Maryclen Stelling
La internacionalización del conflicto venezolano ha conducido indefectiblemente a la internacionalización del diálogo, sometido en consecuencia al influjo de actores y factores externos.
Estamos en presencia de la internacionalización cuando, “explícita y conscientemente”, uno o más actores domésticos deciden incluir agentes externos en cualquier fase de un conflicto interno. La internacionalización, se refiere entonces al grado de exposición de un asunto interno a la comunidad de naciones y actores del sistema mundial.
La internacionalización puede ser política o de carácter militar. La primera persigue obtener respaldo político para una causa, y para ello es fundamental el apoyo y legitimación de actores internacionales. La militar pretende el apoyo logístico o militar como vía para resolver el conflicto interno, tal como lo plantean sectores radicalizados de la oposición.
En el caso venezolano, el Gobierno busca legitimidad para obtener apoyo internacional a favor de su derecho a gobernar y atacar las amenazas internas y externas. La oposición procura legitimidad para obtener apoyo internacional en su lucha contra lo que consideran un “Gobierno ilegítimo, opresor y violador de los DDHH”.
La comunidad internacional, en concordancia con la polarización interna, se debate entre incrementar las sanciones o promover el diálogo, la paz y garantizar las decisiones que tomemos internamente. La mediación de Noruega – actor invitado a participar por las partes en conflicto- está oficialmente suspendida, aun cuando para otros espacios políticos se encuentra definitivamente cancelada. Situación objeto de todo tipo de rumores y especulaciones catastróficas especialmente en sectores radicalizados de oposición. Se afirma “el fracaso de Barbados”, se pronostica el recalentamiento de la conflictividad y el surgimiento de nuevos conflictos.
Internacionalizados tanto el conflicto como la negociación, el diálogo –en tanto víctima- transita por una suerte de calvario plagado de avatares, problemas, vicisitudes, acusaciones y nuevos desacuerdos que obstaculizan “sin querer queriendo” su feliz término.
A ello se añade el peloteo de la culpa entre los actores políticos, con la consecuente preocupación y el alto nivel de angustia en la población.
Estamos en presencia de la internacionalización cuando, “explícita y conscientemente”, uno o más actores domésticos deciden incluir agentes externos en cualquier fase de un conflicto interno. La internacionalización, se refiere entonces al grado de exposición de un asunto interno a la comunidad de naciones y actores del sistema mundial.
La internacionalización puede ser política o de carácter militar. La primera persigue obtener respaldo político para una causa, y para ello es fundamental el apoyo y legitimación de actores internacionales. La militar pretende el apoyo logístico o militar como vía para resolver el conflicto interno, tal como lo plantean sectores radicalizados de la oposición.
En el caso venezolano, el Gobierno busca legitimidad para obtener apoyo internacional a favor de su derecho a gobernar y atacar las amenazas internas y externas. La oposición procura legitimidad para obtener apoyo internacional en su lucha contra lo que consideran un “Gobierno ilegítimo, opresor y violador de los DDHH”.
La comunidad internacional, en concordancia con la polarización interna, se debate entre incrementar las sanciones o promover el diálogo, la paz y garantizar las decisiones que tomemos internamente. La mediación de Noruega – actor invitado a participar por las partes en conflicto- está oficialmente suspendida, aun cuando para otros espacios políticos se encuentra definitivamente cancelada. Situación objeto de todo tipo de rumores y especulaciones catastróficas especialmente en sectores radicalizados de oposición. Se afirma “el fracaso de Barbados”, se pronostica el recalentamiento de la conflictividad y el surgimiento de nuevos conflictos.
Internacionalizados tanto el conflicto como la negociación, el diálogo –en tanto víctima- transita por una suerte de calvario plagado de avatares, problemas, vicisitudes, acusaciones y nuevos desacuerdos que obstaculizan “sin querer queriendo” su feliz término.
A ello se añade el peloteo de la culpa entre los actores políticos, con la consecuente preocupación y el alto nivel de angustia en la población.
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