María Linares
Al analizar los resultados del reciente evento político eleccionario en Venezuela, podemos decir que el mismo revela el desgaste de la orientación ideológica que marca al gobierno bolivariano. Las regiones que se perdieron, por sus características económicas, sociales y geopolíticas son fundamentales, a saber: Zulia,(estado fronterizo, salida al Mar Caribe, mayor productor de petróleo del país, gran productor de leche y carne, grandes extensiones de tierra tipo I, demográficamente denso, centro de conspiración altamente peligroso, etc.); Táchira (estado fronterizo, cafetalero, ganadero, etc.); Carabobo (estado con salida al Mar Caribe, por su Puerto entran gran parte de las importaciones, diversas industrias importantes están instaladas allí, refinería el Palito, etc.); Miranda (estado que bordea Caracas, salida al Mar Caribe, industrias, demográficamente denso, productor de cacao, etc.); Nueva Esparta (Isla geopolíticamente estratégica con alto desarrollo turístico, etc.); Alcaldía Mayor de Caracas (centro de los poderes del Estado Venezolano, alta densidad demográfica, centro de la conspiración contrarrevolucionaria y de concentración de la población más pobre del país, pero a su vez la más combatiente, etc.). Los resultados de las elecciones del 23-N son una evidencia del desgaste de la concepción ideológica burguesa denominada el ‘Estado de bienestar’ que define los programas sociales y los planes económicos, que adelanta el gobierno bolivariano para saldar la deuda social venezolana. Concepción que atañe a lo que, genéricamente, llamamos los marxistas provisión y satisfacción de ciertas necesidades consideradas básicas de carácter económico, educativo, sanitario, etc. Parece que para el gobierno bolivariano y para el PSUV, la etapa de transición al socialismo es el ‘Estado de bienestar’. La expresión ‘Estado de bienestar’ se acuña por primera vez en el Gran Bretaña durante los años de la Segunda Guerra Mundial como una manera de concesión a los trabajadores y como una suerte de salvación, ante el auge de las luchas de liberación de los trabajadores, sobre todo, en Europa que buscaban acabar con el capitalismo. Como sabemos, el máximo desarrollo de este concepto y su aplicación se alcanzó en el seno de los países democráticos de economía desarrollada capitalista. Los correligionarios del Estado de bienestar coinciden con el diagnóstico de los marxistas, en que el capitalismo la acumulación de riqueza por los burgueses implica el empobrecimiento de los trabajadores. Pero el ‘Estado de bienestar’, en contradicción con el marxismo, no se propone eliminar lo que causa la miseria de la Humanidad –el modo de producción capitalista-, sino los efectos. El Estado de bienestar, únicamente aspira atenuar los conflictos que se derivan de tales diferencias. El gran instrumento de esta auto-reforma del sistema capitalista es el sistema fiscal, que atiende la subvención de las actividades del Estado y, sobre todo, a una redistribución menos excluyente de la riqueza. John Maynard Keynes (1883-1946), economista británico, padre del ‘Estado social o de bienestar’, en su obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, propone, por un lado, la combinación y conjunción de un crecimiento económico ilimitado, y por el otro, una mejor redistribución de la riqueza, una mayor justicia social, lo que queda resumido en la llamada fórmula keynesiana: Desarrollo económico más bienestar social. Bajo esta concepción el Estado aparece no sólo como cuidador del orden público, de la defensa exterior y del imperio de la ley, sino como distribuidor más justo de la riqueza, como padre de los sectores más débiles y, sobre todo, como previsor de futuro para los más pobres, todo esto dentro del modo de producción capitalista. La socialdemocracia expresa muy bien la gran operación del ‘Estado de bienestar’ Keynesiano. Dentro de este nuevo contrato social, el movimiento de trabajadores renuncia a cuestionar las relaciones de producción capitalista – o sea la propiedad privada-, a cambio de la garantía de la intervención estatal en el proceso de redistribución de la renta nacional, a fin de asegurar condiciones de vida más igualitarias, seguridad y bienestar a través de los servicios, asistencia y defensa del empleo. Como consecuencia de este acuerdo social, las organizaciones de la clase trabajadora (sindicatos y partidos políticos) reducen sus luchas políticas y económicas. Lo que predomina es crecimiento económico y seguridad social, ambos son indispensables. La burguesía ‘acepta’ las políticas de redistribución de las rentas, a cargo del Estado, pero ‘exige’ la permanencia de los fundamentos de la producción capitalista: la propiedad de los medios de producción, la tasa de ganancia, la apropiación del capitalista de una parte del trabajo del asalariado. El fundamento ideológico socialdemócrata, llamado ‘Estado de Bienestar’, asumido por el gobierno bolivariano entorpece el alcance tanto de los programas sociales como los planes económicos, que intentan saldar la deuda social de Venezuela. A pesar de que se han destinado enormes recursos financieros en estos programas y planes, los resultados muestran que no se ha logrado disminuir sustancialmente los gravísimos problemas que aquejan a las masas populares. Esto es tan cierto que en las elecciones del 23-N, millones de excluidos votaron por los candidatos de la otra fracción socialdemócrata, la adeca. La ideología del ‘Estado de Bienestar’ lo que busca es la atomización de los movimientos sociales y la destrucción de la conciencia revolucionaria de las masas. El Estado de bienestar es la forma más refinada de reformismo cuyo fin es salvar el capitalismo de las luchas revolucionarias. En Venezuela no se puede construir el socialismo contando con la renta petrolera. Los dólares petroleros no son suficientes para financiar un socialismo en el marco del capitalismo. En el 2008, se erogará 50.000 millones de dólares para pagar la importación de alimentos, con el fin de cubrir la deficiencia en la producción de ese rubro. El Estado venezolano se ve obligado a importarlos, dado que, los capitalistas venezolanos no invierten en la producción de alimentos. El espejismo reformista que define todavía el proyecto bolivariano se ha podido mantener como resultado de los altos precios del petróleo. Pero hoy día, éstos se han ido picada. En consecuencia, mientras no se aumente la producción nacional estará sometida a la inestabilidad de los precios del petróleo, que no los impone la OPEP, sino que están controlados por un complicado sistema del mercado financiero, así como por las cuatro principales compañías petroleras angloamericanas. El 60% del precio es pura especulación conducida por los grandes bancos y los hedge funds (fondos de inversión privados). Cabe recordar que en los setenta del siglo pasado entró en crisis ‘El Estado de bienestar’ keynesiano, el cual, fue posible por el auge que provocó en la post-guerra el Plan Marchal en la reconstrucción de Europa. Pero en la década del setenta, la paralización paulatina de la producción, los procesos inflacionarios, la crisis del petróleo acabó con el ‘Estado de bienestar’, dado que, éste sólo funcionó en la fase de ascenso del capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, el modo de producción capitalista padece una brutal crisis financiera, que ha derivado en un frenazo de la actividad económica de los países. El precio del petróleo venezolano esta cercano a los 40 dólares por barril. Esta realidad económica indiscutible impide financiar el ‘Estado de bienestar’, que nos ofrece el gobierno bolivariano. Aunque, la renta petrolera es una fuerte palanca para impulsar el plan económico y los programas sociales, no es suficiente, sobre todo, si el eje de crecimiento económico descansa en manos privadas, y no en manos del Estado bajo el control de los trabajadores. Sólo si la producción planificada es controlada por los trabajadores se logrará satisfacer las necesidades de millones de venezolanos. La estructura capitalista del país, a través de su instrumento el ‘Estado de bienestar, ha fomentado un enorme robo al erario público venezolano. La burocracia política corrupta enquistada en el alto gobierno y en los gobiernos regionales ha asistido a este festín. Alrededor de los inmensos recursos económicos provenientes de la renta petrolera se ha creado una mafia maligna, integrada por políticos y banqueros, los cuales, cada día son más ricos. A la luz de lo expuesto, invito a los revolucionarios de Venezuela a discutir el verdadero socialismo, que no es otro que el socialismo científico. Porque la filosofía del ‘Estado de bienestar’, acabará con las condiciones objetivas y subjetivas prerrevolucionarias, que en último caso, son ellas las que permitirán la edificación del socialismo científico en nuestro país sobre las cenizas del capitalismo. Sin embargo, un sistema de producción en decadencia como el capitalismo, puede sobrevivir agonizante durante un periodo muy prolongado si la clase trabajadora no es capaz de acabar con él por métodos revolucionarios y establecer otra forma superior de producción y organización de la sociedad. La formación económica-social capitalista es transitoria, a pesar de los deseos ‘preñados de buenas intenciones’ de los ideólogos burgueses camaradas.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
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