Ante la audiencia de líderes mundiales, Greta expresó: “Han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas, y sin embargo soy una de las suertudas. La gente está sufriendo, la gente está muriendo, ecosistemas enteros están colapsando”.
En menos de cinco minutos que duró su discurso, esta joven justamente indignada puso al descubierto elementos claves del problema climático: la crisis es muy grave y no se está haciendo lo suficiente. No basta con la meta de reducir a la mitad la emisión mundial de gases invernadero en los próximos 10 años, ya eso no nos asegura evitar el inicio de desastrosas reacciones en cadena. Se trata de acontecimientos que pueden afectar los equilibrios en atmósfera, océanos, bosques… generando alteraciones profundas, como sequías por un lado, inundaciones por otro, masivos incendios de vegetación, en fin, grandes cambios en los ecosistemas que perjudicarán a todos los seres vivos, incluidos los humanos. Los más afectados serán, ya lo están siendo, los menos poderosos: las gentes humildes y trabajadoras de todo el mundo.
Greta no cree en milagros tecnológicos, eso de que alguien inventará pronto algo que va a solucionar todo. Ella piensa que la economía y la cultura dominantes deben transformarse, sobre todo en los países ricos: hay que dejar de producir y consumir tantas cosas, vivir con sencillez, y reducir al mínimo la quema de combustibles transportando personas y bienes de un sitio a otro. Predica con el ejemplo: llegó a Estados Unidos en un bote movido por energía solar, en un viaje que duró 15 días.
Ya los conservadores la critican, porque Greta toca el corazón del capitalismo: el sueño loco del crecimiento económico sin límites en un planeta finito.
(@AuroraLacueva lacuevat@hotmail.com
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