La pérdida del valor del bolívar, aunque se deba a un ataque
criminal a nuestra moneda, es una de las razones por la cual, aquellos
que tienen la capacidad de ahorrar tratan de migrar hacia monedas “más
fuertes” para resguardar sus activos.
El problema se agrava cuando, quienes teniendo las divisas desean comprar bienes y servicios a lo interno de la economía pero no hay suficientes bolívares. Por ejemplo, supongamos que Fulanito recibió US$ 100 de remesa hace dos meses y decidió cambiarlos para adquirir alimentos. Supongamos además que en ese momento, el tipo de cambio que publicaba el portal web criminal era 1 BsS/US$ y la cantidad de bolívares que circulaban en la economía era BsS 1.000. Cuando Fulanito cambió los dólares le dieron 100 bolívares, es decir, el 10% del total de dinero que circulaba.
El mes pasado volvió a recibir US$ 100 y el portal marcaba un tipo de cambio manipulado de 10 BsS/US$. Por lo tanto, al cambiarlos para comprar los alimentos debían entregarle 1.000 bolívares. Si el banco central del país donde vive Fulanito no ha comprendido que ante situaciones hiperinflacionarias que son inducidas por el ataque a la moneda debe aumentar la cantidad de dinero y no mantenerla o reducirla en términos reales, ocurrirá que los 1.000 bolívares que está esperando el Fulanito representan el 100% del total de dinero que circula en la economía.
Si este mes le llegan otros US$ 100 y el portal marca 100 BsS/US$, le deberían dar BsS 10.000 a Fulanito, pero como el banco central sigue entrampado con el dogma de la “disciplina monetarista”, no habrá suficientes bolívares, solo hay 1.000. Si además Fulanito llega al establecimiento donde desea comprar los bienes y se encuentra con un letrero que dice “Se aceptan dólares”, optará por ahorrarse el trámite del cambio y pagará con los billetes verdes.
El problema se agrava aún más cuando al dueño del establecimiento le ocurre lo propio: habiendo recibido dólares debe cambiarlos para pagar a sus proveedores e incluso a sus trabajadores y se consigue con pocos bolívares, lo que resulta en el hecho de que en el circuito de la economía el dólar va ocupando cada vez más espacio y desplazando, aunque informal e ilegalmente al bolívar.
Apremia atajar este asunto. Para después puede ser tarde.
El problema se agrava cuando, quienes teniendo las divisas desean comprar bienes y servicios a lo interno de la economía pero no hay suficientes bolívares. Por ejemplo, supongamos que Fulanito recibió US$ 100 de remesa hace dos meses y decidió cambiarlos para adquirir alimentos. Supongamos además que en ese momento, el tipo de cambio que publicaba el portal web criminal era 1 BsS/US$ y la cantidad de bolívares que circulaban en la economía era BsS 1.000. Cuando Fulanito cambió los dólares le dieron 100 bolívares, es decir, el 10% del total de dinero que circulaba.
El mes pasado volvió a recibir US$ 100 y el portal marcaba un tipo de cambio manipulado de 10 BsS/US$. Por lo tanto, al cambiarlos para comprar los alimentos debían entregarle 1.000 bolívares. Si el banco central del país donde vive Fulanito no ha comprendido que ante situaciones hiperinflacionarias que son inducidas por el ataque a la moneda debe aumentar la cantidad de dinero y no mantenerla o reducirla en términos reales, ocurrirá que los 1.000 bolívares que está esperando el Fulanito representan el 100% del total de dinero que circula en la economía.
Si este mes le llegan otros US$ 100 y el portal marca 100 BsS/US$, le deberían dar BsS 10.000 a Fulanito, pero como el banco central sigue entrampado con el dogma de la “disciplina monetarista”, no habrá suficientes bolívares, solo hay 1.000. Si además Fulanito llega al establecimiento donde desea comprar los bienes y se encuentra con un letrero que dice “Se aceptan dólares”, optará por ahorrarse el trámite del cambio y pagará con los billetes verdes.
El problema se agrava aún más cuando al dueño del establecimiento le ocurre lo propio: habiendo recibido dólares debe cambiarlos para pagar a sus proveedores e incluso a sus trabajadores y se consigue con pocos bolívares, lo que resulta en el hecho de que en el circuito de la economía el dólar va ocupando cada vez más espacio y desplazando, aunque informal e ilegalmente al bolívar.
Apremia atajar este asunto. Para después puede ser tarde.
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