Esmeralda García Ramírez
El 10 de diciembre de 1830 el Libertador Simón Bolívar emitió su última
proclama exigiendo la unidad de la Patria Grande, ciento ochenta y nueve
años después los pueblos de toda América Latina seguimos luchando por
el sueño de una Patria Grande, hermanada con todos los pueblos de la
América Toda como una sola Nación. Rodeado Bolívar de sus más cercanos
amigos: José Laurencio Silva, Mariano Montilla, Joaquín de Mier y
Fernando Bolívar. El documento histórico fue leído por el notario
Catalino Noguera y Manuel Recuero, el cual aún hoy nos llena de
nostalgia por la tristeza que embargaba a Bolívar. El manifiesto va
dirigido a los pueblos de Colombia, expresa lo siguiente: Colombianos,
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la libertad donde reinaba
antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y
aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que
desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra
credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a
la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido
a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio
de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis
últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de
Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los
pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía;
los ministros del santuario dirigiendo las oraciones al cielo y los
militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de mi patria. Si mi
muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo
bajaré tranquilo al sepulcro.
La Gran Colombia fue creada en 1819 en el Congreso de Angostura,
mediante la Ley Fundamental de la República, existió jurídicamente entre
1821 y 1831. Su superficie correspondía a los territorios de las
actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, incluyendo
la Guayana Esequiba, así como otros territorios que pasaron a Brasil,
Perú, Nicaragua y Honduras, por acuerdos internacionales celebrados
entre estos países y las repúblicas surgidas de la disolución
grancolombiana. El gigante Bolívar había arrebatado ya al imperio
español un imperio cinco veces más vasto que toda Europa; había dirigido
veinte años de guerras para mantener a la América libre y unida, pero
en sus últimos minutos de vida solo se llevaba la decepción y la
tristeza de lo que era ya una muerte inminente: la disolución de la
Patria Grande, la cual a los pocos meses de su partida se desintegró
totalmente. Colombia significó para Bolívar un reto para alcanzar la
independencia por el establecimiento del virreinato de la corona
española en algunas provincias, a tal punto que cuando Juan de la Cruz
Mourgeon fue nombrado capitán general de las provincias de Nueva Granada
(31/10/1820), concediéndosele el título de Virrey, y tan solo las
provincias de Panamá, Quito, Pasto, Cartagena y Santa Marta, permanecían
fieles a la corona, lo que significó para Bolívar profundizar su
magnánimo proyecto. El fin de Bolívar no era alcanzar un reinado, sino
la realización de la libertad; pero su tiempo de vida fue corto y le
alcanzó más rápido la avaricia, la impertinencia, la traición, la
debilidad y el amor por el poder de sus enemigos. Tal vez no dependía
todo de Santander, al mismo tiempo estaba a merced de un pueblo la
decisión de continuar con la Gran Colombia, pues pareciera ser que
nuestros hermanos colombianos prefirieron estar siempre sujetos a manos
de los imperios, de la esclavitud de un sueño capitalista, entre la
guerra y el control del paramilitarismo; es decir, en manos de los que
promueven la violencia y no la paz. Por eso le escribió a Santander que
más miedo le tenía a Colombia que a España. Los neogranadinos siguen
siendo hoy fieles al imperio más destructor de estos tiempos, al
permitirle establecer siete bases militares en Colombia (Palanquero,
Apiay, Bahía Málaga, Tolemaida, Malambo, Larandia y Cartagena), tal cual
como se lo permitieron a la corona española.
Bolívar no solo debe ser reconocido a través de una estatua, como lo es
para la oligarquía colombiana, para sus gobiernos y para la oposición
venezolana. Sin ánimos de generar xenofobias entre países hermanos, es
pertinente conocer los orígenes de nuestra historia, las causas del odio
de la Colombia burguesa contra Bolívar. Los verdaderos enemigos del
libertador estaban más en los que le acompañaron en su causa libertaria
que en el imperio español. Hoy la historia se repite, continuan los
seguidores de Santander-Uribe en Colombia, junto a una oposición
venezolana antibolivariana y el presidente ilegítimo de los EE.UU.,
aupar a una guerra sin precedentes entre ambas naciones por nuestros
recursos petroleros y la no concreción del proyecto socialista. Los
bolivarianos defenderemos el legado de Bolívar: la libertad plena; la
abolición de los imperios, de la esclavitud; la igualdad social y un
sistema donde sus ciudadanos alcancen la mayor suma de felicidad
posible. Parecer ser bolivariano y no serlo es traicionar una idea pero
también a un pueblo. No entender a Simón Bolívar es no entender el más
sublime pensamiento de todos los tiempos. Su única pasión violenta fue
la independencia de los pueblos, junto a su singularidad de haberse
inspirado en la vida y en la obra del Creador desde tiempos ancestrales.
Como Bolívar ha vuelto entre nosotros, como dice Neruda “despierta cada
cien años, cuando despierta el pueblo”, haría de nuevo una proclama para
nuestros hermanos colombianos: aún no ha descansado mi brazo, ni dado
reposo a mi alma, aún sigo siendo víctima de aquellos que usaron mi
honra en nombre de la libertad. Hoy más que ayer aspiro a la
consolidación de la Patria Grande, pero para ellos es necesaria la unión
de los pueblos. Mi voto primordial es por la felicidad de la Patria
Grande y no bajaré tranquilo al sepulcro hasta que lo haya alcanzado.
Seguiré caminando con mi espada por América Latina hasta no haber roto
las cadenas que nos oprimen del imperio americano. La norma del gobierno
opresor de los EE.UU. no fenece, plagar por el neoliberalismo a la
América de miserias en nombre de la libertad. Colombianos y Colombianas,
ustedes insisten ser parte del oscurantismo de la historia negra que
sucumbió a nuestros ancestros, se niegan en contribuir con la libertad
plena de sus hermanos latinoamericanos por estar lejos de la causa de
los pueblos, que es mi misma causa, la causa de tus hijos: la verdadera
integración humanista de los hombres. El camino que ustedes tomaron de
continuar ciegamente en este sistema opresor, es el camino espinoso, que
los conducirá a los más grandes precipicios de la historia.
Despreciaron las ideas de un proyecto porque pensaron que los salvaría
Santander, luego se encantaron por los títeres que les puso el amo del
norte, y sin embargo no terminan de darse cuenta que todos los han
llevado al fondo del abismo. No he bajado tranquilo al sepulcro, no
porque no hayan cesado los partidos, sino porque ustedes no han
entendido el proyecto, porque sus gobernantes han buscado la desunión de
los pueblos, han propiciado más guerras que la no violencia, siguen
hollando mi reputación y mi amor por la libertad. He regresado a liberar
a los pueblos de la Patria Grande.
Licenciada en Administración
esmeraldagarcia2309@gmail.com
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