Aurora Lacueva
El Presidente dijo en cadena nacional que nuestra educación es de
calidad. ¿Lo creerá realmente? ¿Y le creeremos nosotros a él? Si dijera
que, a pesar de la crisis, su gobierno hace todos los esfuerzos por
avanzar hacia una educación de calidad sonaría más serio. Aunque,
lamentablemente, tampoco esta última afirmación resulta cierta. La
realidad es que en estos momentos estamos atrapados en la feroz lucha
por el poder entre oficialismo y oposición. Y nuestro bienestar y
progreso no son prioritarios.
El diálogo no se concreta en nada, se suceden los ataques entre uno y otro bando, la política económica es ineficaz, la gestión pública no logra alzar vuelo, el sectarismo corroe, las sanciones del país más poderoso del mundo agravan la situación… Y en el tira y afloja la población es sacrificada.
Si las élites políticas llegaran a un acuerdo podríamos empezar a progresar relativamente rápido: comenzaríamos a producir más, a reparar daños y a generar oportunidades. Lograríamos con buenas iniciativas y sano esfuerzo el creciente acceso a alimentos, medicinas, electricidad, transporte y, también, a una educación de más calidad. Ese dejarnos estancados por tanto tiempo en las carencias y el dolor dice mucho de la dirigencia dominante en ambos sectores.
En el área educativa, no dejamos de apreciar las acciones gubernamentales para ofrecer textos y otros recursos al estudiantado. Para este año se anuncia la impresión de millones de libros. También se están produciendo uniformes, morrales y cuadernos, en una labor nacional que permitirá el reparto gratuito o bien la venta a precios económicos de estos bienes. Se señala la creación de talleres en todos los estados para reparar computadoras Canaima y asegurar su uso continuado en provecho de la formación estudiantil.
Todo esto es positivo, sobre todo si se cuidan los procesos de manera que lo anunciado llegue en verdad a manos de alumnas y alumnos. Pero una educación de calidad es mucho más. Bastaría revisar los documentos sobre la escuela y el liceo bolivarianos, que se produjeron hace más de diez años, para darse cuenta de ello. Implica horas de clase, locales, mobiliario, bibliotecas, actividades creativas, organización democrática, seguimiento, valorización del docente… Estamos lejos.
El diálogo no se concreta en nada, se suceden los ataques entre uno y otro bando, la política económica es ineficaz, la gestión pública no logra alzar vuelo, el sectarismo corroe, las sanciones del país más poderoso del mundo agravan la situación… Y en el tira y afloja la población es sacrificada.
Si las élites políticas llegaran a un acuerdo podríamos empezar a progresar relativamente rápido: comenzaríamos a producir más, a reparar daños y a generar oportunidades. Lograríamos con buenas iniciativas y sano esfuerzo el creciente acceso a alimentos, medicinas, electricidad, transporte y, también, a una educación de más calidad. Ese dejarnos estancados por tanto tiempo en las carencias y el dolor dice mucho de la dirigencia dominante en ambos sectores.
En el área educativa, no dejamos de apreciar las acciones gubernamentales para ofrecer textos y otros recursos al estudiantado. Para este año se anuncia la impresión de millones de libros. También se están produciendo uniformes, morrales y cuadernos, en una labor nacional que permitirá el reparto gratuito o bien la venta a precios económicos de estos bienes. Se señala la creación de talleres en todos los estados para reparar computadoras Canaima y asegurar su uso continuado en provecho de la formación estudiantil.
Todo esto es positivo, sobre todo si se cuidan los procesos de manera que lo anunciado llegue en verdad a manos de alumnas y alumnos. Pero una educación de calidad es mucho más. Bastaría revisar los documentos sobre la escuela y el liceo bolivarianos, que se produjeron hace más de diez años, para darse cuenta de ello. Implica horas de clase, locales, mobiliario, bibliotecas, actividades creativas, organización democrática, seguimiento, valorización del docente… Estamos lejos.
@AuroraLacueva
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