¡Nosotros venceremos siempre!
Con el Mazo Dando
Con el Mazo Dando
Todos
conocemos en carne propia aquel simpático juego llamado “Democracia: el
gobierno de la gente”, o sea, el tuyo, el mío, el nuestro, el vuestro;
con sus reglas claras y simples; la receta perfecta para la feliz
convivencia con respeto y libertad. ¿Se acuerdan?
Ese
juego que todos compramos y jugamos sin preguntar mucho, porque no se
pregunta, se vota cada tantos años y ya. Ese que nos fuimos cansando de
jugar perdiendo. Ese que desciframos y empezamos a jugar a ganar y
ganamos. Ese que, entonces, ya no les gustó tanto a los ganadores de
siempre, que creyendo blindadas las reglas del juego, su juego, no
vieron las grietas por las que se colaron los pueblos, o sea, la gente,
esa que se supone gobernaba en democracia, pero que nunca tuvo voz y
pocas veces voto. Bueno, ese juego se agotó.
Se
agotó no, lo agotaron. Cuando vieron que pudimos remontar aquel
laberinto de obstáculos infranqueables llamado elecciones, se volvieron
locos, Wilfrido. Usaron todas sus cartas marcadas golpes suaves,
revoluciones de colores, golpes duros, sanciones, y como aquello no
cuajaba, probaron sacar nuevas cartas, esta vez pintadas de dignidad, de
moral, de ética. La corrupción apareció en el tablero como un mal nunca
antes visto, ¡Dios mío!, ¡Fora Dilma! -decían los mercaderes de la fe.
¡Fora y pare de sufrir!
Lanzaron
a la mesa la carta del law fare y vimos a los corruptos enemigos de los
pueblos endosar sus delitos a los líderes populares. Vimos a Lula preso
por un apartamento que nunca tuvo, por crímenes que sus acusadores sí
cometen cada día. Vimos la voluntad del pueblo demolida por jueces
tramposos que el pueblo nunca eligió.
Vimos
también, y hay que decirlo, a cierta izquierda tragando gustosa la
mierda que desde la derecha le lanzaban porque !ay, ay, ay, la
corrupción!… ¡Lula libre! –cantaron casi complacidos por tener una nueva
derrota, otra consigna lastimera y su superioridad moral intacta.
Más
tarde, de nuevo tocándose los extremos, nos decían en foros expertos de
la derecha privatizadora, por su lado, y de la izquierda impoluta, por
el otro, que el problema es la gestión. la derecha nos dibujaba el
paraíso chileno, y la izquierda el crecimiento boliviano. ¡Aprende
Maduro! ¡Aprendan jalabolas, justificadores seriales, maburristas!
La
gestión de Evo valió tres pitos a la hora de tumbarlo. Lo tumbaron por
indio, por pobre y por no abandonar a los suyos: las mayorías marginadas
hasta que llegó Evo y que con él asumieron el poder.
La
derecha, otra vez, endosa a Evo los crímenes que ellos cometen,
mientras persiguen y asesinan a la gente en nombre de Dios y de la
democracia. La iglesia los bendice. La barbarie vestida de seda. Las
instituciones custodias de los pilares democráticos son parte del plan
de derribo. Ahora las elecciones no bastan, sino también tienen que ser
“creíbles“ y quien las tiene que creer no es el pueblo que votó, sino la
OEA, la EU, y los EEUU. Ya no importan las formas, saquen al que
estorba y hagan elecciones sin él, aunque la gente lo quiera. Funcionó
en Brasil, funcionará en Bolivia, y maten al que tengan que matar, que
igual, son indios y pobres y a nadie le va a importar.
La
izquierda achaca el golpe de estado a la inocencia de Evo y lo culpa
por la muerte de sus hermanos en manos de los golpistas. No es la
gestión entonces, es la inocencia… y así
Y
se alborota el continente. Y aplasten a esos chilenos que protestan por
allá, y maten a esos colombianos que protestan por acá, que no son
manifestantes, sino vándalos, como los indios bolivianos que son
vándalos también. Que cuidadito, Maduro, no se te ocurra reprimir una
protesta que no fue, convocada por un presidente que no es, pero que
nosotros quisimos que fuera y que ahora no sabemos qué hacer con él.
Que
no es la corrupción, ni la gestión, ni las libertades, ni un carajo, es
algo mucho más simple y grotesco: que si un gobierno pone en peligro
los intereses de los dueños del mundo, pata’ y kunfú con ese rrrégimen
maluco. Que si el gobierno es perrito simpático y la gente es la que
chilla, patá y kunfú con los vándalos esos.
Que
vivimos los tiempos del fin de disimulo, cuando las caretas pesan,
estorban. Tiempos de certezas desechas a patadas. Tiempos de cinismo.
Tiempos de demolición. Ya no hay sorpresas. Que Chávez siempre tuvo
razón y miren tanto que le dijeron loco, la derecha de siempre y la
izquierda aquella también.
Y
seguimos aquí, todavía y a pesar de todo, maniobrando sobre el mismo
tablero que los dueños patearon, como Chávez, entre las trampas de la
derecha que nos quiere muertos y la superioridad moral de aquella
izquierda que nos prefiere mártires para celebrarnos una vez al año con
un sentido homenaje.
En fin, que pateadas las reglas, convertido el juego democrático en un asunto de vida o muerte, no vengan después a chillar.
¡Nosotros venceremos siempre!
CAROLA CHÁVEZ
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