
Acontecimientos como los que vienen ocurriendo en los últimos días, a los que podemos caracterizar como una nueva ola de violencia imperial contra Venezuela, ponen a todos a hacerse preguntas y a tratar de elaborar respuestas pertinentes. Aquí dejo varias.
Sobre los organismos internacionales y ONG
¿Para qué han servido los organismos internacionales y las organizaciones no gubernamentales (ONG) defensoras de derechos humanos ante las arbitrarias e ilegales deportaciones de venezolanos a un tercer país?
De muy poco, y no sólo por la natural inutilidad e incompetencia de tales organismos, sino, entre otras razones porque ambos factores han sido y son operarios de las maquinaciones que originaron el fenómeno migratorio, lo alimentaron y le imprimieron diversos diabólicos giros, incluyendo el más abominable, el actual.
En una primera fase, importantes organismos internacionales y ONG se dedicaron a instigar y apoyar la migración. Una de sus conductas más perversas fue hacer que quienes se marcharon del país por motivos económicos (o sin motivos claros), declararan ser perseguidos políticos para solicitar asilo o algún estatus protegido. Les vendieron la ilusión de que con eso sería suficiente para ser admitidos de manera permanente en Estados Unidos y Europa.
En la segunda fase, en complicidad necesaria con la oposición extrema venezolana, actuaron para desviar los fondos destinados al auxilio humanitario de la migración venezolana hacia el financiamiento de la conspiración o para engordar las cuentas bancarias personales de los «líderes».
En la tercera fase, el momento actual, ante las deportaciones ilegales, los cambios súbitos de estatus, el secuestro y la desaparición forzada de migrantes, organismos internacionales y ONG guardan silencio o sólo emiten declaraciones farisaicas de fingida preocupación.
Las ironías de la persecución política
¿Cuántos de los venezolanos brutalmente deportados a cárceles de máxima seguridad de El Salvador son opositores que se marcharon del país convencidos de que huían de una dictadura y se dirigían al paraíso terrenal de la libertad? ¿Cuántos de ellos, de haber podido votar en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre pasado, lo hubiesen hecho por Donald Trump?
Son preguntas sobre las ironías amargas que se sufren cuando se cae ingenuamente en las trampas del poder imperial y sus secuaces.
Buena parte de estos connacionales no eran ni siquiera militantes políticos, mucho menos dirigentes que pudieran estar amenazados por el Gobierno. Una porción grande se lanzó a la aventura de recorrer medio continente por la asfixia económica que sufría Venezuela, propiciada por el anterior gobierno de Trump. Para hacerlo tuvieron el estímulo constante de la maquinaria mediática que pintaba (y pinta) al país como un Estado fallido y atribuye la ruina al socialismo.
El negocio de la migración
¿Para quiénes ha sido la migración un exitoso negocio? La respuesta a esta pregunta da pistas para determinar quiénes la propiciaron.
La oposición extremista y sus medios aliados instigaron a la gente a irse y presentaron la ola migratoria como una demostración indiscutible del fracaso del experimento socialista venezolano. Esa fue su ganancia política inmediata en este campo.
Más allá de ese propósito, ya de por sí moralmente cuestionable, está claro que la élite opositora hizo grandes negocios con los migrantes, al apropiarse del dinero otorgado por entes internacionales, gobiernos de EEUU y Europa y corporaciones transnacionales. Para ellos, la migración siempre fue una industria y, por eso, mientras más personas se sumarán a la llamada “diáspora”, más dinero les entraba a sus arcas.
No conformes con los aportes externos, los capos opositores montaron el tinglado de tal manera que también pudieran sacarles dinero a los migrantes mismos, bajo promesas engañosas de una vida feliz y plena en los países de destino.
Pero, como el objetivo político seguía en vigor, una vez que el éxodo estaba en su apogeo, en un giro superlativo de la infamia, la oposición de ultraderecha se sumó a la campaña xenofóbica que afloró en varios países contra los venezolanos. Lo hicieron a plena conciencia porque su finalidad siempre fue generar la ola migratoria para acusar al gobierno de Nicolás Maduro no sólo de arruinar al país, sino también de comprometer la seguridad nacional del vecindario latinoamericano y de EEUU. Eso justificaría una respuesta multinacional para deponer al presidente constitucional.
Otra ironía: la propiedad privada
¿Cuántas personas residentes en el país (venezolanos o no) se marcharon porque creyeron comprometidas sus propiedades individuales, familiares o empresariales?
Son numerosos los casos de familias que migraron enteras, luego de vender sus bienes en el país. Gente que disponía de vivienda, artefactos eléctricos, vehículos y otras comodidades; personas que tenían trabajo o eran propietarios de empresas medianas o pequeñas. Creyeron que era el momento de vivir en un lugar donde esas posesiones no estuvieran en peligro de ser expropiadas o confiscadas por un “régimen” malvado.
Gastaron parte de sus ahorros en el viaje, sobre todo en el pago de los “coyotes” o en la compra del supuesto estatus protegido. A algunos les alcanzó para adquirir ciertos bienes en EEUU, iniciar negocios y tener dinero en sus cuentas. Ahora se enfrentan al despojo de todo eso y a grandes gastos para la defensa legal o para retornar apresuradamente al país que habían dejado atrás. Se están viendo en trance de salvar ya no sus propiedades, sino al menos su libertad personal.
De héroes a terroristas
¿Quiénes crearon la matriz del Tren de Aragua? Una interrogante clave para entender lo que está pasando hoy y lo que puede pasar en el futuro.
La oposición política y mediática creó la versión del Tren de Aragua como supuesta banda terrorista con capacidad para incursionar en EEUU y desestabilizarlo. Implantar esta narrativa no ha sido una gestión encubierta ni sutil. Personajes como María Corina Machado han asegurado públicamente que esa organización criminal es dirigida por el presidente Nicolás Maduro y que “amenaza la seguridad nacional de EEUU”.
El propósito es claro y ha comenzado a cumplirse: escalar desde la categorización de Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de EEUU” al nivel de “enemigo extranjero” que permite —según la laxa interpretación del gobierno de Trump— privar de libertad y hasta enviar a un tercer país a cualquier venezolano, incluso con argumentos fútiles como que tiene un determinado tipo de tatuaje.
Esto ha conducido a otra triste ironía. Esa matriz, apoyada por migrantes venezolanos opositores (sobre todo, los del enclave de Miami y otras localidades de Florida) se ha vuelto en contra de todos los connacionales que se encuentran en territorio estadounidense. La realidad del momento es que nadie que tenga la nacionalidad venezolana está a salvo en EEUU hoy.
Apartando el hecho de que cualquier funcionario puede detener, incluso, a venezolanos que ingresaron cumpliendo los trámites que estaban en vigor durante los años anteriores, el problema más preocupante es la generalización del odio hacia el gentilicio. No sólo la élite gobernante está en la onda de estigmatizar a los venezolanos por su nacionalidad, sino también un grueso sector de la población que sigue políticamente a Trump o que no lo hace, pero tiene temor de que se le acuse de colaboracionista. Se ha creado el sustrato para crímenes de odio como los que ya han ocurrido en países como Colombia, Ecuador, Perú y Chile. O como los que han ocurrido, después del 11 de septiembre, contra la comunidad musulmana en EEUU.
Mentiras imperiales
¿Cuántas de los supuestos valores y principios que EEUU vende al resto del planeta están quedando al descubierto cada día como grandes imposturas? Varias.
Es mentira que sean la superpotencia económica: China ya lo desplazó y varias otras naciones emergentes le laten en la cueva. Por eso Trump debe recurrir al garrote de una política arancelaria enloquecida. La amenaza de un llamado “arancel secundario” contra países que compren petróleo y gas venezolanos es una demostración de ese declive ya indetenible.
Es mentira que EEUU sea una democracia respetuosa de los derechos humanos. Lo demuestran innumerables casos, pero en particular, durante estos últimos días, las deportaciones a un país-cárcel.
Es mentira que en EEUU todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario y tienen derecho a ser representados por abogados, incluso uno gratuito, como rezan los policías en las películas y series. Con una ley antediluviana, ya los venezolanos, estigmatizados como enemigos extranjeros, no tienen nada de eso.
Es falso que en EEUU haya división y contrapeso de poderes. Trump no acata las órdenes judiciales con las que está en desacuerdo y amenaza a los abogados, fiscales y jueces que pretendan contradecirlo.
¿Se desató el perro rabioso?
Una pregunta para cerrar estas reflexiones sueltas es la referida a las últimas andanzas del secretario de Estado, Marco Rubio, quien atravesó el Caribe esta semana, como el tiburón de la canción de Rubén Blades, aunque quizá sea más apropiado decir que lo hizo como el perro rabioso que siempre ha sido.
Rubio, que hasta ahora parecía estar contenido con una cuerda y un bozal, fue liberado de esos aperos y se lanzó nada menos que a amenazar a Venezuela con acciones militares directas de EEUU para “defender” los intereses de Guyana y de la ExxonMobil.
El funcionario se permitió calificar la histórica reclamación venezolana sobre la Guayana Esequiba como ilegítima, algo perfectamente coherente con el papel que desempeñó EEUU a finales del siglo XIX, cuando se perpetró el despojo de esos casi 160 mil kilómetros cuadrados de territorio, en favor del Reino Unido, a través del írrito Laudo Arbitral de París.
La gran pregunta que sigue en el aire es si esos ladridos del perro rabioso mayamero tienen el apoyo del gobierno y el estamento militar de EEUU, o si uno de estos días le pondrán de nuevo el bozal o lo echarán del gobierno, como han pronosticado algunos políticos y analistas. Se oyen respuestas.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
No hay comentarios:
Publicar un comentario