Ángel Daniel González
Esta semana, el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, hizo una reflexión durante una entrevista que vale la pena citar en extenso, ya que pasó por debajo de la mesa entodas las reseñas de su declaración:
“Yo no creo en la despolarización. Yo creo en la política sin humillación, respetuosa. Pero creo que la polarización es sana en una política respetuosa. Porque yo creo que lo peor que le puede pasar a una sociedad es despolitizarse. Y los procesos de polarización llevan a un proceso de repolitización. Que la gente asuma una posición política, cual sea. Sea marxista, sea capitalista, sea neoliberal, sean las nuevas tendencias verdes, etcétera. Pero las sociedades cuando se van despolitizando van permitiendo que sean los políticos los que tomen la decisión por ellos. Cuando hay un gran debate, un debate polarizado, un debate apasionado, la gente tiende a tomar más parte en la política. Yo creo que eso es sano para la sociedad. El problema es cuando ese debate se sale del cauce de la racionalidad, del sentido común, del respeto, y llega a los extremos del irrespeto, de la humillación. Yo, como ciudadano, como ser político, creo en una sociedad altamente politizada, no porque todo el mundo sea político como profesión, pero que haya reflexionado su posición ante la sociedad. Yo creo en ese tipo de sociedad. Pero ese tipo de sociedad, la polarización política, la politización, se puede construir sin irrespeto, sin ofender al otro”.
Me parece que aquí se resume la posición filosófica del verdadero proyecto político chavista. El chavismo plantea una política de confrontación, de debate, donde los antagonismos sociales (económicos, culturales, raciales, de clase, de poder) se expongan, se expresen y se careen públicamente. Pero el chavismo no exige, ni demanda, ni antepone la desaparición del otro para hacer política. El chavismo reconoce al otro en su integridad y su posición en la sociedad, pero sí exige también ser reconocido, visto, escuchado y respetado.
Esa es la diferencia con el discurso político construido desde el antichavismo, que de manera oportunista pretende asumir la política como un proceso de “consenso”, con el detalle de que ese supuesto consenso no es tal, ya que quiere ser construido con la premisa de la “eliminación” del chavismo.
Saquemos cuentas.
Saquemos cuentas.
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