miércoles, 19 de mayo de 2010

La gesta de Chávez y de los pueblos que luchan contra el imperio.

Hernán Mena Cifuentes

Cuando los historiadores escriban sobre las luchas sociales de las últimas décadas hablarán sobre cumbres paralelas y otros movimientos populares, y sobre Hugo Chávez, líder de la gesta que está haciendo fracasar el proyecto imperial de conquistar pueblos y explotar sus recursos hasta agotarlos con un consumismo desbordado que amenaza con destruir todo vestigio de vida en el planeta.

En su ofensiva Chávez no utiliza armas convencionales ni de destrucción masiva, sino las cumbres convocadas por el enemigo para promover en América Latina y el Caribe tratados de libre comercio, como el difunto Alca, y foros, como el de Copenhague, para hacer prevalecer el modelo predador del ambiente sobre un control racional de las emisiones de CO-2, exigido por los científicos como única fórmula para evitar un desastre ecológico mundial.

La Cumbre Paralela a la VI Cumbre ALC-UE, que estos días tiene como sede a Madrid, España, se inscribe en el contexto de la lucha que libran el Presidente venezolano y los movimientos sociales, enfrentados a Estados Unidos (EEUU) y las grandes potencias occidentales en defensa de la integridad y soberanía de las naciones del Tercer mundo, de sus recursos y del ambiente que envenenan y destruyen sus transnacionales para enriquecerse obscenamente y alimentar la insaciable sed consumista de sus sociedades.

Una de las manifestaciones más importantes de esa epopeya humanitaria tuvo lugar hace nueve años en Quebec, Canadá, donde el mandatario, líder del proceso inédito, pacífico y revolucionario que es la Revolución Bolivariana, se enfrentó por primera vez al Imperio y su César de turno, George W. Bush, “El Nerón del Siglo XXI”, rechazando abiertamente al proyecto anexionista del Alca que se le pretendía imponer a los pueblos de la región.

Chávez era entonces un profeta solitario predicando en el desierto su mensaje de protesta contra el Alca, “de cumbre en cumbre mientras los pueblos andaban entre abismos”, mientras Bush Jr., soberbio y prepotente, alababa ante auditorios plenos de sumisos gobernantes sus falsas bondades, pues en el fondo era una trampa tendida a los pueblos para hundirlos aún más en hambre, pobreza, ignorancia, enfermedad y otras lacras sociales en las que el imperio los mantuvo sumidos por más de un siglo.

En medio de ese ambiente, todo hacía suponer en el 2001 que Quebec sería el escenario idóneo para acelerar el plan demoledor de economías y soberanías, cuando aquel silencio cómplice de los asistentes al evento fue roto por la voz del Comandante, denunciando la conjura solapada con la que los amos del poder en Washington y sus lacayos regionales esperaban enriquecerse a costa del pueblo.

George W. Bush y su camarilla no podían creer lo que escuchaban, acostumbrados hasta entonces a la aprobación que a las propuestas de Washington daban genuflexos mandatarios en las cumbres convocadas por el imperio, como aquella vergonzosa y humillante resolución acordada en 1962 por la Organización de Estados Americanos (OEA) en Punta del Este, Uruguay, mediante la cual se expulsó a la Cuba Revolucionaria del organismo hemisférico, acto indigno y cobarde condenado por los pueblos del mundo.

Y, mientras en Quebec Chávez lanzaba su condena contra el Alca, la multitud que participaba en las marchas de protesta llegaron a un sector del perímetro de la alambrada que rodeaba la sede de la cumbre, siendo reprimidos brutalmente los manifestantes por la policía, acción que dejó como saldo más de 80 heridos y centenares de detenidos.

Era la acostumbrada y violenta respuesta del poder contra el justo reclamo de los pueblos que ya se había desatado, primero en Seattle en 1991 y luego en Miami, Estados Unidos, en 1994, con más brutalidad aún que la perpetrada en Quebec, ya que la represión ejercida por la policía en ambas ciudades dejó centenares de heridos y detenidos, además del también siempre silencio cómplice de los medios mercenarios.

Sin embargo, Seattle, Miami, Quebec y Chávez tienen el mérito de ser pioneros de esa oleada de luchas populares contra el proyecto imperial de sojuzgar a pueblos a través de la llamada libertad de mercado, libre comercio y guerras de conquista, instrumentos del capitalismo para explotarlos y saquear a través de las grandes transnacionales los recursos naturales, haciendo caso omiso del daño que con ello causan a la humanidad y a la naturaleza.

Chávez, pese a que su mensaje de advertencia no fue escuchado en aquel momento por los asistentes a la cumbre, se marchó de Quebec satisfecho de haber cumplido su misión y no haber estado solo y aislado, pues sabía que lo habían acompañado miles de hombres y mujeres que en las calles habían protestado y, con la perseverancia que le caracteriza, siguió luchando por la causa de los pueblos que es la suya.

Y llegó el momento, como dijo Bolívar, que “Dios concede la victoria a la Constancia”, cuando en noviembre de 2005, a cuatro años de su desigual encuentro con las fuerzas del imperio en Quebec, sepultó en Mar de Plata, Argentina, al Alca, porque ya no era el profeta solitario, lo acompañaban Kirchner, Lula, Evo, Tabaré y Duarte, y una multitud de hombres y mujeres que acudieron a la Cumbre de los Pueblos, paralela a la IV Cumbre de las Américas.

Allí, Bush Jr. pagó caro la soberbia y prepotencia exhibida en Quebec y, derrotado y humillado, se marchó antes de finalizar la cumbre, dejando a su “Cachorro”, Vicente Fox, encargado de la defensa del indefendible proyecto que terminó desintegrándose, mientras Chávez, junto al pueblo y sus homólogos de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, enterraban, para darle vida a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (Alba), los restos del engendro imperial que murió antes de nacer.

La V Cumbre de las Américas, realizada en abril de 2009 en Trinidad-Tobago, culminó igualmente en otra derrota más para EEUU a pesar de la carismática personalidad de Barack Obama, quien pretendió hipnotizar con su falsa imagen de hombre de paz y con falsas promesas de reconciliación y propósito de enmienda a los mandatarios latinoamericanos y caribeños, quienes no cayeron en la trampa, por lo que la cita devino en fracaso para los planes imperiales.

Chávez, desde la Cumbre del Alba, celebrada en Cumaná, estado Sucre, un día antes, había decretado “la muerte anunciada de la cita de Puerto España que pretendía convertirse en otro ultraje diseñado contra la dignidad y soberanía de los pueblos.

Fue por ello que, tal como se había acordado en la ciudad cuna de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, se negó a firmar junto sus homólogos del Alba la declaración final, por considerarla “inaceptable porque no da respuesta al tema de la crisis global y excluye injustificadamente a Cuba”, quedando el evento como una reunión social con brindis, abrazos y el significativo obsequio del libro de Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina, que el Comandante hizo a Barack Obama.

Pero la misión de Chávez no se limita exclusivamente a la defensa de nuestra región, sino a la de todos los pueblos del mundo, como lo hizo con el de Líbano, Palestina, Irak y Afganistán al denunciar el genocidio que en esos países cometieron y siguen perpetrando EEUU, sus aliados de europeos de la Otan y el Estado sionista de Israel.

O, como en Copenhague durante la Cumbre Mundial del Clima, realizada en diciembre de 2009 que culminó en otra derrota de EEUU y las grandes potencias, luego que Obama presentara un documento apócrifo, sustituto del esperanzador Protocolo de Kioto, deliberadamente exento de fechas fijas y compromisos claros para cumplir con la propuesta de los científicos, diseñada para evitar el desastre ecológico al que está condenado el planeta por culpa de ellos.

El Comandante, a quien se le unieron en su denuncia los presidentes de las hermanas repúblicas de Bolivia, Ecuador y Cuba, junto los representante del pequeño archipiélago de Tuvalu y la delegación en pleno del bloque de naciones africana, dijo que “no suscribiría un documento que el presidente estadounidense, Barack Obama, metió por debajo de la puerta. La cumbre terminará sin ningún acuerdo y sin gloria”, como en efecto ocurrió.

“Mi rechazo a un documento impuesto por los países ricos nace de la dignidad y del honor, y adoptar un documento que no han acordado los 192 miembros de la Convención de la ONU del Cambio Climático sería fraudulento,” indicó, y volviendo a referirse al mandatario yanqui manifestó que “Obama es la mayor frustración de mucha gente de todo el mundo que creyó en él”, describiéndolo como “Premio Nobel de la guerra”.

Y como en toda cumbre “oficial” a la que asiste Chávez, miles de manifestantes inundaron las calles de Copenhague, aledañas a la sede del evento, para protestar contra el crimen de las naciones industrializadas contra la humanidad y contra el planeta, y como todas esas expresiones de rechazo popular a los abusos y desmanes de los gobiernos de las grandes potencias fueron reprimidas con violencia, dejando un saldo de centenares de heridos y detenidos.

Y mientras en Madrid, España, se inauguró este martes la VI Cumbre América Latina-Unión Europea, en esa misma ciudad se escuchan de nuevo miles de voces procedentes de todas partes del planeta que en la Cumbre Paralela de los Pueblos exigen al imperio, a las potencias europeas y al resto mundo industrializado y sus transnacionales respeto a sus vidas, dignidad y soberanía.

Su objetivo, como afirmó uno de los organizadores del evento, es “desenmascarar a la Unión Europea y denunciar su papel en el mundo” y con ese propósito se instaló el Tribunal Permanente de los Pueblos que ha juzgado 30 casos de abusos de las transnacionales que operan en América Latina y Europa, entre las que figuran Repsol, Bayer, Endesa, Enel y Telefónica, entre otras, acusadas de crímenes de índole económico, social y ambiental en connivencia con los gobiernos de Europa.

Exigen igualmente el fin del criminal embargo impuesto a la Cuba revolucionaria y digna e insisten, como en todas las cumbres de los pueblos, en denunciar las guerras desatadas en Irak, Palestina, Somalia y otras naciones del Tercer mundo, como la de Afganistán que han extendido a Pakistán, donde se tortura y se mata a millares de inocentes con “drones asesinos”, bombas, tanques y misiles.

Chávez no asiste hoy a la Cumbre ALC-EU de Madrid, porque su presencia allí ya no es necesaria, pues aceptó y enfrentó con éxito otro reto de la misión que se ha impuesto de velar por el respeto y dignidad de los pueblos de la Gran Patria Latinoamericana y caribeña y del resto del mundo, al impedir la presencia de Porfirio Lobo en la cita.

Ese engendro del golpe de Estado asestado a Honduras por el imperio y sus lacayos militares y civiles que destruyó la democracia en el país centroamericano, quien por un error de la diplomacia española fue invitado al evento, fue vetado por Chávez y demás gobernantes revolucionarios de países que conforman Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), unión de repúblicas creada para rescatar el sueño integracionista de Bolívar, advirtiéndole al gobierno de Madrid sobre su imprudente proceder y amenazando con no acudir a la cumbre si a la misma asistía Lobo.

La posición, liderada por Chávez, Evo, Correa, Lula y Cristina fue una legítima defensa de dignidad y soberanía, impuesta finalmente frente al oprobio que significaba la presencia en la cita madrileña del ilegítimo mandatario surgido de una asonada que ha sentado un peligroso precedente, por cuanto amenaza con devolver a la región a épocas superadas después de luchas que costaron lágrimas, sudor y sangre a sus pueblos.

Y mientras en la cumbre paralela de Madrid el TPP ha condenado, aún cuando sólo sea moralmente, a los gobiernos y transnacionales predadores de pueblos, de sus riquezas y de la tierra, confiando en que algún día sean sentados en el banquillo real de los acusados, los asistentes lamentan la ausencia de Chávez, acostumbrados a verlo confundirse con el pueblo cada vez que se realiza un evento de ese tipo en cualquier lugar del mundo.

Porque lo vieron en Quebec, Mar de Plata, Puerto España y Cancún, rompiendo lanzas en pos del sueño integrador de Bolívar, y en otros lugares del planeta como Copenhague, luchando junto a gobernantes revolucionarios y líderes de movimientos sociales que como él persiguen la utopía de un mundo posible, libre del imperio y sus mercenarios, epopeya que los historiadores del futuro habrán de describir como una de las más nobles y hermosas de la historia.

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