lunes, 25 de mayo de 2009

EL AFECTO NO SE DECRETA, SE GANA ACERCA DE BENEDETTI.

Maríalcira Matute

Caracas, 19 de mayo de 2009.
Benedetti manifestó tempranamente su simpatía por el proceso bolivariano. Algunos se dedicaron a insultarlo por cartas, o en artículos de opinión, hacia diciembre de 2002. Cuando lo visitamos la primera vez en enero de 2003, estaba triste por ese motivo. Un pretendido intelectual venezolano, que no vamos a mencionar, tuvo el atrevimiento de reclamarle, en una carta llena de mentiras contra el proceso bolivariano, que circuló generosamente por internet y llegó a las manos de Don Mario, que éste hubiera expresado públicamente su simpatía al respecto, y pretendía abrirle los ojos contándole la supuesta situación horrenda que vivía el país, y que seguramente Benedetti entendería luego de leer tal carta. No comprendía Benedetti por qué no podía tener el derecho de expresar lo que sentía sin que se le reclamara su parecer político. Casos similares hemos visto en otras ocasiones. Y nos parecen igualmente lamentables.
Años después, el mismo día que Benedetti decidió quedarse con nosotros para siempre, encontramos en la red un mensaje anónimo e insultante, mientras navegamos en busca de información sobre Don Mario. Un mensaje que da cuenta de la canalla sin límite que desafortunadamente cuela en “intelectuales” sin alma ni sensibilidad. En ese mensaje se preguntaban por qué por ejemplo, se homenajea "a un extranjero" y no hubo en Venezuela homenajes tan intensos, merecidos ciertamente por su obra literaria, para Montejo o González León, escritores venezolanos que fallecieron en meses pasados, cuya obra es impecable, ciertamente.
La respuesta es obvia. La erudición puede ser motivo de admiración y respeto. Pero el cariño del pueblo se gana a fuerza de humanidad, de cercanía. Y eso lo supo lograr Benedetti. Por eso la intensidad de los homenajes, no sólo en Venezuela, sino en el mundo entero. La obra de Benedetti trascendió fronteras, coló muy adentro del alma de millones de personas.
Muchos intelectuales, encerrados en sus torres de marfil, miran a sus lectores desde arriba y no saben ganarse su afecto. Cuando se van, queda el vacío y el consuelo por tener sus libros, pero no generan esas oleadas de cariño que rebasa todo límite, ese cariño que Benedetti propició en sus lectores que lo sintieron siempre con ellos, cerca, accesible y suyo. Un escritor que tuvo derecho como cualquier ciudadano de fijar posición política sin tratar de imponérsela groseramente a otros. Que merece estos y todos los homenajes. Por su obra. Por su vida.

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