*JUAN MARTORANO.
La lucha por la construcción del socialismo no es un proceso mecánico que se vaya a dar automáticamente, como por arte de magia , sino que presupone la acción colectiva consciente de una diversidad de sujetos sociales que, tomando conciencia de su papel como agentes de cambio, logren incidir en el desarrollo dialéctico de la historia. Nuestro socialismo sólo puede ser conquistado por medio de la acción del pueblo, en su más amplio sentido, lo que significa que, contrario a la práctica de grupos anquilosados en interpretaciones dogmáticas y mecánicas del marxismo [1] , un grupo vanguardista de selectos revolucionarios no será suficiente para la construcción de esa sociedad post-capitalista; es el pueblo quien tiene que convertirse en partícipe activo de su liberación; es el pueblo consciente y organizado quien debe tomar las riendas de su propio destino.
Es por eso que nuestra acción revolucionaria debe ir encaminada hacia la multiplicació n del sujeto colectivo que es a la vez agente de cambio (sujeto-agente) , por medio de la construcción de conciencia. A continuación presentamos algunas anotaciones que pretenden delinear una serie de principios para impulsar la participación del pueblo en la lucha por un nuevo orden social.
I. La participación del pueblo como sujeto histórico y agente transformador:
A menudo, quienes estamos comprometidos con la lucha social, nos encontramos con el obstáculo de la indiferencia y la ausencia de grandes sectores del pueblo en este proceso. Quizá nos sea familiar aquella escena en la que llegamos a una reunión, un curso o una asamblea en donde serán tratados temas de importancia para la lucha de nuestro pueblo, y... el pueblo es precisamente el gran ausente. Llegamos a un espacio en donde las pocas caras presentes son las mismas de siempre. ¿Cómo es que, si se supone que luchamos por los intereses del pueblo, gran parte del pueblo sigue siendo indiferente a los procesos de lucha? ¿Por qué incluso entre sectores sociales visiblemente marcados por la explotación y opresión capitalista, la participación sigue siendo mínima? ¿Por qué ese rechazo a participar en la lucha? ¿Cómo podemos promover la participación popular en la lucha? ¿Qué tipo de participación buscamos animar?
Para poder contestar estas preguntas, debemos empezar por analizar el carácter y la naturaleza histórica de ese pueblo al que queremos integrar a la lucha. Lograr la participación del pueblo no es algo fácil. No olvidemos que después de todo somos producto de nuestra existencia dentro del sistema capitalista, y por ende arrastramos algunos valores y actitudes como la pasividad, la indiferencia, el paternalismo, etc. Si bien, los seres humanos, como individuos somos sujetos, también es cierto que nuestra subjetividad es el resultado de la interacción entre una multiplicidad de determinaciones históricas. No olvidemos que los seres humanos, además de nuestra biología, somos seres sociales, construidos socia y culturalmente , por lo que nuestra personalidad está condicionada por un entorno histórico, político, económico y social, que hoy se llama “capitalismo”. En La Ideología Alemana , Marx y Engels escribían que los individuos “se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas, por así decirlo; se encuentran con que la clase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella,” es decir, los individuos son producto de una sociedad históricamente dada.
En su Sexta Tesis sobre Feuerbach, Marx escribía que “la esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad es el conjunto de las relaciones sociales.”
Los seres humanos no nacemos libres de toda determinación, sino que nuestro pensamiento y nuestro comportamiento, están en gran medida afectados por nuestra composición psicosocial, cultural, etc. Para la visión marxista, “la historia humana aparece como un proceso de historia natural; sus actores son sin duda los propios hombres, pero hombres producidos [y reproducidos] en las relaciones sociales y por ellas.”
Podemos decir, entonces, que los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza del sistema social en el que nos desarrollamos. Si el sistema capitalista está basado en la propiedad individual, nosotros, como producto de este sistema, somos en gran medida, individualistas, egoístas y centrados en nuestro interés personal; si el sistema capitalista es patriarcal, nosotros tendemos a pensar la sociedad jerárquicamente, a interiorizar nuestro papel de género asignado, etc. La esencia de los seres humanos, entonces, no es una esencia trascendental, natural, o abstracta, sino que es una esencia histórica. En otras palabras, la única esencia de los seres humanos es su determinación histórica: la tendencia a vivir subordinados e incluidos en las relaciones sociales capitalistas.
Ya Foucault nos prevenía de pensar al sujeto humano como algo dado, previo a las prácticas sociales. En su crítica al marxismo academicista, nos decía que es un error pensar que la conciencia de los hombres es sólo el reflejo o la expresión de las condiciones económicas de la existencia, pues esto supone en el fondo, “que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las mismas formas del conocimiento, se dan en cierto modo previa y definitivamente, y que las condiciones económicas, sociales y políticas de la existencia no hacen sino depositarse o imprimirse en este sujeto que se da de manera definitiva” .
Efectivamente, el sujeto no es sólo el reflejo de las condiciones sociales de su existencia, sino que es construido por ellas. Foucault nos presenta “ un sujeto que se constituyó en el interior mismo de [la historia] y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella”.
Ahora bien, según Foucault, las nuevas formas de subjetividad emergen a partir de las prácticas jurídicas, como parte de las prácticas sociales. No vamos a entrar aquí a detallar o comentar esta parte del análisis de Foucault. Lo que interesa por el momento, es dejar claro que los sujetos humanos –su esencia– no son algo natural y trascendente, sino que son construidos históricamente a partir de las condiciones sociales, económicas, políticas, y culturales de su existencia.
¿Cuáles son los mecanismos por los cuales se construyen los sujetos a partir de las determinaciones históricas?
Si bien es cierto que las determinaciones históricas se dan principalmente en la estructura económica, también es cierto que la construcción del sujeto sucede fundamentalmente en el terreno de la superestructura, ya sea en las prácticas jurídicas como nos dice Foucault, o en el terreno de la ideología, como argumenta Althusser. Por el momento nos será más útil para la presente exposición detenernos en la concepción althusseriana de ideología, pues incluso las formas jurídicas a las que alude Foucault podrían entenderse como formas ideológicas en última instancia.
Pues bien, Althusser nos muestra cómo los valores heredados por el capitalismo son reproducidos por los aparatos ideológicos de Estado, los cuales tienen la función de diseminar la ideología dominante en las clases explotadas. Para que el capitalismo se pueda mantener, para que pueda seguir existiendo, es necesario que reproduzca las condiciones de su existencia, es decir, las condiciones de producción. Esto significa que el capitalismo tiene que reproducir tanto a los medios de producción, como a la fuerza de trabajo. Según Marx, la reproducción de la fuerza de trabajo se da a través del salario. Es decir, el salario es el valor suficiente para que la obrera o el obrero pueda comer, descansar, recrearse, y así regresar a trabajar al siguiente día. El salario también tiene que ser suficiente para que el obrero pueda criar y educar a sus hijos, los futuros proletarios. Sin embargo, según Althusser, esto no es suficiente. Para reproducir la fuerza de trabajo, es necesario también reproducir el sometimiento ideológico del obrero al sistema capitalista. En otras palabras, la obrera o el obrero tienen que aceptar como normales las condiciones de su existencia, que son condiciones de explotación. Pues bien, para que ellos acepten como normal su explotación, tienen que haber interiorizado la ideología dominante, que no es más que el conjunto de los valores, principios morales, concepciones, etc., propios del sistema capitalista.
Esta interiorización no sucede como un evento posterior a la formación del ser humano. Recordemos que es un error pensar que la ideología entra en los sujetos, como si estos existieran antes de la ideología, como si fueran recipientes vacíos en donde se introduce la ideología. Por el contrario, desde antes de que nazcan, los individuos ya son sujetos ideológicos, en el sentido de ser sometidos a una visión del mundo dominante. Nacen en un mundo marcado por prácticas sociales que son reguladas por aparatos ideológicos, cuya función es precisamente, construir a los sujetos con maneras tales que puedan ser sometidos a la explotación y verla como algo normal.
Althusser nos dice que la ideología dominante se reproduce por medio de lo que él llama, los aparatos ideológicos de Estado , es decir, la escuela, los medios de comunicación, los medios culturales, la familia, la iglesia, etc. Estos forman las mentes y los corazones de las masas de la población, afectando así no sólo su comportamiento, sino su pensar y su sentir. En otras palabras, todas las prácticas sociales son prácticas ideológicas, en el sentido de que los seres humanos no pueden actuar sino en base a una ideología. Aquí es importante mencionar que cuando decimos ideología, nos referimos a la concepción imaginaria que se hacen los individuos de su relación con las condiciones de su existencia. Es por medio de la ideología que los individuos se reconocen como sujetos. Ahora bien, el Estado, a través de sus aparatos ideológicos se encarga de que esa ideología que guía los actos de los individuos, sea precisamente la ideología dominante (hoy la ideología burguesa).
Por supuesto, todo esto no quiere decir que el individuo esté imposibilitado para interactuar con las condiciones heredadas y no pueda desarrollar su propia conciencia de clase en oposición a la impuesta por el sistema. Por el contrario, como apunta Althusser, “los aparatos ideológicos de Estado no son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización sin conflictos de la ideología de la clase dominante”.
Toda ideología es producto de la lucha de clases. Si bien es cierto que la ideología dominante es la que forma las conciencias de los sujetos, también es cierto que hay una serie de ideologías subalternas que están en constante resistencia, “tendencias ideológicas diferentes, que expresan las 'representaciones' de las diferentes clases sociales”.
Si no existiera esta lucha ideológica entre las clases sociales, los seres humanos estarían condenados a una vida mecánica, predeterminada, de simples títeres del sistema, sin ningún tipo de posibilidad de cambio. Si la ideología correspondiera siempre exactamente y sin ningún conflicto al sistema dominante, entonces no habría incluso posibilidad de historia. Obviamente esto no es así, los sujetos crean su propia historia, desafiando a esa ideología dominante que no corresponde con su realidad material. Es por esto que decimos que los sujetos son también agentes de su propia historia.
Sin embargo, cuando decimos que los sujetos son también agentes en la medida en que pueden crear su propia historia, no queremos decir con ello que este sea un proceso fácil, que se da espontáneamente, y que sólo hay que esperar a que el pueblo despierte y construya su historia. Por el contrario, no debemos olvidar que después de todo la conciencia de los sujetos está construida principalmente por la ideología del sistema capitalista –un sistema para el cual los hombres y mujeres son concebidos como objetos, privados de su capacidad creativa, enajenados económica pero también política e ideológicamente– por lo que es de suponer que el primer obstáculo con el que nos hemos de enfrentar al tratar de impulsar la participación en el pueblo, será precisamente ese conjunto de valores heredados del capitalismo con los que hemos sido formados, indiferencia, apatía, pasividad, derrotismo, etc.
¿Cómo es posible contrarrestar la ideología dominante?
Hemos visto que dada la historicidad de la esencia humana y el papel fundamental de los aparatos ideológicos de Estado en la reproducción de la ideología dominante, estos valores y conductas están fuertemente arraigados en el sentir popular, lo que implica que contrarrestarlos no será nada fácil, sino que por el contrario implica un proceso largo y de mucho esfuerzo pedagógico. La participación popular no puede darse de la noche a la mañana. En su artículo Herramientas para la participación , Marta Harnecker, en alusión a la Venezuela Bolivariana advierte que “la participación no se decreta desde arriba. Implica un largo proceso de aprendizaje. Una lenta transformación cultural y, por lo tanto, sus frutos nunca se cosecharán de inmediato. Recordemos que en nuestro pueblo subyace aún una 'cultura' de intermediación política, de la representación, del clientelismo, de profundas prácticas individualistas...”
La participación implica un proceso lento y profundo de cambios cualitativos en la conciencia popular.
Hay dirigentes que, llevados por un afán bienintencionado de crecimiento, priorizan el aspecto cuantitativo del desarrollo, por encima del proceso cualitativo, como si la participación popular pudiera medirse sólo en números y no en conciencia. Estos compañeros le apuestan más a las movilizaciones masivas, en donde hordas de hombres y mujeres son llevados por distintos medios a marchas, manifestaciones, etc., pero prescindiendo de una convicción consciente de su participación y compromiso en la lucha. En algunos casos, las masas participan mecánicamente en las movilizaciones porque los dirigentes les intercambian su participación por promesas de concesiones economicistas, como vivienda, o garantías laborales. Así, las masas participan no por convicción sino por un interés individual y a veces utilitarista. Es claro que “las masas” tienen motivos justos que plantear con sus demandas sociales y políticas inmediatas. No se confunde esa necesidad de plataformas de lucha y pliegos de demandas con el clientelismo, que considera ese sí, que las demandas dependen de la relación entre el Estado y los líderes o las organizaciones políticas o sociales que encabezan al pueblo a la hora de presentar y negociar sus demandas. Pero lo relevante aquí es notar que, en los casos en donde las masas no se movilizan por conciencia, en su mayoría, al conseguir sus demandas inmediatas los compañeros dejan de participar, pues no ven más la necesidad de la lucha.
Este tipo de participación como clientes o masas sin identidad ni autonomía no contribuye a la construcción del sujeto-agente de cambio. En estos casos, los dirigentes suelen ver al pueblo como un objeto pasivo, que es utilizado para conseguir objetivos políticos particulares. Estos dirigentes olvidan que la participación, como bien dice Isabel Rauber, “se construye de forma predominantemente consciente porque la lucha contra la lógica del capital, la construcción de una lógica propia, revolucionaria, y la conformación de un proceso social articulado orientado al socialismo, no se produce mágica, espontánea ni mecánicamente. Requiere de la voluntad organizada y la participación consciente de todos los actores sociales cuya actividad cuestionadora y transformadora hace al proceso mismo.”
En este punto es necesario remarcar el carácter amplio, heterogéneo, complejo y diverso del sujeto-agente transformador. Hasta hace algunas décadas dominaba en los movimientos de izquierda una interpretació n rígida y dogmática de la visión marxista que postulaba un sujeto revolucionario reducido y excluyente, cuyo papel histórico era el de dirigir a todos los demás grupos sociales en la lucha anti-capitalista. Así, el proletariado, sujeto revolucionario por excelencia, se reducía a aquella clase de obreros industriales, quienes irían adelante de cualquier otro estrato social. El proletariado a su vez, era representado por el partido revolucionario, la cabeza de la clase revolucionaria, y el partido, finalmente, era supeditado al comité central, quien tenía la función de pensar por el partido, que a su vez pensaba por el proletariado, que a su vez pensaba por el pueblo. No es necesario decir que este esquema hoy está rebasado. La experiencia misma nos ha enseñado que no puede haber liberación del pueblo sin el pueblo. Hoy, “cualquier política emancipatoria debe partir de la idea de un sujeto múltiple que se articula y define en la acción común, antes que suponer un sujeto singular, pre-determinado, que liderará a los demás en el camino del cambio”.
Podemos decir entonces que para impulsar la participación del pueblo (explotado, oprimido, discriminado) en la lucha por su liberación, es necesario primero reconocer la esencia de ese pueblo, que aquí resumimos en tres características:
1. El pueblo es sujeto histórico, producto de un modo de producción específico y construido ideológicamente.
2. El pueblo es a la vez, agente transformador, y puede cambiar la sociedad de la que es producto.
3. El pueblo como sujeto-agente transformador, es diverso y complejo.
Esto nos indica que la liberación del pueblo es posible, pero requiere de un proceso largo de concientización y transformación cultural que reconozca la diversidad de los grupos sociales que forman al pueblo y que reproducen día con día su sociedad. Por tanto, impulsar la participación popular presupone la construcción de un actor social colectivo, consciente y “capaz de pensar y realizar las transformaciones, la acción, o suceso, o manifestación, o fenómeno político social de que se trate en cada momento. Y esto requiere tiempo”. Es claro que la participación popular no es resultado de la manipulación, ni puede conseguirse a base de engaños o mentiras, y no puede conseguirse sin el reconocimiento del pueblo amplio y diverso como sujeto-agente transformador. (Continuará...).
Patria Socialista o Muerte!!!
Venceremos y Estamos Venciendo!!!
*Abogado,Analista Político y militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Moderador de los Programas Informativos y de Opinión, "Micrófono Abierto", "Lo que se Habla" y "Caminos Libres", transmitidos de lunes a viernes de 12 m a 2 pm por la Emisora Comunitaria Llovizna 104.7 FM, y los días martes de 7 pm a 8 pm y domingos de 8 pm a 9 pm, por la Emisora Cultural, Informativa y de Entretenimiento perteneciente a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG, Corporación para el Socialismo) y del Sistema Nacional de Medios Públicos, "La Voz de Guayana" 89.7 FM, respectivamente. jmartoranoster@gmail.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar
La lucha por la construcción del socialismo no es un proceso mecánico que se vaya a dar automáticamente, como por arte de magia , sino que presupone la acción colectiva consciente de una diversidad de sujetos sociales que, tomando conciencia de su papel como agentes de cambio, logren incidir en el desarrollo dialéctico de la historia. Nuestro socialismo sólo puede ser conquistado por medio de la acción del pueblo, en su más amplio sentido, lo que significa que, contrario a la práctica de grupos anquilosados en interpretaciones dogmáticas y mecánicas del marxismo [1] , un grupo vanguardista de selectos revolucionarios no será suficiente para la construcción de esa sociedad post-capitalista; es el pueblo quien tiene que convertirse en partícipe activo de su liberación; es el pueblo consciente y organizado quien debe tomar las riendas de su propio destino.
Es por eso que nuestra acción revolucionaria debe ir encaminada hacia la multiplicació n del sujeto colectivo que es a la vez agente de cambio (sujeto-agente) , por medio de la construcción de conciencia. A continuación presentamos algunas anotaciones que pretenden delinear una serie de principios para impulsar la participación del pueblo en la lucha por un nuevo orden social.
I. La participación del pueblo como sujeto histórico y agente transformador:
A menudo, quienes estamos comprometidos con la lucha social, nos encontramos con el obstáculo de la indiferencia y la ausencia de grandes sectores del pueblo en este proceso. Quizá nos sea familiar aquella escena en la que llegamos a una reunión, un curso o una asamblea en donde serán tratados temas de importancia para la lucha de nuestro pueblo, y... el pueblo es precisamente el gran ausente. Llegamos a un espacio en donde las pocas caras presentes son las mismas de siempre. ¿Cómo es que, si se supone que luchamos por los intereses del pueblo, gran parte del pueblo sigue siendo indiferente a los procesos de lucha? ¿Por qué incluso entre sectores sociales visiblemente marcados por la explotación y opresión capitalista, la participación sigue siendo mínima? ¿Por qué ese rechazo a participar en la lucha? ¿Cómo podemos promover la participación popular en la lucha? ¿Qué tipo de participación buscamos animar?
Para poder contestar estas preguntas, debemos empezar por analizar el carácter y la naturaleza histórica de ese pueblo al que queremos integrar a la lucha. Lograr la participación del pueblo no es algo fácil. No olvidemos que después de todo somos producto de nuestra existencia dentro del sistema capitalista, y por ende arrastramos algunos valores y actitudes como la pasividad, la indiferencia, el paternalismo, etc. Si bien, los seres humanos, como individuos somos sujetos, también es cierto que nuestra subjetividad es el resultado de la interacción entre una multiplicidad de determinaciones históricas. No olvidemos que los seres humanos, además de nuestra biología, somos seres sociales, construidos socia y culturalmente , por lo que nuestra personalidad está condicionada por un entorno histórico, político, económico y social, que hoy se llama “capitalismo”. En La Ideología Alemana , Marx y Engels escribían que los individuos “se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas, por así decirlo; se encuentran con que la clase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella,” es decir, los individuos son producto de una sociedad históricamente dada.
En su Sexta Tesis sobre Feuerbach, Marx escribía que “la esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad es el conjunto de las relaciones sociales.”
Los seres humanos no nacemos libres de toda determinación, sino que nuestro pensamiento y nuestro comportamiento, están en gran medida afectados por nuestra composición psicosocial, cultural, etc. Para la visión marxista, “la historia humana aparece como un proceso de historia natural; sus actores son sin duda los propios hombres, pero hombres producidos [y reproducidos] en las relaciones sociales y por ellas.”
Podemos decir, entonces, que los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza del sistema social en el que nos desarrollamos. Si el sistema capitalista está basado en la propiedad individual, nosotros, como producto de este sistema, somos en gran medida, individualistas, egoístas y centrados en nuestro interés personal; si el sistema capitalista es patriarcal, nosotros tendemos a pensar la sociedad jerárquicamente, a interiorizar nuestro papel de género asignado, etc. La esencia de los seres humanos, entonces, no es una esencia trascendental, natural, o abstracta, sino que es una esencia histórica. En otras palabras, la única esencia de los seres humanos es su determinación histórica: la tendencia a vivir subordinados e incluidos en las relaciones sociales capitalistas.
Ya Foucault nos prevenía de pensar al sujeto humano como algo dado, previo a las prácticas sociales. En su crítica al marxismo academicista, nos decía que es un error pensar que la conciencia de los hombres es sólo el reflejo o la expresión de las condiciones económicas de la existencia, pues esto supone en el fondo, “que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las mismas formas del conocimiento, se dan en cierto modo previa y definitivamente, y que las condiciones económicas, sociales y políticas de la existencia no hacen sino depositarse o imprimirse en este sujeto que se da de manera definitiva” .
Efectivamente, el sujeto no es sólo el reflejo de las condiciones sociales de su existencia, sino que es construido por ellas. Foucault nos presenta “ un sujeto que se constituyó en el interior mismo de [la historia] y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella”.
Ahora bien, según Foucault, las nuevas formas de subjetividad emergen a partir de las prácticas jurídicas, como parte de las prácticas sociales. No vamos a entrar aquí a detallar o comentar esta parte del análisis de Foucault. Lo que interesa por el momento, es dejar claro que los sujetos humanos –su esencia– no son algo natural y trascendente, sino que son construidos históricamente a partir de las condiciones sociales, económicas, políticas, y culturales de su existencia.
¿Cuáles son los mecanismos por los cuales se construyen los sujetos a partir de las determinaciones históricas?
Si bien es cierto que las determinaciones históricas se dan principalmente en la estructura económica, también es cierto que la construcción del sujeto sucede fundamentalmente en el terreno de la superestructura, ya sea en las prácticas jurídicas como nos dice Foucault, o en el terreno de la ideología, como argumenta Althusser. Por el momento nos será más útil para la presente exposición detenernos en la concepción althusseriana de ideología, pues incluso las formas jurídicas a las que alude Foucault podrían entenderse como formas ideológicas en última instancia.
Pues bien, Althusser nos muestra cómo los valores heredados por el capitalismo son reproducidos por los aparatos ideológicos de Estado, los cuales tienen la función de diseminar la ideología dominante en las clases explotadas. Para que el capitalismo se pueda mantener, para que pueda seguir existiendo, es necesario que reproduzca las condiciones de su existencia, es decir, las condiciones de producción. Esto significa que el capitalismo tiene que reproducir tanto a los medios de producción, como a la fuerza de trabajo. Según Marx, la reproducción de la fuerza de trabajo se da a través del salario. Es decir, el salario es el valor suficiente para que la obrera o el obrero pueda comer, descansar, recrearse, y así regresar a trabajar al siguiente día. El salario también tiene que ser suficiente para que el obrero pueda criar y educar a sus hijos, los futuros proletarios. Sin embargo, según Althusser, esto no es suficiente. Para reproducir la fuerza de trabajo, es necesario también reproducir el sometimiento ideológico del obrero al sistema capitalista. En otras palabras, la obrera o el obrero tienen que aceptar como normales las condiciones de su existencia, que son condiciones de explotación. Pues bien, para que ellos acepten como normal su explotación, tienen que haber interiorizado la ideología dominante, que no es más que el conjunto de los valores, principios morales, concepciones, etc., propios del sistema capitalista.
Esta interiorización no sucede como un evento posterior a la formación del ser humano. Recordemos que es un error pensar que la ideología entra en los sujetos, como si estos existieran antes de la ideología, como si fueran recipientes vacíos en donde se introduce la ideología. Por el contrario, desde antes de que nazcan, los individuos ya son sujetos ideológicos, en el sentido de ser sometidos a una visión del mundo dominante. Nacen en un mundo marcado por prácticas sociales que son reguladas por aparatos ideológicos, cuya función es precisamente, construir a los sujetos con maneras tales que puedan ser sometidos a la explotación y verla como algo normal.
Althusser nos dice que la ideología dominante se reproduce por medio de lo que él llama, los aparatos ideológicos de Estado , es decir, la escuela, los medios de comunicación, los medios culturales, la familia, la iglesia, etc. Estos forman las mentes y los corazones de las masas de la población, afectando así no sólo su comportamiento, sino su pensar y su sentir. En otras palabras, todas las prácticas sociales son prácticas ideológicas, en el sentido de que los seres humanos no pueden actuar sino en base a una ideología. Aquí es importante mencionar que cuando decimos ideología, nos referimos a la concepción imaginaria que se hacen los individuos de su relación con las condiciones de su existencia. Es por medio de la ideología que los individuos se reconocen como sujetos. Ahora bien, el Estado, a través de sus aparatos ideológicos se encarga de que esa ideología que guía los actos de los individuos, sea precisamente la ideología dominante (hoy la ideología burguesa).
Por supuesto, todo esto no quiere decir que el individuo esté imposibilitado para interactuar con las condiciones heredadas y no pueda desarrollar su propia conciencia de clase en oposición a la impuesta por el sistema. Por el contrario, como apunta Althusser, “los aparatos ideológicos de Estado no son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización sin conflictos de la ideología de la clase dominante”.
Toda ideología es producto de la lucha de clases. Si bien es cierto que la ideología dominante es la que forma las conciencias de los sujetos, también es cierto que hay una serie de ideologías subalternas que están en constante resistencia, “tendencias ideológicas diferentes, que expresan las 'representaciones' de las diferentes clases sociales”.
Si no existiera esta lucha ideológica entre las clases sociales, los seres humanos estarían condenados a una vida mecánica, predeterminada, de simples títeres del sistema, sin ningún tipo de posibilidad de cambio. Si la ideología correspondiera siempre exactamente y sin ningún conflicto al sistema dominante, entonces no habría incluso posibilidad de historia. Obviamente esto no es así, los sujetos crean su propia historia, desafiando a esa ideología dominante que no corresponde con su realidad material. Es por esto que decimos que los sujetos son también agentes de su propia historia.
Sin embargo, cuando decimos que los sujetos son también agentes en la medida en que pueden crear su propia historia, no queremos decir con ello que este sea un proceso fácil, que se da espontáneamente, y que sólo hay que esperar a que el pueblo despierte y construya su historia. Por el contrario, no debemos olvidar que después de todo la conciencia de los sujetos está construida principalmente por la ideología del sistema capitalista –un sistema para el cual los hombres y mujeres son concebidos como objetos, privados de su capacidad creativa, enajenados económica pero también política e ideológicamente– por lo que es de suponer que el primer obstáculo con el que nos hemos de enfrentar al tratar de impulsar la participación en el pueblo, será precisamente ese conjunto de valores heredados del capitalismo con los que hemos sido formados, indiferencia, apatía, pasividad, derrotismo, etc.
¿Cómo es posible contrarrestar la ideología dominante?
Hemos visto que dada la historicidad de la esencia humana y el papel fundamental de los aparatos ideológicos de Estado en la reproducción de la ideología dominante, estos valores y conductas están fuertemente arraigados en el sentir popular, lo que implica que contrarrestarlos no será nada fácil, sino que por el contrario implica un proceso largo y de mucho esfuerzo pedagógico. La participación popular no puede darse de la noche a la mañana. En su artículo Herramientas para la participación , Marta Harnecker, en alusión a la Venezuela Bolivariana advierte que “la participación no se decreta desde arriba. Implica un largo proceso de aprendizaje. Una lenta transformación cultural y, por lo tanto, sus frutos nunca se cosecharán de inmediato. Recordemos que en nuestro pueblo subyace aún una 'cultura' de intermediación política, de la representación, del clientelismo, de profundas prácticas individualistas...”
La participación implica un proceso lento y profundo de cambios cualitativos en la conciencia popular.
Hay dirigentes que, llevados por un afán bienintencionado de crecimiento, priorizan el aspecto cuantitativo del desarrollo, por encima del proceso cualitativo, como si la participación popular pudiera medirse sólo en números y no en conciencia. Estos compañeros le apuestan más a las movilizaciones masivas, en donde hordas de hombres y mujeres son llevados por distintos medios a marchas, manifestaciones, etc., pero prescindiendo de una convicción consciente de su participación y compromiso en la lucha. En algunos casos, las masas participan mecánicamente en las movilizaciones porque los dirigentes les intercambian su participación por promesas de concesiones economicistas, como vivienda, o garantías laborales. Así, las masas participan no por convicción sino por un interés individual y a veces utilitarista. Es claro que “las masas” tienen motivos justos que plantear con sus demandas sociales y políticas inmediatas. No se confunde esa necesidad de plataformas de lucha y pliegos de demandas con el clientelismo, que considera ese sí, que las demandas dependen de la relación entre el Estado y los líderes o las organizaciones políticas o sociales que encabezan al pueblo a la hora de presentar y negociar sus demandas. Pero lo relevante aquí es notar que, en los casos en donde las masas no se movilizan por conciencia, en su mayoría, al conseguir sus demandas inmediatas los compañeros dejan de participar, pues no ven más la necesidad de la lucha.
Este tipo de participación como clientes o masas sin identidad ni autonomía no contribuye a la construcción del sujeto-agente de cambio. En estos casos, los dirigentes suelen ver al pueblo como un objeto pasivo, que es utilizado para conseguir objetivos políticos particulares. Estos dirigentes olvidan que la participación, como bien dice Isabel Rauber, “se construye de forma predominantemente consciente porque la lucha contra la lógica del capital, la construcción de una lógica propia, revolucionaria, y la conformación de un proceso social articulado orientado al socialismo, no se produce mágica, espontánea ni mecánicamente. Requiere de la voluntad organizada y la participación consciente de todos los actores sociales cuya actividad cuestionadora y transformadora hace al proceso mismo.”
En este punto es necesario remarcar el carácter amplio, heterogéneo, complejo y diverso del sujeto-agente transformador. Hasta hace algunas décadas dominaba en los movimientos de izquierda una interpretació n rígida y dogmática de la visión marxista que postulaba un sujeto revolucionario reducido y excluyente, cuyo papel histórico era el de dirigir a todos los demás grupos sociales en la lucha anti-capitalista. Así, el proletariado, sujeto revolucionario por excelencia, se reducía a aquella clase de obreros industriales, quienes irían adelante de cualquier otro estrato social. El proletariado a su vez, era representado por el partido revolucionario, la cabeza de la clase revolucionaria, y el partido, finalmente, era supeditado al comité central, quien tenía la función de pensar por el partido, que a su vez pensaba por el proletariado, que a su vez pensaba por el pueblo. No es necesario decir que este esquema hoy está rebasado. La experiencia misma nos ha enseñado que no puede haber liberación del pueblo sin el pueblo. Hoy, “cualquier política emancipatoria debe partir de la idea de un sujeto múltiple que se articula y define en la acción común, antes que suponer un sujeto singular, pre-determinado, que liderará a los demás en el camino del cambio”.
Podemos decir entonces que para impulsar la participación del pueblo (explotado, oprimido, discriminado) en la lucha por su liberación, es necesario primero reconocer la esencia de ese pueblo, que aquí resumimos en tres características:
1. El pueblo es sujeto histórico, producto de un modo de producción específico y construido ideológicamente.
2. El pueblo es a la vez, agente transformador, y puede cambiar la sociedad de la que es producto.
3. El pueblo como sujeto-agente transformador, es diverso y complejo.
Esto nos indica que la liberación del pueblo es posible, pero requiere de un proceso largo de concientización y transformación cultural que reconozca la diversidad de los grupos sociales que forman al pueblo y que reproducen día con día su sociedad. Por tanto, impulsar la participación popular presupone la construcción de un actor social colectivo, consciente y “capaz de pensar y realizar las transformaciones, la acción, o suceso, o manifestación, o fenómeno político social de que se trate en cada momento. Y esto requiere tiempo”. Es claro que la participación popular no es resultado de la manipulación, ni puede conseguirse a base de engaños o mentiras, y no puede conseguirse sin el reconocimiento del pueblo amplio y diverso como sujeto-agente transformador. (Continuará...).
Patria Socialista o Muerte!!!
Venceremos y Estamos Venciendo!!!
*Abogado,Analista Político y militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Moderador de los Programas Informativos y de Opinión, "Micrófono Abierto", "Lo que se Habla" y "Caminos Libres", transmitidos de lunes a viernes de 12 m a 2 pm por la Emisora Comunitaria Llovizna 104.7 FM, y los días martes de 7 pm a 8 pm y domingos de 8 pm a 9 pm, por la Emisora Cultural, Informativa y de Entretenimiento perteneciente a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG, Corporación para el Socialismo) y del Sistema Nacional de Medios Públicos, "La Voz de Guayana" 89.7 FM, respectivamente. jmartoranoster@gmail.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario