Maryclen Stelling
El lunes 16 de septiembre el país se sorprende ante el anuncio de la
instalación de una “Mesa de Diálogo Nacional”, con representantes de
partidos minoritarios de la oposición: MAS, Avanzada Progresista,
Soluciones y Cambiemos.
Asombran los primeros acuerdos: reincorporación del Psuv a una AN en desacato cuyos actos “son nulos y carentes de legalidad”; la designación de las nuevas autoridades del CNE; el rechazo a las sanciones económicas impuestas por EEUU y un deslinde del G4. Acuerdos, cuyo cumplimiento y celeridad afectarán indudablemente los procesos de negociación, el equilibrio político interno y el juego geopolítico internacional. Plantea igualmente una redefinición del discurso político, tanto de Gobierno como de oposición.
En la inmediatez, sectores radicales de oposición pretenden descalificarla denominándola “Acuerdo de la Casa Amarilla” o “mesita”… La definen como un “acto desesperado, una carta bajo la manga, una jugada que venían cocinando para chantajear a la oposición”. Para algunos se trató de un simple golpe mediático. Otros afirman que la estrategia de participar en el comité de postulaciones de la AN para la renovación del poder electoral, no es más que una medida para boicotear el proceso.
Hay quien alerta que esta estrategia electoral del “régimen” solo busca boicotear el proceso. Otros aseveran que “la mesita es la negociación que el régimen quería”, dado que la mesita lo único que tiene para negociar es “la foto”. Hay quien concluye que “el Gobierno se entrampó”.
La “mesita” sin duda plantea un nuevo panorama político. Incidirá en escenarios de ruptura y violencia con apoyo externo. Innegable el impacto en el juego democrático y la confianza en la política; en el proceso despolarizador, el diálogo, la negociación y en el aislamiento de factores violentos. Concordamos en que el “aspecto medular del acercamiento entre los factores sigue siendo la posibilidad de convocar un evento comicial que destranque el juego político del país”.
La acertada conducción de la Mesa de Diálogo Nacional, influirá en la credibilidad y apoyo al nuevo CNE y, por ende, la participación electoral. Sin duda afectará el equilibrio interno del G4, su estrategia radical y un liderazgo en declive. En suma, redefinirá el juego político.
Asombran los primeros acuerdos: reincorporación del Psuv a una AN en desacato cuyos actos “son nulos y carentes de legalidad”; la designación de las nuevas autoridades del CNE; el rechazo a las sanciones económicas impuestas por EEUU y un deslinde del G4. Acuerdos, cuyo cumplimiento y celeridad afectarán indudablemente los procesos de negociación, el equilibrio político interno y el juego geopolítico internacional. Plantea igualmente una redefinición del discurso político, tanto de Gobierno como de oposición.
En la inmediatez, sectores radicales de oposición pretenden descalificarla denominándola “Acuerdo de la Casa Amarilla” o “mesita”… La definen como un “acto desesperado, una carta bajo la manga, una jugada que venían cocinando para chantajear a la oposición”. Para algunos se trató de un simple golpe mediático. Otros afirman que la estrategia de participar en el comité de postulaciones de la AN para la renovación del poder electoral, no es más que una medida para boicotear el proceso.
Hay quien alerta que esta estrategia electoral del “régimen” solo busca boicotear el proceso. Otros aseveran que “la mesita es la negociación que el régimen quería”, dado que la mesita lo único que tiene para negociar es “la foto”. Hay quien concluye que “el Gobierno se entrampó”.
La “mesita” sin duda plantea un nuevo panorama político. Incidirá en escenarios de ruptura y violencia con apoyo externo. Innegable el impacto en el juego democrático y la confianza en la política; en el proceso despolarizador, el diálogo, la negociación y en el aislamiento de factores violentos. Concordamos en que el “aspecto medular del acercamiento entre los factores sigue siendo la posibilidad de convocar un evento comicial que destranque el juego político del país”.
La acertada conducción de la Mesa de Diálogo Nacional, influirá en la credibilidad y apoyo al nuevo CNE y, por ende, la participación electoral. Sin duda afectará el equilibrio interno del G4, su estrategia radical y un liderazgo en declive. En suma, redefinirá el juego político.
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