Aurora Lacueva
Tanto a los partidarios del oficialismo como a los de la oposición les conviene analizar la situación que vivimos con ponderación y sin engañarse a sí mismos. No solamente así ganan ellas y ellos y sus líderes sino, más importante, gana nuestra Patria. El día que renunció Evo Morales me impactó la reacción de un grupo de personas con quienes conversaba del evento. Eran de lo que podría llamarse clase media trabajadora pero celebraban la caída de Evo como si pertenecieran a la más rancia oligarquía boliviana.
Para ellos lo relevante era que caía un “amigo de Maduro” y eso bastaba. Deseaban para Venezuela las mismas turbas que en Bolivia saqueaban y quemaban, amenazaban la vida de sus adversarios y sumían a su país en el caos. ¿Qué podría salir de todo eso si ocurriera entre nosotros? Es hora de abandonar los ensueños de una solución instantánea y violenta, que va a acabar con “los otros” y va a arreglar todo en un abrir y cerrar de ojos.
La posibilidad de una salida pacífica y democrática a nuestra crisis está abierta y hay que cultivarla y apoyarla. Ese es el camino que nos aleja del odio, la represión y el retroceso económico. Las salidas sangrientas dejan heridas durante décadas y dificultan la reconstrucción económica y social. Las soluciones pacíficas, donde la voluntad de las mayorías se impone respetando los derechos de las minorías, permiten avanzar. Hay que apostarle a un nuevo CNE en el que todas y todos puedan confiar y hay que enfocarse, para empezar, en unas elecciones parlamentarias libres y transparentes.
También el Gobierno y sus partidarios deben afincarse en esa ruta, descartando los delirios de mandar eternamente y las estratagemas para intentar lograrlo. Porque, más allá de toda la retórica heroica, lo que vivimos hoy es el fracaso de una gestión. Es verdad, las sanciones del gobierno de Trump son abusivas y brutales. Es verdad, desde los primeros tiempos de Chávez una parte determinante de la oposición ha jugado a la desestabilización y el golpe. Pero los errores y faltas del oficialismo en el manejo de la economía han sido enormes, resultando la razón principal del desastre que vivimos. Y no se ha logrado diseñar un programa que lleve a la recuperación. Un cambio es necesario.
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