complicaciones.
En América Latina, las niñas embarazadas entre 10 y 13 años de edad, corren el mayor riesgo de morir por causas relacionadas a la maternidad producto de la vulnerabilidad social, la fragilidad de su cuerpo, la falta de información, de acceso real a los servicios de salud y a la violencia que se ejerce contra ellas.
El riesgo de morir durante el embarazo o parto es cinco veces más alto para las jóvenes de menos de 15 años que para las que han llegado a los 20, revelan investigaciones internacionales y nacionales.
Según registros oficiales, en 2007, las 15 mil muertes maternas en América Latina y el Caribe se debieron a las siguientes complicaciones ocurridas durante el embarazo, el parto o el puerperio: hipertensión (26 por ciento), hemorragias (21 por ciento), abortos inseguros (13 por ciento), parto obstruido (12 por ciento), sepsis (8 por ciento), así como un total de 15 por ciento por otras causas directas y un 5 por ciento por causas indirectas tales como la tuberculosis, el SIDA, el cáncer, accidentes o suicidios.
Pese a todos los números y las evidencias, las muertes de las mujeres siguen ocurriendo cada día. Desde 1987 existe un llamado internacional para detener las muertes maternas, no sólo por un deber de proteger el derecho a la vida de las mujeres y con ello mejorar las condiciones de desarrollo humano de la comunidad, país o región.
Una cuarta parte de todas las muertes maternas podrían reducirse con tan sólo prevenir los embarazos no deseados. Cada dólar invertido en planificación familiar tiene beneficios tan altos como invertir 31 dólares en salud, abastecimiento de agua, educación y vivienda, revelan estudios del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Por ello, no es casual que dentro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio, el número cinco esté dedicado a abatir la Muerte Materna, cuyos resultados de lo que es la política en cada país serán revisados este año.
Nada es menor para salvar la vida de las mujeres y para ello se necesitan sumar todas las voces y todos los liderazgos, y en esta cadena, sin lugar a dudas, las mujeres tenemos que entrelazar nuestros empoderamientos a favor de nuestras congéneres.
Sumar esfuerzos de todas: políticas, artistas, comunicadoras, dirigentas, funcionarias, es fundamental. Todas están convocadas a sumarse por la vida de las mujeres, por ello 100 mujeres de América Latina y el Caribe, se reunirán durante dos días en Lima, Perú, para aportar lo mejor de si mismas.
Convocadas por el Grupo de Trabajo Regional para la Reducción de la Muerte Materna, lideresas del continente, el 27 y el 28 de mayo compartirán y construirán saberes que se reflejen en un pronunciamiento para llamar a todas las instancias responsables de contribuir a romper las cadenas de injusticia y desigualdad a ser un trabajo que salve la vida de las mujeres.
Cada una saldrá con un compromiso individual y colectivo, un compromiso activo, para que en cada espacio de influencia esté presente el objetivo de salvar la vida de las mujeres.
Dar la vida, a cambio de la vida de otro ser, es uno de los tributos que las mujeres han sido obligadas a pagar por la maternidad.
A lo largo de los siglos, las mujeres han muerto durante el embarazo, el parto o después de él. A cambio, dicen, se han ganado la gloria o algún palacio como el Taj Mahal, el cual fue construido en honor a Mumtaz Mahal quien procreó 14 hijos del emperador Sha Vahan, y quien murió en el último parto.
Producto de la mitificación de la maternidad, la muerte materna fue vista como natural, y en ocasiones como una gracia divina, el sacrificio mayor de las madres. Todas esas muertes, las que se han acumulado en los siglos, y las presentes, nada tienen de divino ni de naturales, todas son muertes prevenibles, muertes que son producto de la desigualdad profunda en que viven las mujeres.
Cada año, mueren en el mundo entre 350 mil y 500 mil por causas relacionadas con su maternidad, el 99 por ciento de estas muertes ocurren en países en desarrollo y se producen por razones tanto médicas como sociales. En América Latina y el Caribe, en 2009 murieron 15 mil mujeres, según datos oficiales de los ministerios de salud de las Américas.
Detrás de cada una de estas muertes hay una cadena de desigualdades e injusticias que se enlazan y que marcan la inequidad, no sólo en la que viven, sino una comunidad, un país o una región.
En las zonas más marginadas, la falta de acceso a la atención médica y la deficiente calidad en los servicios de salud han provocado que fallezcan cuatro mujeres al día por causas relacionad al embarazo y parto, revela el tercer informe de labores del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
Una de cada diez indígenas mexicanas que se embaraza fallece por complicaciones.
En América Latina, las niñas embarazadas entre 10 y 13 años de edad, corren el mayor riesgo de morir por causas relacionadas a la maternidad producto de la vulnerabilidad social, la fragilidad de su cuerpo, la falta de información, de acceso real a los servicios de salud y a la violencia que se ejerce contra ellas.
El riesgo de morir durante el embarazo o parto es cinco veces más alto para las jóvenes de menos de 15 años que para las que han llegado a los 20, revelan investigaciones internacionales y nacionales.
Según registros oficiales, en 2007, las 15 mil muertes maternas en América Latina y el Caribe se debieron a las siguientes complicaciones ocurridas durante el embarazo, el parto o el puerperio: hipertensión (26 por ciento), hemorragias (21 por ciento), abortos inseguros (13 por ciento), parto obstruido (12 por ciento), sepsis (8 por ciento), así como un total de 15 por ciento por otras causas directas y un 5 por ciento por causas indirectas tales como la tuberculosis, el SIDA, el cáncer, accidentes o suicidios.
Pese a todos los números y las evidencias, las muertes de las mujeres siguen ocurriendo cada día. Desde 1987 existe un llamado internacional para detener las muertes maternas, no sólo por un deber de proteger el derecho a la vida de las mujeres y con ello mejorar las condiciones de desarrollo humano de la comunidad, país o región.
Una cuarta parte de todas las muertes maternas podrían reducirse con tan sólo prevenir los embarazos no deseados. Cada dólar invertido en planificación familiar tiene beneficios tan altos como invertir 31 dólares en salud, abastecimiento de agua, educación y vivienda, revelan estudios del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Por ello, no es casual que dentro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio, el número cinco esté dedicado a abatir la Muerte Materna, cuyos resultados de lo que es la política en cada país serán revisados este año.
Nada es menor para salvar la vida de las mujeres y para ello se necesitan sumar todas las voces y todos los liderazgos, y en esta cadena, sin lugar a dudas, las mujeres tenemos que entrelazar nuestros empoderamientos a favor de nuestras congéneres.
Sumar esfuerzos de todas: políticas, artistas, comunicadoras, dirigentas, funcionarias, es fundamental. Todas están convocadas a sumarse por la vida de las mujeres, por ello 100 mujeres de América Latina y el Caribe, se reunirán durante dos días en Lima, Perú, para aportar lo mejor de si mismas.
Convocadas por el Grupo de Trabajo Regional para la Reducción de la Muerte Materna, lideresas del continente, el 27 y el 28 de mayo compartirán y construirán saberes que se reflejen en un pronunciamiento para llamar a todas las instancias responsables de contribuir a romper las cadenas de injusticia y desigualdad a ser un trabajo que salve la vida de las mujeres.
Cada una saldrá con un compromiso individual y colectivo, un compromiso activo, para que en cada espacio de influencia esté presente el objetivo de salvar la vida de las mujeres.
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