María Linares
Ningún acontecimiento se produce espontáneamente. Por ello, aquí se tratará de poner de manifiesto la concatenación causal en un proceso de varios años, como fue la lucha de clases en Francia, a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX. Es decir, nos proponemos explicar los sucesos políticos como resultado de causas que son, en última instancia, causas de orden económico. La Revolución Francesa del año 1789 fue una revolución democrática burguesa. Abolió las conducciones feudales de producción, las relaciones de propiedad que obstaculizaban el crecimiento de la industria capitalista, el comercio y la economía que se habían desarrollado dentro de la sociedad feudal. Arrancó el poder de las manos de la nobleza y lo pasó a manos de una nueva clase: la burguesía. En suma, fue una revolución burguesa. Sin embargo, la Revolución de 1789 no fue obra de la naciente burguesía solamente. Lenin expresó que fue una revolución en que “la masa del pueblo en su mayoría, sus capas sociales más bajas y más profundas, marcadas por el yugo y la explotación, se levantaron espontáneamente y pusieron sobre el curso de la revolución el sello de sus demandas, sus esfuerzos por construir a su propio modo una nueva sociedad en lugar de la sociedad antigua que destruían”. En este sentido, la Revolución fue democrática popular. Hoy, cuando una nueva revolución socialista trata de inscribirse en las páginas de la historia, la Revolución venezolana, procurando crear las condiciones objetivas y subjetivas, a fin de abolir las relaciones capitalistas históricamente condenadas, y a establecer el poder de la clase obrera aliada a toda la población trabajadora, es importante examinar el lugar que ocupaba la clase obrera y la clase campesina en la sociedad francesa en 1789, y el papel que estas clases desempeñaron en la Gran Revolución. La clase obrera francesa nació con la producción capitalista y se desarrolló mediante ésta. Creció con el descubrimiento de nuevos mercados (América, India y China) a comienzos del siglo XVI, y luego con el desarrollo de la industria en el siglo XVII. En la Francia de 1789, las formas de explotación del proletariado no eran tan uniformes como en nuestros tiempos. El proletariado se dividía en grupos distintos, unos eran los obreros de la fábrica y otros los artesanos. Los primeros trabajaban en empresas donde el carácter social de la producción y la división entre el capitalista y la clase obrera ya habían surgido. Los últimos trabajaban por su propia cuenta, o en pequeños grupos, para maestros, siendo ellos mismos explotados por los comerciantes. En esas condiciones, el proletariado carecía de esa homogeneidad sin la cual no puede adquirir un conocimiento de su fuerza colectiva y de sus intereses de clase. En otras palabras, la clase obrera de 1789 no poseía ni el número, ni la organización, ni la conciencia política que la capacitara para poner su marca en la Revolución de 1789. Las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera eran extremadamente precarias. La jornada de trabajo en general era de 16 horas, desde las cuatro de la mañana hasta las ocho de la noche. Los artesanos trabajaban catorce horas. Y los salarios eran sumamente bajo, el poder de compra de los mismos era ínfimo. Por ejemplo, el promedio de ingresos de los albañiles era 2.30 francos y un Kilo de carne costaba 1 franco 10 centavos. La clase obrera de 1789 no poseía ni el número, ni la organización, ni la conciencia política que la capacitara para dirigir la revolución y apoderarse del poder. Por ejemplo, la destrucción de las máquinas era la demanda primitiva del proletariado naciente. Hasta el inmediato siglo no adquirieron una conciencia socialista, aprendiendo del socialismo científico de Marx y Engels, que su ataque debía dirigirse contra el sistema capitalista de explotación y no contra los instrumentos modernos de producción. Sin embargo, en vísperas de la Revolución de 1789, hubo luchas entre los jornaleros y los capitalistas sobre las demandas de la clase obrera, principalmente sobre salarios. En fin, la clase obrera, en 1789, era una clase que surgía pequeña, dispersa, heterogénea, ignorante de su futuro y a menudo de sus intereses inmediatos, mal organizada. En cuanto a la clase campesina, desde la Edad Media, su situación había cambiado mucho. Sin embargo, en vísperas de la Revolución el régimen de la propiedad feudal persistía. De hecho, toda la tierra, directa o indirectamente, era territorio dependientemente de los señores feudales. Por esta razón, para comprender el alcance del levantamiento revolucionario de los campesinos en el año 1789, es necesario ante todo conocer cómo estaba distribuida la tierra y cuáles eran las cargas que la oprimían. La nobleza y el clero eran dueños de grandes propiedades. Los comerciantes burgueses, los manufactureros y los financieros también tenían sus fincas y sus castillos cerca de los pueblos. Los campesinos bien acomodados, los “labradores”, relativamente escasos, cultivaban sus “tenencias”, que podían vender o legar. También, a lo largo del país había campesinos con tenencias tan pequeñas que eran insuficientes para su subsistencia. Se veían obligados, durante parte del tiempo, a trabajar en sus casas para los capitalistas comerciales o alquilarse fuera, como braceros. Finalmente, había una gran masa de población rural que no poseía nada: arrendatarios, medieros, braceros, sirvientes y braceros. Sin embargo, cualquiera que fuere su condición, todos estos campesinos estaban sujetos al señor del feudo donde vivían, bajo obligaciones que, a menudo, eran pesadas y siempre vejatorias, de las cuales no podían escapar jamás. Tenían que cumplir el estatuto del trabajo, y pagar tributo. Estaban obligados a llevar su grano al molino del castillo; sus uvas, nueces y aceitunas, a las prensas del castillo; tenían que cocer su pan en los hornos del castillo. El señor feudal podía impedir que los campesinos vendieran su cosecha de trigo o vino hasta que él hubiera vendido la suya. Los “propietarios libres” no poseían plenos derechos sobre su propiedad. La tierra estaba sometida a impuestos fijos y perpetuos, conocidos como censo cuando se pagaba de contado, y como champart cuando se pagaba en cosecha. La iglesia, a su vez, recibía diezmos que sumaban a una décima o décima tercera parte de las cosechas principales. A esta carga impositiva se agregan los impuestos del rey. Todas estas cargas aplastaban a los campesinos peleaban para libertarse de la servidumbre y del hambre. La población rural comía mal. Las condiciones de las viviendas eran deplorables; en la mayoría de los casos la gente y las bestias vivían en una promiscuidad inconcebible. En 1789 se presentaba una etapa diferente del desarrollo social. Al derrocar el feudalismo, en la época del capitalismo ascendente, era la burguesía entonces revolucionaria y progresista, a la que pertenecía el papel principal. El naciente proletariado sólo podía desempeñar en esta lucha un papel de apoyo. Al principio de la Revolución, todas las clases estaban unidas contra el feudalismo; el proletariado participó en la lucha, la burguesía la dirigió. Pero aunque la burguesía utilizó la ayuda de la clase obrera para destruir los obstáculos que presentaba el sistema feudal a su industria y su comercio, no tenía intenciones de permitir que la Revolución se desarrollara hasta más allá de sus intereses. Se oponía a las demandas económicas de los trabajadores; se oponía a los derechos políticos exigidos por las masas populares, a las que bajo la Constituyente, especialmente, les fue negado el derecho al voto.
REVOLUCIONES DE 1848: INSTAURACIÓN DEFINITIVA DE LA REPÚBLICA BURGUESA FRANCESA
El 25 de febrero de 1848, la insurrección popular había otorgado a Francia la República; el 25 de junio le impuso la revolución. Y después de junio, significaba la transformación de la sociedad burguesa, mientras que antes de febrero había significado la transformación de la forma de gobierno. La Revolución de Febrero tomó desprevenida, sorprendió a la vieja sociedad, y el pueblo proclamó este golpe inesperado como una hazaña de la historia universal con la que se abría la nueva época. La revolución de febrero es escamoteada por la aristocracia financiera*, y lo que es derribado no es ya la monarquía, sino las concesiones liberales que le habían sido arrancadas por seculares luchas del proletariado. El estallido del descontento general en febrero de 1848 se vio acelerado, y el desasosiego fermentó en forma de revuelta, gracias a dos acontecimientos mundiales de carácter económico. La plaga de las patatas y las malas cosechas de los años 1845 y 1846 acentuaron la efervescencia general entre el pueblo. La carestía de 1847 provocó sangrientos conflictos, en Francia al igual que en el resto del continente. En contraste con las desvergonzadas orgías de la aristocracia financiera (Bajo Luis Felipe de Orleans no subió al poder toda la burguesía francesa), la lucha del pueblo por llevarse un puñado de pan a la boca. Mientras en Buzancais se ejecutaba a los amotinados contra el hambre, en París la familia real libraba de la acción de los tribunales a los estafadores. El segundo gran acontecimiento económico que vino acelerar el estallido de la revolución fue la crisis general del comercio y la industria en Inglaterra. Esta crisis, anunciada ya en el otoño de 1845 por el descalabro en masa de los especuladores en acciones ferroviarias, y contenida durante el año 1846 por una serie de circunstancias incidentales como la inminente abolición de los aranceles sobre el trigo, estalló por fin el otoño de 1847 en la bancarrotas de los grandes comerciantes londinenses en artículos coloniales, seguidas de muy cerca por las quiebras de los bancos agrarios y el cierre de fábricas en los distritos industriales ingleses. Aún no se habían agotado las repercusiones de esta crisis en el continente, cuando estalló la Revolución de Febrero.
RASGOS GENERALES, LAS FASES RECORRIDAS POR LA REVOLUCIÓN FRANCESA DESDE EL 24 DE FEBRERO DE 1848 HASTA DICIEMBRE DE 1851
Hay tras períodos capitales que son inconfundibles: el período de febrero; el del 4 de mayo de 1848 al 28 de mayo de 1849, y el período de constitución de la república o de la Asamblea Nacional Legislativa. El primer período, desde el 24 de febrero, o desde la caída de Luis Felipe, hasta el 14 de mayo de 1848, fecha en que reúne la Asamblea Constituyente, el período de febrero propiamente dicho, puede calificarse como el prólogo de la Revolución. Las jornadas de Febrero se proponían primitivamente como objetivo una reforma electoral, que había de ampliar el círculo de los privilegiados políticos dentro de la misma clase poseedora y derribar la dominación exclusiva de la aristocracia financiera. Pero cuando estalló el conflicto real y verdadero, el pueblo se lanzó a las barricadas, la Guardia Nacional se mantuvo en actitud pasiva, el ejército no opuso una resistencia seria y la monarquía huyó, la república parecía una cosa sobrentendida. Cada partido la interpretaba a su manera. Conquistada por el proletariado con las manos en las manos, éste le imprimió su sello y la proclamó República Social. Con esto se indicaba el contenido general de la moderna revolución, el cual se hallaba en la contradicción más extraña con todo lo que por el momento podía ponerse en práctica directamente, con el material disponible, con el grado de desarrollo alcanzado por la masa y en las circunstancias y relaciones dadas. De otra parte, las pretensiones de todos los elementos que habían cooperado en la Revolución de Febrero fueron reconocidas en la parte leonina que obtuvieron en el gobierno. Mientras el proletariado de París se deleitaba todavía en la visión de la gran perspectiva que se había abierto ante él y se entregaba con toda seriedad a discusiones sobre problemas sociales, las viejas fuerzas de la sociedad se habían agrupado y reunido, habían vuelto en sí y encontrado un apoyo inesperado en la masa de la nación, en los campesinos y los pequeños burgueses, que se precipitaron todos de golpe a la escena política, después que cayeron las barreras de la monarquía de Julio. El segundo período, desde de la Constitución, de la fundación de la República burguesa. Inmediatamente, después de las jornadas de febrero no sólo se vio sorprendida la oposición dinástica por los republicanos y estos por los socialistas, sino toda Francia por París. En vano el proletariado de París, que comprendió inmediatamente el carácter de la Asamblea Nacional, intentó el 15 de mayo descartar por la fuerza su existencia, disolverla. Como es sabido, el único resultado del 15 de mayo fue sacar de la escena pública, presos, August Blanqui, Armand Barbes y sus camaradas, es decir, a los verdaderos jefes del partido proletario. A la monarquía burguesa de Luis Felipe de Orleans sólo puede suceder la República burguesa; es decir que, si en nombre del rey había dominado una parte reducida de la burguesía, ahora dominará la totalidad de la burguesía en nombre del pueblo. Las reivindicaciones del proletariado de París son disparates utópicos, con los que hay que acabar. El proletariado de París contestó a esta declaración de la Asamblea Nacional Constituyente con la insurrección de junio de 1848, el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas. Venció la República burguesa. De su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpenproletariado organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Del lado del proletariado de París no estaba más que él solo. En fin, durante las jornadas de junio, todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden, frente a la clase proletaria como partido de la anarquía, del socialismo, del comunismo. Habían “salvado” a la sociedad de “los enemigos de la sociedad”. Como vemos, en la primera revolución francesa, a la dominación de los constitucionales sigue la dominación de los girondinos, y a la dominación de los girondinos, la de los jacobinos. Cada de unos partidos se apoya en el que se halla adelante. En la Revolución de 1848 es al revés. El partido proletario aparece como apéndice del partido democrático pequeño burgués. Éste lo traiciona y contribuye a su derrota el 16 de abril, el 15 de mayo y en las jornadas de junio. A su vez, el partido democrático se apoya sobre los hombros del republicano burgués. Apenas se consideran seguros, los republicanos burgueses se sacuden el modesto camarada y se apoyan, a su vez, sobre los hombros del partido del orden. Es así que, frente a la burguesía coligada se había formado una coalición de pequeños burgueses y obreros, el llamado partido socialdemócrata. Los pequeños burgueses se encontraron mal recompensados después de las jornadas de junio de 1848, vieron en peligro sus intereses materiales y puestas en tela de juicio por la contrarrevolución las garantías democráticas que habían de asegurarles la posibilidad de hacer valer esos intereses. Se acercaron por consiguiente a los obreros. Por tanto, en Junio era evidente el alejamiento de la Asamblea de la República Social, los obreros de los Talleres Nacionales se sublevaron. Durante tres días las calles de París fueron un campo de batalla en la que al final se impuso la Asamblea burguesa y su fiel ejército. Con esta derrota el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria. El resultado 10.000 muertos y 11.000 deportados a las colonias. Estos hechos son de gran importancia pues se puede considerar como la primera gran lucha de clases. Los obreros a partir de entonces confirmaron su odio a la burguesía y su reconocimiento de que deberían luchar solos por sus derechos. Los burgueses y las clases acomodadas fueron presa del pánico, dominados por un sentimiento de terror provocado por lo cerca que estuvo el levantamiento popular de triunfar.
LA COMUNA DE PARÍS DE 1871
La comuna de París ha sido sin duda uno de las mayores revoluciones de la historia. Por primera vez el proletariado fue capaz de derrotar el Estado establecido, formar sus propios órganos de gobierno y reemplazar al Estado monárquico-burgués capitalista. Esto nunca lo perdonaron los asustados burgueses. También explica la fuerte represión sufrida por los comuneros, y que gran parte del mundo lo viera como una simple revuelta de “vagos” proletarios. En 1870 se empezaron a producir en París manifestaciones para seguir la guerra contra los prusianos. Ante el temor de nuevas revueltas proletarias, las clases dirigentes (tanto monárquicas como republicanos burgueses) formaron un gobierno que pacto un armisticio con los prusianos, trasladándose además a Versalles para evitar el pueblo parisino. Asimismo, se debían organizar unas elecciones para la creación de una nueva Asamblea nacional. En el París sitiado por parte del proletariado, que empieza a pedir la Comuna, se hace de las armas de los arsenales y organiza la resistencia. En el resto de Francia, sin embargo, estos acontecimientos provocados por los proletarios y la pequeña burguesía parisina se vieron como otro intento de revolución, como en 1848. Esto provocó que en las elecciones 1871 los monárquicos y republicanos fueran mayoría, frente a unos pocos diputados de izquierda (republicanos radicales y socialistas). La nueva asamblea no reconoce la nueva República proclamada en septiembre y elige a Thiers, político conservador, como jefe de Gobierno para desencadenar la contrarrevolución ante el apoyo creciente a la Comuna. El 26 de marzo de 1871 se realizan elecciones libres en la ciudad y se proclama oficialmente la Comuna en París, invitando al resto de ciudades a hacer lo mismo y luchar contra Thiers, su llamamiento no tuvo respuesta ante la falta de comunicación con el exterior. En estas elecciones fueron elegidos toda clase de ideologías y personas, anarquistas, blanquistas, proudonistas, socialistas de la I Internacional, e incluso hubo representantes de los barrios burgueses que más tarde se retirarían y huirían. El hecho de ser la “Primera Revolución Socialista” no es el por el predominio de ciertos miembros socialistas, sino por la iniciativa de creación de una organización político-administrativa, establecida casi de forma espontánea, con la unión de todas las ideologías representadas.
ORGANIZACIÓN DE LA COMUNA
El principal organismo fue el Consejo de la Comuna, coordinado por una Comisión Ejecutiva, con poderes ejecutivos y legislativos. Asimismo, se crearon las Comisiones (Ejército, Salud Pública, Trabajo, Justicia…) que aplicaban la política correspondiente a su actividad, aunque siempre respondían al Consejo. También se reorganiza la Justicia, la cual pasa a ser gratuita, y los magistrados se elegirían por votación. Una de las primeras medidas de la Comuna fue disolver el Ejército regular (resquicio del orden aristocrático), sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática, es decir, por todo el pueblo. Otra decisión sorprendente fue el respeto de la propiedad privada de los que se quedaron, expropiándose sólo a los que huyeron, los grandes propietarios. Y más todavía sorprendió que nunca llegaran a utilizar los depósitos del Banco de Francia, no sólo su dinero sino también el uso posiblemente político de éste, con el cual la burguesía hubiera obligado a Thiers a pactar con los comuneros. A pesar del cerco militar, la Comuna invierte rápidamente en la ejecución de trabajos públicos, con la creación de correos y de un sistema sanitario, que garantizara la salud del pueblo y de las tropas de la Guardia Nacional en lucha. Los pequeños industriales fueron respetados aunque en un nuevo marco de relaciones laborales, en las que el trabajador tenía derechos. Se prohibió el trabajo nocturno y adoptaron políticas de higiene. Los alquileres empezaron estar controlados por la municipalidad, fijándose un tope máximo. Como ejemplo, los miembros del gobierno se pusieron un sueldo igual al sueldo medio de los trabajadores, teniendo prohibido la acumulación y aprovechamiento propio de sus cargos. La educación pasó a ser laica, gratuita y obligatoria. La Comuna proclamó la separación del Estado y la Iglesia. Resumiendo, la Comuna de París estalló espontáneamente el 18 de marzo de 1871; nadie la preparó de modo conciente y sistemático. La revolución puso inesperadamente el poder en manos de la Guardia Nacional, en manos del proletariado y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella. Su aparición se debió a tres causas principales: a) la guerra franco-alemana; b) las tradiciones de la Revolución francesa, en la cual un papel considerable el municipio de París, la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional provocó la indignación de los obreros, que temían por la República; c) los progresos realizados por la Internacional en París y en las grandes ciudades de provincia, así como el desarrollo de las ideas socialistas en general, unido a la desocupación del proletariado y la ruina de la pequeña burguesía. *La burguesía financiera la conformaban los banqueros, los reyes de la Bolsa, los magnates de los ferrocarriles, los propietarios de las minas de carbón y de hierro y de las explotaciones forestales y una parte de los terratenientes aliada a ellos.
m.linares.benitez9@gmail.com
martes, 26 de mayo de 2009
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